Artistas rusos que vivieron y trabajaron en Occidente durante mucho tiempo

Puerta a Rusia (Foto: Dominio público, Galería Tretiakov, Museo Ruso)
Puerta a Rusia (Foto: Dominio público, Galería Tretiakov, Museo Ruso)
Enviar a jóvenes artistas rusos de la Academia de Artes a Europa para contemplar y copiar grandes obras y, así, completar su formación era una práctica habitual en el siglo XIX. Sin embargo, algunos prefirieron quedarse en el extranjero más tiempo. Y otros vivieron allí casi toda su vida.

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Karl Briulov

Puerta a Rusia (Foto: dominio público, Museo Ruso)
Puerta a Rusia (Foto: dominio público, Museo Ruso)

Francés de sangre, ruso de nacimiento, Karl Briulov, como muchos artistas de su tiempo, adoraba Italia. El joven pintor romántico viajó por primera vez allí en 1822, como becado de la Academia Imperial de las Artes, para realizar una copia del fresco de Rafael La Escuela de Atenas. Allí también creó sus cuadros Mañana italiana, que gustó mucho al emperador Nicolás I, y Mediodía italiano, cuya sensualidad, rozando el erotismo, provocó la condena del crítico coronado. Sin embargo, al artista esto dejó de preocuparle demasiado.

Briulov permaneció en Italia durante 12 años y su viaje sobrepasó el mero objetivo educativo. En Italia conoció a la condesa Yulia Samóilova, con quien mantuvo una relación romántica de larga duración. Su figura aparece en muchas de las pinturas del artista de este período. Y fue en Italia donde pintó su célebre lienzo monumental El último día de Pompeya.

Briulov regresó a Rusia en 1834. El artista volvió a marcharse a Italia por segunda vez (vía Portugal) en 1849 para tratar su salud, deteriorada por su trabajo en las catedrales de San Petersburgo, y permaneció allí hasta su fallecimiento en 1852. En total, vivió fuera de Rusia durante 14 años.

Vasili Kandinski

Puerta a Rusia (Foto: dominio público, Colección de la Fundación Emile Brule, Zúrich)
Puerta a Rusia (Foto: dominio público, Colección de la Fundación Emile Brule, Zúrich)

Uno de los fundadores del arte abstracto, Kandinski se dedicó a la pintura profesionalmente de forma inusitadamente tardía: a los 30 años. Su familia había decidido que el joven debía tener una profesión “normal”, como la de abogado. Y él intentó serlo lo mejor que pudo: se graduó en la Universidad de Moscú, dirigió una imprenta y recibió la oferta de ocupar el puesto de profesor privado en la Universidad de Dorpat.

Sin embargo, vio el cuadro Almiar de Claude Monet y el antiguo y antes desesperado amor por la pintura volvió a encenderse. En 1896, Kandinski abandonó su carrera de abogado y se marchó a Múnich para estudiar pintura.

Fue en Alemania donde el artista desarrolló la teoría del arte abstracto, se convirtió en uno de los líderes de la vanguardia y creó el grupo Jinete Azul (Der Blaue Reiter). Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, regresó a Rusia durante siete años, pero en 1921 volvió a Alemania para enseñar pintura en la Bauhaus. Huyendo del fascismo a comienzos de los años 30, se trasladó a Francia, donde vivió hasta su muerte.

Aunque Kandinski pasó la mayor parte de su vida adulta en el extranjero y se convirtió en ciudadano alemán (y más tarde francés), siempre subrayó sus raíces rusas. Sus primeras obras están asociadas al folclore ruso, la pintura de iconos y las búsquedas espirituales. Por eso, se le considera un artista ruso, aunque vivió fuera del país durante aproximadamente 47 años.

Marc Chagall

Puerta a Rusia (Foto: dominio público, Galería Tretiakov)
Puerta a Rusia (Foto: dominio público, Galería Tretiakov)

Chagall pasó la mayor parte de su larga vida en el extranjero, principalmente en Francia. Sin embargo, nunca pudo olvidar Vítebsk, donde nació. Era el hijo mayor de una numerosa familia judía y se convirtió en artista en contra de la voluntad de su padre. Chagall recordaba que su padre arrojó el dinero para el viaje a San Petersburgo al suelo y dijo que no le daría ni un centavo más.

En la entonces capital, el joven artista estudió en la Escuela de Dibujo de la Sociedad para el Fomento de las Artes, dirigida por Nikolái Roerich (fue admitido directamente en el tercer curso, sin examen). Continuó sus estudios con León Bakst en la escuela privada de arte de Zvantseva. Posteriormente, se marchó a estudiar a París. Tres años después, regresó a su natal Vítebsk para casarse con Bella, una joven de la que llevaba tiempo enamorado.

Durante ocho años, Chagall vivió en Rusia, país que, en ese tiempo, pasó de ser zarista a soviético. Trabajó en el Comité Militar-Industrial, fundó la Escuela de Arte de Vítebsk, pintó y realizó decorados y vestuarios para el Teatro Judío de Cámara de Moscú.

En 1922, partió hacia Lituania y después hacia Alemania y Francia. Desde entonces, solo visitó Rusia como invitado y pasó la mayor parte de su tiempo en Francia, país que consideraba su segunda patria. Sin embargo, los motivos del pueblo ruso que recordaba de Vítebsk y del shtetl judío impregnan toda su obra. De los 98 años que vivió, 66 transcurrieron fuera de Rusia.

Natalia Goncharova y Mijaíl Lariónov

Dominio público
Dominio público

En 1915, Natalia Goncharova y su esposo Mijaíl Lariónov abandonaron Rusia rumbo a Suiza por invitación de Serguéi Diáguilev para trabajar en vestuarios y escenografías para su legendaria compañía Ballets Rusos en París. Inicialmente, estaba previsto como un viaje de trabajo temporal. Sin embargo, aquella estancia provisional se convirtió en una emigración definitiva.

Después de colaborar con los Ballets Rusos en Suiza y otros países europeos, los artistas se establecieron definitivamente en París, que se convirtió en su hogar permanente durante casi medio siglo. Allí participaron activamente en la vida artística, continuaron trabajando para Diáguilev y otras empresas, desarrollaron su creatividad (una síntesis de vanguardia con la pintura de iconos rusa y las tradiciones del lubok, el grabado popular) y colaboraron con casas de moda.

Goncharova trabajó de manera increíblemente prolífica, creando pinturas, bocetos teatrales, ilustraciones de libros (incluidas ediciones parisinas de Pushkin) y vestuarios. Se convirtió en una de las figuras centrales de la diáspora artística rusa y de la escena artística parisina del siglo XX. Su obra es un puente único entre la vanguardia rusa y el modernismo europeo.

Dominio público
Dominio público

Las obras más radicales e innovadoras de Lariónov (el Rayonismo, el Neo-primitivismo) fueron creadas antes de dejar Rusia. No obstante, incluso en París, siguió siendo una figura importante, un vínculo entre la vanguardia rusa y la escena europea, especialmente en el ámbito teatral. Juntos, la pareja se convirtió en uno de los representantes más destacados del arte ruso en el exilio, manteniendo vínculos con las tradiciones de su patria y, al mismo tiempo, influyendo activamente en la vida cultural parisina

Zinaida Serebriakova

Puerta a Rusia (Foto: dominio público, Galería Tretiakov)
Puerta a Rusia (Foto: dominio público, Galería Tretiakov)

Serebriakova fue una artista rusa perteneciente a la célebre dinastía creativa Benois-Lansere-Serebriakov. Abandonó Rusia en 1924, tras recibir un encargo para pintar un mural, y nunca regresó. Su viaje estaba previsto como algo temporal (de varios meses) para ganar dinero para la familia que había quedado en Petrogrado. Sin embargo, las dificultades para salir y volver a entrar en la Rusia soviética, así como las penurias económicas, hicieron imposible su regreso. Sus intentos de reunirse con sus cuatro hijos fracasaron durante mucho tiempo.

Serebriakova continuó su vida en París y sus primeros años allí fueron extremadamente duros: pobreza, lucha por sobrevivir y añoranza de sus hijos. No obstante, poco a poco fue logrando reconocimiento como retratista. Tras recibir un importante encargo, ella y sus dos hijos, que finalmente pudieron reunirse con ella, emprendieron un viaje a Marruecos, que se convirtió en un potente estímulo creativo. Allí creó una célebre serie de estudios y pinturas marroquíes, llenos de luz y exotismo.

El período parisino de Serebriakova está dominado por retratos (a menudo por encargo) y desnudos. Las obras marroquíes son la gran excepción, un estallido de color y alegría. Muchas obras de este periodo también están impregnadas de nostalgia por Rusia y la vida en las haciendas. El amplio reconocimiento y las exposiciones, lamentablemente, solo le llegaron en sus últimos años y, sobre todo, de manera póstuma: a partir de los años sesenta en adelante.

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