Las vanguardias, arte al servicio de la revolución

Muchos vanguardistas recibieron la revolución con gran entusiasmo. Sus ideas artísticas se cruzaron inesperadamente con eslóganes políticos, como por ejemplo la propuesta contemplativa de Kazimir Malévich de quemar todos los cuadros y exponer sus cenizas en los museos, ya que después del suprematismo no habría más arte. En las primeras decisiones políticas relacionadas con el orden anterior a la revolución, esta propuesta acabó siendo trágicamente premonitoria.
Un nuevo Estado necesitaba nuevos modelos más brillantes y sonoros, que miraran hacia el futuro, y la vanguardia asumió fácilmente esta tarea. Al mismo tiempo, el gobierno se convirtió en el principal comprador de obras de arte, aunque también (y esto los artistas no lo supieron ver en un primer momento) en su principal censor.
Propaganda monumental
Durante los primeros meses que siguieron a la revolución, los vanguardistas se implicaron en la formación de nuevas celebraciones del Estado soviético. Los lienzos que decoraban los edificios en las plazas principales de Moscú y Petrogrado (actualmente San Petersburgo), eran auténticas obras de arte monumental que, por desgracia, actualmente no se conservan. Todos ellos estaban dedicados a nuevos símbolos y al hombre nuevo: los obreros y los campesinos.

En 1918 la nueva fiesta oficial del 1 de mayo, el Día de la Internacional, que más tarde se convirtió en Día de la Solidaridad de los Trabajadores, fue decorado por la futurista Olga Rózanova, que utilizó en fuegos artificiales e iluminación su concepción de abstracción del color.
La palabra y la imagen

El siguiente paso del avance de la propaganda fue la producción impresa: carteles, revistas, libros… El cubofuturismo, el constructivismo y el suprematismo, con sus formas sencillas y su estructura precisa, resultaban idóneos para la nueva época. El poster de El Lisitski creado en 1920 Vencer a los blancos con la cuña roja es un ejemplo perfecto de una composición suprematista con ideología política.

Otro ejemplo antológico de la nueva creación gráfica es el cartel publicitario de Alexander Ródchenko de 1924 que animaba a comprar libros de la editorial Lengiz. Los grandes planos, los perfiles agudos y las diagonales que diseccionaban espacio se convirtieron en la tarjeta de visita de las fotografías constructivistas de Ródchenko y transformaban un simple anuncio en una obra maestra del arte gráfico.
Los inventores del diseño

En el impulso utópico de la transformación surgió la idea de influir en las personas no solo a través del arte monumental, sino creando para él un nuevo mundo visual, rodeando su vida cotidiana de objetos modernos. De esta idea nació el diseño industrial soviético.

Las “amazonas de la vanguardia” Varvara Stepánova y Liubov Popova desarrollaron para una fábrica textil un nuevo diseño de telas para sustituir los modelos prerrevolucionarios.

El tejido de percal, que se producía en masa para la creación de ropa, adquirió una decoración geométrica abstracta con contrastes de colores. Stepánova también se dedicó a la creación de “ropa industrial” teniendo en cuenta las particularidades de cada profesión en concreto. Sus principios eran las formas geométricas, la ausencia de decoración y el carácter unisex de todas las prendas.
Arquitectura
La expresión arquitectónica de las ideas revolucionarias fue el constructivismo. Los primeros años tras la revolución, en plena guerra civil, no había dinero para una nueva construcción, y la mayoría de los proyectos de aquella época se quedaron en el papel o en maquetas.

El más famoso de todos fue el proyecto de monumento a la 3ª Internacional (que reunía a los partidos comunistas de varios países), diseñado por Vladímir Tatlin en 1919. Una estructura de acero inclinada rodeaba tres figuras de vidrio: un cubo, un cilindro y un cono y cada uno giraría dando una vuelta al año, al mes y al día contando el tiempo de la nueva época. Si el monumento se hubiera construido, habría sido más alto que la torre Eiffel.
La vanguardia contra el realismo
Los pintores también crearon nuevos modelos. En la década de 1920 siguieron prosperando las agrupaciones de artistas y surgieron nuevos grupos alrededor de las grandes figuras de la vanguardia: Malévich, Filónov, Matiuhsin, etc.

Casi todos los antiguos grupos vanguardistas encontraron nuevas formas de actividad. Uno de los más importantes fue la Sociedad de Pintores de Caballete, basada en la vanguardia europea y rusa, que poetizaba la realidad. Algunos de sus símbolos son la expresiva Carrera de automóviles de Piotr Williams y la Defensa de Petrogrado de Alexánder Deineka. El polo opuesto estaba ocupado por la Asociación de Pintores de la Revolución, cuyos miembros se limitaban a plasmar los acontecimientos de la historia reciente sin ningún añadido estético.

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