El santo ruso del siglo XII que llegó volando hasta Jerusalén en un… ¡demonio!
En el siglo XII, el arzobispo Juan II vivía en Nóvgorod la Grande. Un día, mientras rezaba, oyó ruidos extraños procedentes de un lavabo. Al señalarlo con la cruz, vio que allí se escondía un demonio. Cuenta la leyenda que el diablo le pidió entonces que le dejara marchar, y Juan accedió, con la condición de que primero le llevara a ver la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. El diablo sólo tenía una opción: transformarse en caballo y concederle su deseo. Una vez allí, el santo de Nóvgorod habría querido rezar y las puertas hasta entonces cerradas del lugar de culto se habrían abierto ante él.
Tras llevar al arzobispo de vuelta a Nóvgorod, el demonio le rogó que no contara a nadie su humillación, pues de lo contrario se aseguraría de que Juan fuera considerado un fornicador. Entonces Juan lo ahuyentó y reveló su historia durante una de sus conversaciones con los feligreses. El impuro se enfadó y empezó a vengarse, causando confusión: los visitantes empezaron a ver joyas y zapatos de mujer en la celda del arzobispo. Además, un día el demonio adoptó la apariencia de una joven y abandonó la habitación del clérigo.
Los habitantes de Nóvgorod, sospechando que Juan había fornicado, lo apresaron y lo colocaron en una balsa para sacarlo de la ciudad. Sin embargo, la balsa comenzó a remontar el río Vóljov a contracorriente. Fue entonces cuando los habitantes de la ciudad se dieron cuenta de lo equivocados que estaban y empezaron a pedir perdón al santo. Juan les perdonó y regresó a la ciudad. En el punto donde la balsa llegó a la orilla, se erigió una cruz de piedra.
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