La historia secreta de los científicos alemanes que construyeron la bomba atómica soviética
Los soldados soviéticos se debieron sorprender mucho cuando llegaron a la casa del barón Manfred von Arbenne cerca de Berlín en 1945. Tal y como lo describió un testigo, el lugar que era mitad mansión, mitad castillo tenía una señal en ruso que decía “Dobró pozhálovat!” (¡Bienvenidos!). “Arbenne entendía bien de dónde venía el viento ahora”, bromeaban los oficiales.
Arbenne era un científico que había desarrollado el primer amplificador de banda ancha y que también trabajó en el proyecto nuclear de Hitler. Quedó atrapado en la zona soviética y supo que iba a tener que trabajar para Moscú. Tal y como lo hicieron muchos de sus compañeros.
Cerebros como trofeos
En primavera de 1945 estaba claro que la Segunda Guerra Mundial se acercaba a su final. Tanto la URSS como Occidente empezaban a prepararse para la Guerra Fría y cada uno de los bloques estaba planeando nuevas y potentes armas. Ambos querían utilizar a los científicos de la Alemania nazi para desarrollar sus nuevas tecnologías.
EE UU forzó a colaborar a Wernher von Braun y a Werner Heisenberg, dos científicos clave en el proyecto nuclear alemán. Moscú también capturó a varios científicos de renombre. Tal y como afirmó el periodista Vladímir Gúbarev, que escribió un libro sobre el programa nuclear soviético: “Uno no debería subestimar la contribución alemana sobre el desarrollo de la industria nuclear soviética”.
El barón y los comunistas
Manfred von Ardenne tuvo una vida increíble. Nació en una familia noble y fracasó en la secundaria. Posteriormente el barón inventó más de 600 patentes, incluido el primer microscopio de electrones de alta resolución. Aunque tuvo que trabajar para tres líderes totalitarios: Adolf Hitler, Iósif Stalin y Erich Honecker.
Después de que los soviéticos llegaran a Berlín, el mandatario soviético a cargo del programa atómico, Lavrenti Beria, hizo una oferta a Ardenne que no podía rechazar. Dejar la electrónica y ponerse a trabajar en la bomba atómica de la URSS.
Desde Berlín a Sujumi
Ardenne pidió que le dejaran centrarse en el desarrollo del proceso de separación del isótopo para obtener explosivos nucleares, como el uranio-235. Beria estuvo de acuerdo. Posteriormente el científico se refirió a su papel en el programa nuclear soviético como “la tarea más importante en la que me han colocado la fortuna y los eventos tras la guerra”.
Aunque Ardenne ya estaba familiarizado antes con el uranio. Como Vadim Gorélik escribió en un artículo en la revista Neue Zeiten: “Durante la Segunda Guerra Mundial los prisioneros compraron a Ardenne un ciclotrón y un centrifugador de uranio con los que se podría haber creado material para la bomba nuclear del Führer”. Pero Alemania perdió la guerra y Ardenne fue a trabajar a Sujumi (Abjazia, actualmente) en la partición de isótopos y con más de 100 personas a su cargo.
Su trabajo tuvo éxito y en 1947 obtuvo el Premio Stalin y de nuevo en 1953 fue galardonado con un Premio Stalin de primera clase. En 1955 volvió a Alemania del Este. Era un hombre talentoso y que no se hundía fácilmente. Vivió 42 años más y realizó importantes investigaciones en física y medicina.
Héroe del trabajo socialista
Pero no fue el único científico “invitado” a trabajar en el programa nuclear soviético. El físico y ganador del Premio Nobel, Gustav Hertz; el físico y químico Max Volmer, que posteriormente dirigió la Academia de las Ciencias de Alemania del Este; Max Steenbeck, pionero en el desarrollo de supercríticas y otros muchos.
Nikolaus Riehl quizá tuvo el destino más interesante de todos. Este físico nació en San Petersburgo en 1901 y se mudó a Alemania en los años 20, pero fue obligado a volver a Rusia 20 años después. Sus colegas soviéticos lo llamaban Nikolái Vasílievich.
Vladímir Gúbarev recuerda: “Los servicios secretos estadounidenses y soviéticos siguieron a Riehl después de la guerra... tuvimos suerte y trabajó para la URSS”. En la fábrica Elektrostal de la región de Moscú, consiguió, junto con otros científicos, crear el uranio necesario para fabricar una bomba. Le entregaron por ello el título de “Héroe del trabajo socialista” y fue el único alemán en conseguirlo.
“A Nikolas Riehl le encantaba llevar su medalla y enseñarla siempre que podía” escribe Gúbarev. “Todo el dinero que recibió se lo entregó a los prisioneros de guerra alemanes que trabajaban en Elektrostal, y ellos lo recordaban incluso décadas después”.
En 1949 la URSS obtuvo su bomba atómica y en los años 50, después de completar su trabajo, la mayoría de los científicos fueron a Alemania del Este. Algunos, como Riehl, incluso pudieron huir a Alemania Federal.
En este texto contamos desde otra perspectiva cómo fue la creación de la primera bomba nuclear soviética.