¿Cómo pasaban las vacaciones los nobles en la Rusia zarista? (FOTOS)
Al igual que hoy, los habitantes del Imperio ruso en verano buscaban alejarse de las ciudades para ir al campo, esconderse del sol a la sombra de los árboles y disfrutar de lugares pintorescos en buena compañía.
Por supuesto, en aquella época solo la gente con recursos se podía ir de vacaciones: nobles, comerciantes y habitantes acomodados de las ciudades. Algunos iban de vacaciones a sus propias fincas, otros alquilaban dachas en el campo e invitaban allí a sus parientes o amigos.
Las diversiones populares incluían charlas, música y representaciones teatrales de aficionados.
Sin embargo, el pasatiempo más frecuente y favorito eran las largas meriendas al aire libre. Una especie de sobremesa rusa.
Los veraneantes también pasaban el tiempo con un libro.
A los nobles rusos les encantaban los pícnics en la naturaleza.
Incluso la familia real se sentaba a menudo en la hierba. En esta foto aparecen la emperatriz María Fiódorovna, grandes duques y duquesas y otros familiares de los Romanov.
Otra forma popular de escapar de la ciudad fueron unas vacaciones en la playa. Casi siempre elegían Crimea y sus pintorescos alrededores. Aquí venía para mejorar su salud gracias a la curativa brisa marina.
Y, por supuesto, hacían paseos por la montaña.
La familia real y los nobles ricos tenían sus palacios y casas en la costa. La foto muestra a la princesa Yusúpova (a la izquierda) en su palacio de Crimea, en Koreíz.
También construyeron aquí unas dachas más modestas. Por ejemplo, Antón Chéjov, que padecía tuberculosis, acudía a menudo a su dacha en Crimea.
En Crimea se podía conocer a intelectuales de todo tipo y comunicarse con ellos en un ambiente informal. Lev Tolstói recibió aquí a muchos invitados: el escritor vivió en el palacio de sus amigos durante casi un año.
Los viajes a los balnearios minerales del Cáucaso también estaban de moda. En la foto: dos jóvenes en Yesentukí.
Mijaíl Lérmontov describió con detalle este tipo de vacaciones, cuando la gente bebía agua mineral y paseaba por la montaña, en su novela Un héroe de nuestro tiempo.
Cabe destacar que la nobleza nunca se bañaba en el mar ni en los lagos: se consideraba una actitud propia de las clases bajas. Incluso en la playa permanecían completamente vestidos.
Tomar el sol también se consideraba indecente, así que todos intentaban esconderse bajo sombrillas y toldos.
En raras ocasiones, sólo a los niños se permitía nadar.
Sin embargo, la nobleza no sólo contemplaba el agua desde lejos, sino que también hacían paseos en barco o en crucero.
Los cruceros en barco de vapor por el río Volga eran especialmente populares.
La familia real viajaba a menudo en su propio yate.
Después desembarcaban en la orilla y disfrutaban de unas vacaciones activas. Nicolás II, por ejemplo, era muy aficionado al tenis: toda la familia jugaba con los oficiales del yate.
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