Una ecuatoriana en Rusia: ‘Venir a este país ha sido una de las mejores decisiones de mi vida’
Soy Pilar Vilela, una mujer de 38 años, de nacionalidad ecuatoriana y que ama vivir en este maravilloso país.
Mi historia toma cuerpo hace unos 18 años, cuando yo cursaba estudios universitarios en mi pequeña Esmeraldas, una ciudad situada al norte de mi hermoso Ecuador. Desde muy pequeña soñaba con estudiar en el exterior, viajar, aprender lenguas, vivir una vida diferente. Un día de 2006 vi una nota del diario en donde llamaban a jóvenes talentosos y con excelentes calificaciones a aplicar a becas para cursar estudios universitarios en Rusia.
Para este momento yo estudiaba en la facultad de Educación de la única Universidad pública de mi ciudad, estaba ya en 4º semestre. Sin embargo, resolví aplicar dado que cumplía con todos los requisitos. Pasaron los meses y un día de septiembre recibí un correo electrónico en el que se me informaba que la beca me había sido adjudicada y que debía apostillar papeles, traducir documentos y, en fin, hacer la maleta. Al mismo tiempo, mi vida y mi rutina seguían igual, continúe asistiendo a la universidad en mi ciudad, di los exámenes finales, saqué las mejores notas posibles y empecé de a poco a despedirme de mis amigos, de la familia.
El día en que vi la nieve por primera vez
En el mundo católico se celebra el 28 de diciembre de cada año el día de los santos inocentes, y ese, ese fue el día en que llegué a Rusia, el día en que vi la nieve por primera vez, el día en que le puse alas a mis sueños, el día en que empecé a vivir la vida que había soñado en mi infancia. Y también ese día se rompió mi inocencia dado que descubrí muchas cosas sobre Rusia, lo más interesante supe que también había verano.
En mi vuelo estaban 22 jóvenes de diversas ciudades de mi país tanto o más soñadores que yo.
Al empezar mi vida en el GRAN PAÍS DEL NORTE, también empecé a descubrir a la nueva Pilar, de a poco me fui convirtiendo en una persona más sensible, más humana, más abierta al mundo, más sabia y conocedora de la gran riqueza cultural que posee este grandioso país.
Aprender ruso: un camino largo y difícil
Aprender ruso ha sido un camino largo, difícil y a su vez enriquecedor, puesto que al principio me sentía sorda y muda, sorda por tratar de entender lo que decían las personas y, al mismo tiempo, parecía no escuchar nada y como resultado había muy poco que decir, pero poco a poco, de clase en clase, de charla en charla, de té en té empecé a introducirme en este mundo mágico de Rusia y su cultura, de Rusia y su literatura, su arte, su gente, su cocina, su vida, su todo.
El haber sido parte de una de las Universidades más emblemáticas de este país también fue un punto a favor, en este planeta llamado RUDN [Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos], encontré a gente de todo el mundo, con costumbres, religiones, lenguas, y hábitos distintos a lo que yo ya conocía. Hoy puedo decir que mi corazón y mi alma entera están repartidos, dado que orgullosamente tengo amigos en cada rinconcito del mundo.
Actualmente vivo en Moscú, llevo 15 años enseñando español a extranjeros y desde hace dos años empecé a enseñar español en una de las filiales del proyecto denominado “Longevidad de Moscú” patrocinado por la Municipalidad de esta ciudad. Ha sido realmente una bendición, es fantástico ver el esfuerzo, y las ganas de los adultos mayores en aprender una nueva lengua, en conocer un mundo distinto a través de ella, y saber más sobre una cultura impresionante. Siento que más que enseñarles a ellos mi idioma, soy yo quien aprende de ellos, de su vida, muchos han vivido momentos históricos de este país, y nos compenetramos a través del conocimiento.
Estoy convencida de que venir a este país, ha sido una de las MEJORES DECISIONES de mi vida.
Gracias vida, gracias Rusia.
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