¿Cómo mimaban las autoridades soviéticas a sus ‘favoritos’?
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Desde coches hasta un avión entero
En tiempos soviéticos, los automóviles personales eran primero un lujo y solo después un medio de transporte. Y conseguir un coche extranjero era un sueño prácticamente inalcanzable. Sin embargo, para algunos ciudadanos soviéticos, estos sueños se hicieron realidad.
Los coches se otorgaban como premios del gobierno. No obstante, en 1936, Stalin entregó personalmente al piloto Valeri Chkálov un avión U-2 por su vuelo sin escalas desde Moscú hasta la isla Udd, en la bahía de Sajalín. Y en 1937, el piloto recibió un automóvil Packard por su vuelo sin escalas a través del Polo Norte desde la URSS hasta EE UU en un ANT-25. Mijaíl Grómov, otro piloto que cubrió la distancia desde la Unión Soviética hasta San Jacinto, California, recibió a cambio un lujoso automóvil estadounidense Cord 812, el único de su tipo en la URSS.
Tras su regreso a la Tierra, el primer cosmonauta Yuri Gagarin recibió un coche GAZ-69 con chófer personal (era el mismo modelo que usaban los comandantes de unidades militares). Posteriormente, amplió su colección con varios vehículos más. El Consejo de Ministros de la URSS le regaló un Volga GAZ-21 negro con un interior azul algo raro. Además, recibió un deportivo Matra-Bonnet Djet V de Francia. Aunque el obsequio fue aprobado por el embajador soviético en Francia y por ministros del gobierno, el cosmonauta no lo utilizaba con frecuencia. Mijaíl Súslov, secretario del Comité Central del Partido Comunista, no veía con buenos ojos las publicaciones extranjeras sobre la afición de Gagarin a los coches foráneos.
Dachas (casas de campo)
La propia palabra “dacha” apareció en tiempos de Pedro el Grande, quien solía entregar terrenos como recompensa. En la era soviética, las dachas departamentales eran otorgadas frecuentemente a miembros de asociaciones creativas, como sindicatos de arquitectos, artistas o escritores. Surgieron aldeas y pueblos enteros donde destacados representantes de la ciencia y la cultura descansaban y creaban.
Por ejemplo, en los años 30, cerca de Moscú, se fundó el poblado de escritores de Peredélkino, donde las dachas se otorgaban de por vida y se transferían al nuevo propietario seis meses después del fallecimiento del anterior. Allí vivieron figuras como Alexander Fadéiev (La Joven Guardia), Borís Pasternak (Doctor Zhivago), Kornéi Chukovski, Konstantín Símonov, Bulat Okudzhava, Yevgueni Yevtushenko, Andréi Voznesenski y otros.
A finales de los años 40, se creó un asentamiento similar en Mozhinka, cerca de Zvenígorod, destinado a los miembros de la Academia de Ciencias. A los científicos se les asignaban casas de dos plantas, garaje con vivienda para el servicio y amplios terrenos. Allí vivieron Serguéi Vavílov, Vladímir Óbruchev, Lev Landáu, Otto Schmidt y Trofím Lisenko. Los vecinos se reunían en la Casa de los Científicos, que contaba con cine, restaurante, biblioteca, sala de juegos infantiles y sala de billar para adultos.
Viviendas
Las autoridades soviéticas fueron sumamente generosas con sus favoritos. El escritor Máxim Gorki recibió una magnífica mansión en Moscú que, antes de la Revolución de 1917, había pertenecido al filántropo y empresario Serguéi Riabushinski. También se le otorgaron una dacha en las afueras de Moscú (Gorki-10) y una casa en Crimea.
La tranquilidad del escritor estaba garantizada por guardias de seguridad, mientras que el Estado se hacía cargo del mantenimiento de sus residencias y la compra de víveres.
Iósif Stalin, Lázar Kaganovich, Vladímir Nemiróvich-Dánchenko y Herbert Wells visitaban al “petrel de la revolución” en Gorki. El escritor francés Romain Rolland, uno de los invitados, recordaría:
“La mesa rebosa de comida: hay entremeses fríos y todo tipo de jamones y pescados —salados, ahumados, en gelatina. Un plato de esturión con gambas. Urogallo con nata agria, y cosas por el estilo. Se bebe mucho. Gorki marca el ritmo.”
A veces, los regalos no eran lujosos, sino prácticos. En 1957, con motivo del exitoso lanzamiento del primer satélite artificial, el Consejo de Ministros concedió al diseñador Serguéi Koroliov una residencia privada. Él había solicitado una casa más cerca de su lugar de trabajo.
Koroliov acabó viviendo durante seis años en una casa de dos plantas al noreste de Moscú.
Apartamentos
Cuando la bailarina Galina Ulánova fue trasladada del Teatro Kírov (actual Mariinski) al Teatro Bolshói, se le asignó de inmediato un apartamento, y no en cualquier lugar, sino en uno de los famosos rascacielos de Moscú, en el malecón de Kotélnicheskaya.
El famoso obrero modelo y minero Alexéi Stajánov, quien extrajo 102 toneladas de carbón en un solo turno (¡14 veces más de lo normal!), recibió al instante todo con lo que un soviético solo podía soñar: un coche GAZ-M1 y un apartamento completamente amueblado con teléfono, en la famosa Casa del Malecón la Casa del Gobierno en Moscú.
Viajes al extranjero
Viajar al extranjero era prácticamente imposible en la URSS. Los viajes individuales no existían y lograr integrarse en un tour grupal a algún país del bloque socialista cada tres años era el sueño de muchos. Pero no era fácil ser seleccionado (todos los candidatos debían ser aprobados por el KGB), y además costaba mucho: al menos 200 rublos, casi una vez y media el salario medio mensual. Los viajes a países capitalistas estaban reservados a diplomáticos, líderes del partido o a privilegiados. Este último grupo incluía a artistas, especialmente del Teatro Bolshói, y también a estrellas de cine.
Una de las parejas más célebres de la Unión Soviética, la actriz Liubov Orlova y el director Grigori Alexándrov, lo tenían todo.
En 1942, Orlova viajó al extranjero por primera vez, a Irán, donde actuó para el Ejército Rojo. Más tarde asistió a festivales en Checoslovaquia y Venecia, estableció vínculos culturales junto a su esposo en México y realizó giras por Inglaterra. Orlova y Alexándrov también eran amigos de Charlie Chaplin, a quien visitaban con frecuencia en Suiza.