Fokker D.XIII, el avión holandés en el que se entrenaron (en secreto) pilotos soviéticos y alemanes
Los militares germanos, pese a las limitaciones impuestas por el Tratado de Versalles firmado al final de la I Guerra Mundial, estaban decididos a desarrollar sus fuerzas armadas, pero era imposible hacerlo en territorio alemán, bajo la mirada de las potencias aliadas.
Pronto se encontró una solución: Alemania se dirigió a la Rusia Soviética con una oferta de cooperación. Este “estado canalla”, que acababa de vivir una devastadora Guerra Civil y una intervención extranjera, estaba rodeado de Estados hostiles y no era reconocido por ninguna potencia mundial.
Además de impartir formación académica, la escuela realizaba pruebas de nuevas aeronaves, equipos de aviación y armas, y practicaba tácticas de combate aéreo. Los aviones eran comprados por el Ministerio de Defensa alemán a terceros países a través de intermediarios y entregados en el territorio de la URSS.
Aviones holandeses en la escuela secreta de pilotos de la URSS
Amparándose en un pedido ficticio de Argentina, el ejército alemán compró 50 aviones Fokker D.XIII y se encargó de transportarlos a Lipetsk vía Stettin y Leningrado.
En este aeroplano, el piloto iba sentado en una cabina abierta y el tren de aterrizaje era de tipo fijo con patines de cola. Las alas eran de madera revestida de contrachapado y el fuselaje era de tubo de acero soldado con revestimiento de tela.
El 16 de julio de 1925, uno de los primeros ejemplares de un avión de producción se utilizó para establecer cuatro nuevos récords mundiales de velocidad: el récord de velocidad para transportar una carga útil de 500 kg (265,7 km/h), el récord para transportar la misma carga útil a una distancia de 200 km (264,2 km/h), al mismo tiempo que se establecían los mismos récords para transportar una carga útil de 250 kg (551 lb).
El entrenamiento de un piloto alemán en la URSS duraba unos seis meses. Llegaron a Lipetsk en secreto, con nombres falsos, y llevaban uniformes soviéticos sin insignia. Antes de llegar a Lipetsk, fueron oficialmente despedidos del Reichswehr, y luego fueron reintegrados a su regreso. Los pilotos que morían en accidentes, mientras probaban aviones, eran devueltos a casa en cajas especiales etiquetadas como “partes de máquinaria”.
Apogeo y ocaso del proyecto germano-soviético
En sus ocho años de su existencia, la escuela de aviación de Lipetsk formó a más de 100 pilotos alemanes. Entre ellos se encontraban figuras que serían de gran importancia en la futura Luftwaffe, como Hugo Sperrle, Kurt Student y Albert Kesselring.
A principios de los años 30, tanto alemanes como rusos comenzaron a perder interés en la escuela de aviación de Lipetsk. Los primeros, pasando por alto muchas de las restricciones impuestas por el Tratado de Versalles, ya podían entrenar parcialmente a sus fuerzas armadas en su territorio. Para los segundos, tras la llegada de los nazis al poder en 1933, la cooperación militar y técnica con un enemigo ideológico era imposible.
Los Fokker D.XIII equiparon la escuela de vuelo durante toda su existencia hasta el abandono alemán del programa. En ese momento, los 30 aviones restantes (incluidos dos que habían sido adquiridos por separado del lote original) fueron entregados a la Fuerza Aérea Soviética.
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