
Trolls y espíritus del bosque: un viaje entre Escandinavia y Rusia

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Aunque separados por miles de kilómetros, ambos universos míticos hablan, en esencia, de lo mismo: del respeto al poder de lo salvaje.
Los trolls escandinavos: gigantes de piedra y oscuridad
En los cuentos noruegos e islandeses, los trolls son seres de gran tamaño, deformes, de piel rugosa como la roca y mirada torva. Viven en cuevas o en lo profundo de los bosques, temen la luz del sol (que los convierte en piedra) y rara vez conviven con los humanos. A menudo aparecen como devoradores de hombres, aunque en relatos más ligeros se les muestra torpes, ingenuos y hasta cómicos.

Los trolls representaban el temor ancestral a lo desconocido: el peligro de perderse en las montañas o de adentrarse demasiado en un bosque sin guía.

El folclore ruso: espíritus invisibles pero siempre presentes
En la tradición rusa no existen “trolls” como tal, pero sí una galería de criaturas que cumplen funciones muy similares:
Леший (Léshi): el espíritu del bosque. Puede cambiar de forma y tamaño, desorienta a los viajeros y protege a los animales salvajes. Es temido y respetado a partes iguales.

Водяной (Vodianói): el amo de las aguas. Viejo húmedo cubierto de algas, arrastra a quienes se bañan en ríos y lagos sin pedir permiso.

Домовой (Domovói): espíritu protector del hogar. No es maligno, pero se vuelve travieso si la familia olvida rendirle respeto.

Чёрт (Chiort): un diablillo burlón que aparece en innumerables cuentos, jugando el mismo papel grotesco y cómico que en Escandinavia desempeñaban algunos trolls.

Dos culturas, un mismo mensaje
Si en Escandinavia los trolls encarnan la amenaza de las montañas y la oscuridad, en Rusia los espíritus del bosque y del agua recordaban a la gente que debía moverse con cautela en un entorno natural inmenso y peligroso. Ambos sistemas de creencias transmiten una idea fundamental: la naturaleza tiene voluntad propia, y el ser humano debe respetarla para sobrevivir.