El brutal y sangriento asedio que inició las relaciones comerciales entre Rusia y China
En 1727, los rusos erigieron una fortaleza en la encrucijada del Imperio Ruso y el Imperio Qing. La fortaleza creció hasta convertirse en una ciudad que se fusionó con un asentamiento comercial cercano llamado Kiajta. Con el tiempo, Kiajta se convirtió en el centro del comercio entre los dos Imperios y ayudó a introducir el té chino entre los habitantes de la parte europea de Rusia.
Un siglo antes, Rusia ya había mostrado interés en establecer relaciones comerciales con China. Los primeros enviados rusos viajaron a China en 1618 y, más tarde, el país envió a Pekín muestras de productos fabricados en Rusia. A pesar de los repetidos intentos de impulsar el comercio entre ambos países, éste no despegaría hasta que las dos partes se enfrentaron militarmente por primera vez.
A partir de 1652, empezaron a producirse escaramuzas entre los exploradores, aventureros y militares rusos y las fuerzas de la dinastía Qing de China. En el centro del conflicto estaba el control de las zonas de Siberia a lo largo del río Amur, donde abundaban las valiosas pieles. Ambos bandos tenían su visión de la región y no se privaron de utilizar a la población local para abastecerse de alimentos o, en el caso de la dinastía Qing, recaudar impuestos.
Las intermitentes hostilidades culminaron cuando las tropas Qing sitiaron el fuerte cosaco de Albazin en 1686. Fue un asedio brutal que se cobró muchas vidas en ambos bandos. Incapaz de capturar una fortaleza tecnológicamente avanzada, un general Qing decidió matar de hambre a las fuerzas rusas defensoras bloqueando el acceso al río cercano.
Como resultado, muchos combatientes rusos murieron de enfermedades como el escorbuto, el tifus y el cólera. Sin embargo, los soldados Qing murieron de hambre y frío fuera de los muros de la fortaleza, hasta el punto de que algunos de ellos practicaron el canibalismo. Unos 600 hombres rusos y más de 1.500 soldados Qing murieron a consecuencia del asedio.
Para evitar más sufrimientos innecesarios, Rusia mandó enviados a Pekín, que llegaron en octubre de 1686 ofreciendo la paz. Como resultado, el emperador Qing ordenó el fin del asedio. Las tropas Qing ofrecieron comida y medicinas a los 24 defensores rusos que quedaban en la fortaleza.
El resultado de esta batalla fue un tratado entre Rusia y la dinastía Qing, conocido como el Tratado de Nérchinsk. Los rusos cedieron Albazin a los Qing, pero conservaron la cercana ciudad de Nérchinsk. Independientemente de las interpretaciones contradictorias del tratado por parte de los historiadores, generalmente se considera el inicio de las relaciones comerciales establecidas entre ambos países.
Los rusos y los chinos empezaron a comerciar en la ciudad de Nérchinsk, pero, poco a poco, Kiajta sustituyó a Nérchinsk como la mayor ciudad comercial de la frontera ruso-china de la época. La intensificación del comercio entre los dos estados dio lugar a la creación de la Ruta del Caballo del Té del norte, una ruta comercial que se extendía desde Wakhan hasta San Petersburgo, pasando por ciudades como Kiajta, Krasnoyarks, Nizhni Nóvgorod y Moscú a lo largo del camino.
El principal producto comercial exportado de China a Rusia era el té. A cambio, los chinos recibían de Rusia ropa, pieles, cuero y otros productos.
Durante casi un siglo, Kiajta abasteció a otras ciudades de Rusia con té procedente de China. A principios del siglo XX, Rusia se había convertido en uno de los principales importadores de té chino, recibiendo más del 60% de todo el té chino exportado.
Cuando los rusos pusieron en marcha el ferrocarril transiberiano en 1891, Vladivostok superó a Londres en volumen de comercio de té -haciendo a esta última prácticamente irrelevante para la exportación china-, porque ahora resultaba mucho más barato y rápido transportar el té desde la ciudad china de Hankou hasta Vladivostok y luego a las zonas europeas de Rusia.
La revolución bolchevique de 1917 en Rusia puso fin a la era del comercio activo entre ambos países. Antes de la revolución, los rusos poseían seis fábricas de té en Hankou y todas ellas cerraron cuando el nuevo gobierno soviético negó a los comerciantes rusos los privilegios comerciales en la zona de los que habían disfrutado durante el régimen zarista.
El efecto del cierre de las fábricas de té rusas fue tan generalizado que la economía de Hankou entró en una espiral descendente.
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