¿Quién es capaz de convertirse en chamán?
No todo el mundo puede hacerse chamán. Es necesario contar con un linaje especial y haber recibido una señal clara del Padre Cielo, Creador del Universo y antecesor de todos y de todo. La señal puede ser un sueño profético, la caída de un meteorito, la muerte de alguna mascota, un sexto dedo en la mano o la llamada “enfermedad del chamán”.
La enfermedad puede manifestarse de diferentes maneras: en forma de comportamiento asocial, enfermedades permanentes, mala fortuna o alcoholismo. Se dice que la enfermedad se pasa si la persona elige el sendero al que está destinado y se convierte en curandero. En caso de que niegue, puede haber graves consecuencias tanto para la persona como para su familia.
Los chamanes rusos viven en diferentes zonas. Aquí registramos las historias de algunos que viven cerca del lago Baikal, el más profundo de la Tierra, ubicado en Siberia.
Vladímir Buinov: He nacido aquí y veo cómo los mayores rezan y hacen sus ritos desde que era niño. Durante la etapa soviética trabajé como operador de cine. Luego estuve más de 20 años en una estación meteorológica. Mi padre fue médico. Curaba a todos y, al mismo tiempo, rezaba a todos los dioses. Mi hermano fue doctor en medicina. Murió pronto por una deficiencia renal. Yo tengo once nietos y cuatro bisnietos.
En la foto se observa un souvenir con la imagen del cabo Burján, en la isla de Oljón, ubicada en el lago del Baikal. Se trata de uno de los nueve lugares más sagrados de Asia.
Mijaíl Ogdonov: Es algo que viene de arriba. Algo que te dan tus antepasados: los “ongón”. Tengo ocho “ongón”, ocho antepasados que se remontan hasta once generaciones. Me convirtieron en curandero a distancia, cuando trabajaba en la policía. Los “ongón” pueden elegir a cualquiera. Eligen personas fuertes y sabias para ser chamán. Además, los ponen a prueba. Un chamán debe ser una persona de espíritu eclesiástico.
En la tienda de recuerdos que está al lado del lago Baikal se pueden comprar camisetas con el texto “Estuve en el Baikal”. Hay más de un millón de turistas anuales que acuden a la región de Irkutsk.
Albina Iliná: Una chica me ofendió durante un ritual. Me dijo que había oído que tenía una tasa de mil rublos por la celebración de rituales. Le dije que eso era una ofensa y que a mí acudía gente enferma.
En la estatuilla de cristal se ve el cabo más al norte de Oljón, el Jobói. Una leyenda cuenta que los espíritus convirtieron a una chica en un acantilado debido a su envidia.
Artur Tsíbikov: Llevo dedicándome a esto desde 2007. Soy chamán por herencia: mis tíos y mis tíos abuelos fueron curanderos y mi padre también se dedicó a esto. Desde pequeño pude ver todos los rituales. A los 37 años me convertí y empecé a trabajar. Mi “enfermedad de chamán” hizo su aparición porque nada me salía bien. En cuanto iniciaba cualquier proyecto, se terminaba inmediatamente. No me salía nada a derechas, a pesar de haber estudiado diferentes carreras en varias universidades.
El pandero es un atributo indispensable para el chamán. Solo los de verdad saber tocarlo.
Yuri Bubáiev: Estudié para contable. Trabajé como jefe de departamento en la Oficina de Recaudación de Impuestos. Después sufrí la “enfermedad del chamán” durante tres años. A los 35 años la gente empezó a pedirme que les hiciera rituales, pero yo me negaba. El sueldo que percibía en la oficina era bastante decente. Por entonces iba mucho al médico. Estuve dos años en terapia y luego me operaron. Entonces tuve que cambiar de trabajo y entregarme a una vida santificada. Empecé a los 37 años y desde que comencé a ayudar a la gente estuve 15 años sin ver un hospital.
Debido al riesgo que conlleva el alcoholismo, algunos chamanes recomiendan sustituir el vodka por una bebida más ligera: el tarasun. Se trata de un vodka hecho de leche fermentada.
Víktor Motoshkin: Soy estudiante de doctorado. Cuando volví aquí, a Rusia, no sabía nada del tema de los chamanes. Todos los que había en mi pueblo habían muerto. Tuve una visión en la que en frente de mí había sentados cinco chamanes. Uno de ellos me dijo: “Tienes que empezar a dedicar tu vida a esto”. No era una opción hacer oídos sordos. Había que hacerlo o me castigarían severamente.
La bebida típica de Buriatia se puede tomar en estos vasos de recuerdo para chupitos.
Valentín Jagdáiev: Soy un chamán tradicional. Nací en una yurta. Mi abuelo fue curandero y a mí me educaron mis abuelos. Nací con una señal: seis dedos. El curandero mongol dijo: “Tan solo una vez cada cien años nacen chamanes con un hueso de más que confirma que se trata de un chamán auténtico”. En nuestra región yo soy el único con un sexto hueso. Es como un título concedido por el Cielo.
Entre los ingredientes del té local se puede encontrar Saagan Dali, un arbusto bajo de hoja perenne que crece a orillas del lago Baikal. Se dice que puede curar prácticamente todas las enfermedades.
Guennadi Tutúlov: De joven no creía nada en ser chamán, aunque tuviera 12 antepasados que lo fueron. Todo ocurrió cuando fui a Ulán-Udé [capital de la región de Buritia, situada al este del lago Baikal]. Mi sobrina tenía un problema y me llamó a Ulán-Udé para ir a ver a un chamán. Este me dijo: “Debes aceptar el cargo de chamán”. Así fue como me convertí. Los chamanes dicen que al surgimiento de un nuevo miembro le sigue la muerte de animales. Me preguntó: “¿Se te han muerto animales?” Contesté: “Sí”. “Eso —dijo— es señal de que debes convertirte en chamán”.
En el imán se refleja una piedra-curandero, un saliente de la montaña en el nacimiento del río Angará. La leyenda cuenta que en este lugar habita el amo del río.
Matvéi Bártsev: Antes me gustaba pelear. Después, leyendo las Escrituras, descubrí que se trataba de una enfermedad del curandero. Cuando enfermé perdía la voz y el conocimiento una vez al día. Unos conocidos me llevaron a un chamán que se ha convertido en mi maestro. Cuando entré en su casa y vi esos panderos y cosas de chamanes. Lo sentí en mi interior: ahí estaba, era la vida. Por poco no empecé a dar saltos de la alegría que sentí al haber llegado donde tenía que llegar.
De acuerdo con la cultura de las gentes del lugar, los espíritus de los antepasados transmiten bendición y felicidad a través de pelo de caballo. Ese tipo de cosas se emplean como amuleto.
Borís Junguéiev: Mis antepasados eran chamanes, tanto por parte de madre como de padre. A los 55 empecé a realizar rituales. No todos pueden hacerlos. Es necesario “llevarlo dentro”. Entonces sí que se pueden realizar rituales.
Los chamanes creen que el alma de una persona tras su muerte se traslada a su árbol genealógico, y posteriormente, habiendo tomado forma de águila calva, alcanza “el mundo de los cielos” donde viven las deidades tengri y el Padre Cielo.
Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.
Síguenos en nuestro canal de Telegram: https://t.me/russiabeyondes
LEE MÁS: ¿Por qué los habitantes del Baikal consideran sagrada la 'Roca del chamán'?