Este escritor estadounidense convivió con Tolstói y viajó con vagabundos por Rusia
Flynt viajó a Rusia para escribir sobre la Exposición Industrial y Artística Panrusa de Nizhni Nóvgorod. Como periodista extranjero, le dieron un billete gratuito durante tres meses para viajar en primera clase en los ferrocarriles del país. Según él, a lo largo del verano tuvo tiempo de “visitar cientos de ciudades y pueblos en diversas partes del imperio”. Flynt se preparó meticulosamente para el viaje, aprendiendo 250 palabras en ruso y llevando consigo 75 dólares. Pasaba las mañanas y las tardes estudiando una ciudad u otra, y por la noche tomaba el tren para continuar su viaje.
Un conde vestido de ‘muzhik’
Decidió empezar a descubrir el país en Yásnaia Poliana, la finca familiar de Lev Tostói. Pero Flynt nunca había leído las novelas de Tostói. “En 1896, en Yásnaia Poliana, vi a un anciano bien conservado, con los ojos grises hundidos bajo unas pobladas cejas. Vestía las sencillas ropas campesinas de las que se decían tantas tonterías. En Rusia, sin embargo, cualquiera que viva en el campo lleva ropa que se parece a la de un muzhik en forma y corte cuando llega el verano. En los meses más cálidos, la principal diferencia entre el atuendo de un muzhik y el de su amo es que la ropa de este último está limpia”.
Después pasó diez días en la finca del escritor, durmiendo en la biblioteca o en el granero de la casa de al lado, donde vivían dos ayudantes de Tolstói. Trabajó con los campesinos recogiendo el heno, habló con las hijas del conde y con el propio escritor ruso. Le sorprendió la sencillez y el ingenio del gran autor. El propio autor venía a veces a buscarle para cenar. Hablando de esos diez días, Flynt dijo que nunca más había tenido la oportunidad de pasar el tiempo “en un lugar tan luminoso y acogedor” y dijo de Tolstói: “Si ser como él significa convertirse en un hipócrita, sería bueno que todos nos convirtiéramos rápidamente en hipócritas”.
De profesión: vagabundo
Flynt conoció a vagabundos en Yásnaia Poliana. Todos los días acudían allí entre 10 y 12 personas con la certeza de que les darían de comer. Fue entonces cuando tuvo la idea de unirse a ellos. Tolstói le apoyó: “Si hubiera sido más joven, yo mismo me habría ido con los vagabundos. Ahora soy demasiado viejo. He viajado mucho y he visto la vida, pero verás mucho más si vas directamente con los vagabundos”.
Flynt no se interesó por ellos por casualidad. Él mismo había vagabundeado en su juventud y, tras estudiarlos bien, empezó a escribir libros y ensayos sobre ellos. Flynt estaba tan familiarizado con esta vida oculta para la mayoría de la gente que Jack London le dedicó su colección Los Vagabundos del Ferrocarril.
Tras cambiarse de ropa, emprendió un viaje en compañía de un estudiante moscovita. Flynt llevaba consigo varios documentos, entre ellos una carta de recomendación del príncipe Jilkov, ministro de Comunicaciones, para sorpresa de los policías que lo detuvieron. Sus compañeros de viaje se referían al estadounidense como un “hermano lejano”. “Siempre querían saber de dónde era, y yo siempre les decía la verdad. “América, América...” - repetían estas gentes sencillas. “América, ¿qué provincia del Imperio es ésa?”
La vida de un vagabundo
El escritor estadounidense estudió las costumbres de los vagabundos rusos. En sus ensayos, cuenta que entre ellos existían cárteles o clanes enteros. Algunos se dedicaban a actividades delictivas: falsificación de documentos o robos. Otros, en cambio, llevaban una vida austera. Muchos eran oficialmente campesinos, pero no trabajaban la tierra, saqueaban o pedían limosna. Contratar a un vagabundo como plañidero en un funeral se consideraba una gran oportunidad.
Preguntándose si los vagabundos podrían volver a un modo de vida considerado normal por la sociedad, Flynt citó a un príncipe ruso. En una conversación con Flynt, éste dijo: “No hay duda. Todos somos vagabundos, cada uno de nosotros”.
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