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Así fue como un siervo campesino se convirtió en el principal cervecero del Imperio ruso

Puerta a Rusia (Foto: Alter_photo/Getty Images, Dominio público, Klipartz)
Iván Durdin construyó una carrera desde vendedor de cerveza hasta propietario de una fábrica, se hizo millonario y fundó una dinastía de comerciantes. ¿Cómo lo logró?

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¿Podía un campesino siervo del pueblo de Shestíjino, en la región de Yaroslavl, soñar con abrir una enorme fábrica de cerveza en San Petersburgo, y que sus nietos construyeran aún más fábricas y abastecieran de cerveza a todo el imperio? Difícilmente.

¿Cómo fue posible?

A principios del siglo XIX, los campesinos recibieron el derecho de comprar su libertad. Y antes de la abolición de la servidumbre en 1861, más de 150 000 personas hicieron uso de ese derecho. Pero, por supuesto, para ganar el dinero necesario para la emancipación había que trabajar mucho. Así que, por lo general, entre los libres se encontraron los más talentosos y emprendedores; tal fue el caso de Iván Durdin (1795–1878).

Dominio público

El terrateniente de Durdin, debido a una mala cosecha, permitió que su campesino de 20 años fuera a Moscú a ganarse la vida. Allí consiguió trabajo en una tienda de cerveza e hizo tan buen trabajo que el dueño le ofreció convertirse en administrador de una nueva cervecería en San Petersburgo. Iván ganó un buen dinero y compró la libertad para él y toda su familia.

A mediados de la década de 1830, Durdin compró la fábrica donde trabajaba y construyó otra, convirtiéndose en el mayor cervecero y comerciante de cerveza de la capital imperial.

Hizo que toda Rusia bebiera cerveza

El talento empresarial ayudó a Durdin a hacerse rico y famoso. Antiguo siervo y ahora comerciante de primera y “ciudadano honorario hereditario”, no solo elaboraba cerveza, sino que la hacía atractiva para un público muy amplio.

En el siglo XIX se consideraba que la cerveza era bebida de pobres. Realmente la consumían activamente las clases bajas. Pero gracias a las técnicas de marketing de Durdin, sus coloridos carteles publicitarios y nombres elegantes, la cerveza se puso de moda y empezó a beberla prácticamente todo el mundo.

Dominio público

“Pilsner”, “Sueca”, “De gabinete”, “Bávara”, “Bohemia”: San Petersburgo nunca había visto tales variedades. Lograron conquistar también a la nobleza capitalina, que hasta entonces solo apreciaba el vino. Durdin aprovechó además la moda por todo lo inglés y elaboró una porter oscura que, según se decía, incluso el emperador Alejandro II disfrutaba.

La fábrica producía alrededor de un millón de cubos de cerveza al año, así como hidromiel, kvas y limonadas. En San Petersburgo, Durdin tenía 12 tiendas y más de 100 almacenes. Además, sus productos se suministraban a casi todos los restaurantes y hoteles de la capital.

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En 1857, un decreto imperial destacó la calidad de su producto y los méritos de Durdin, permitiéndole colocar en las botellas el águila bicéfala heráldica: ahora toda Rusia conocía al cervecero. Y el diseño especial de las botellas, con forma de pirámide alargada, se convirtió en la silueta reconocible de la marca.

La dinastía de cerveceros

La obra de Durdin fue continuada por sus hijos, a quienes envió a estudiar a Europa; visitaron Dresde y la Bohemia checa, y en particular Pilsen (después de lo cual comenzaron a elaborar cerveza “pilsner” y “bohemia”). Iván y Alexéi encabezaron la “Sociedad de la Fábrica de Cerveza e Hidromiel de Iván Durdin”. En San Petersburgo tenían casas de alquiler y posteriormente abrieron una taberna y una joyería.

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En 1878, un nieto de Durdin (también llamado Iván) abrió la fábrica cervecera “Bohemia” en Ribinsk. La empresa se convirtió en la más grande de la ciudad.

Otro nieto, Andréi, abrió en 1894 en Nizhni Nóvgorod la fábrica “Nueva Baviera”, que llegó a ser proveedora de la Corte Imperial.

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La Primera Guerra Mundial y la “ley seca” de Nicolás II en 1914 causaron un grave daño a las fábricas de los Durdin. Tras la revolución de 1917, todas las empresas fueron nacionalizadas, pero muchas siguen funcionando todavía.