Cómo un preso del GULAG acabó siendo su jefe
El “demonio incansable” del “Archipiélago” (como se conocía al Gulag), así describió a Naftali Frenkel Alexánder Solzhenitsin, el principal cronista del sistema soviético de campos de trabajos forzados. La publicación del libro de Solzhenitsin "Archipiélago Gulag" dio a conocer ampliamente a Frenkel: el autor lo nombra como la persona que estuvo detrás de la idea de utilizar el trabajo masivo de prisioneros en la URSS. “Parece que ya había campos antes de Frenkel, pero no habían adoptado esa forma final y unificada que sabe a perfección”, escribió Solzhenitsin con amarga ironía.
De millonario a prisionero
La vida de Naftali Frenkel es una auténtica historia de éxito. La fortuna le siguió allá donde fue, incluso a los lugares de detención. Frenkel nació en 1883, en el sur de Rusia. En general, los judíos de la Rusia zarista lo pasaban mal: estaban privados de muchos derechos y sólo podían trabajar como pequeños comerciantes o en empresas artesanales. Sin embargo, Frenkel tuvo suerte de encontrarse en Odessa, una ciudad donde un tercio de la población era judía y los judíos tenían muchas más oportunidades.
Naftali aprendió el negocio de la construcción, trabajó como capataz y más tarde se convirtió en un comerciante de madera con mucho éxito. Luego, durante los años de la Primera Guerra Mundial, hizo una fortuna con la venta de armas, pero sus planes de futuro y posibles nuevos éxitos se vieron interrumpidos por la Revolución de 1917. Para entonces, Frenkel, un notable hombre de negocios, se vio obligado a transferir su dinero al extranjero para no perderlo todo, y durante un tiempo se escondió en Turquía.
Pero en la década de 1920 se introdujo en la URSS la Nueva Política Económica: El país se encontraba en un grave declive económico, por lo que los bolcheviques suavizaron la política del Comunismo de Guerra y recuperaron las pequeñas empresas. Frenkel regresó a Odessa y se dedicó al comercio y al contrabando. En sus memorias, algunos de sus contemporáneos han sugerido que es muy posible que Frenkel colaborara con los servicios especiales locales realizando para ellos operaciones de cambio de divisas o facilitando información sobre redes de delincuencia.
Pero el éxito de las transacciones clandestinas de Frenkel llamó la atención de las autoridades de Moscú. En 1924 fue condenado a muerte, posteriormente conmutada por 10 años de trabajos forzados en el campo de prisioneros de Solovkí, en las islas Solovetski del Mar Blanco.
Los campos de prisioneros antes de Frenkel
En la década de 1920 la URSS ya contaba con un sistema de campos de prisioneros, pero aún distaba mucho de ser el Leviatán punitivo-correccional de masas en que se convertiría a mediados de la década de 1930. Las condiciones en las que se mantenía a los reclusos aún no eran tan severas, los prisioneros no pasaban tanta hambre y no estaban exhaustos por el incesante trabajo agotador, como ocurrió más tarde.
El campo de prisioneros de Solovetski fue uno de los primeros en crearse. Un monasterio convenientemente situado en una isla del norte de Rusia era un lugar "perfecto" de destierro y detención. Los prisioneros vivían en antiguas celdas monásticas y edificios eclesiásticos.
“Al verse en una trampa, evidentemente decidió hacer también un análisis comercial de esta vida”, dice Solzhenitsin sobre Frenkel. En los primeros meses de su detención, Frenkel ya había tenido la iniciativa de montar talleres artesanales para rentabilizar el campo.
La dirección aprobó la iniciativa y los prisioneros de Solovkí empezaron a confeccionar ropa y zapatos que luego suministraban a las tiendas de Moscú. Por cierto, entre la materia prima que utilizaban estaba el cuero encontrado en los almacenes del monasterio. En 1927, el preso emprendedor fue puesto en libertad anticipada y nombrado jefe del departamento de producción del campo.
Frenkel transforma los campos
Frenkel tenía planes más ambiciosos: en 1929 presentó un proyecto a Moscú en el que proponía utilizar la mano de obra masiva de los prisioneros para construir carreteras, presas y otros proyectos de infraestructura. A las autoridades soviéticas, que estaban embarcadas en su política de industrialización, les gustó tanto el plan que le pidieron a Frenkel que dirigiera todo el proceso de producción del sistema del Gulag.
Fue Frenkel quien convirtió los campos de detención en colonias de “trabajo correctivo”. Bajo su dirección, los prisioneros, que constituían una mano de obra gratuita, participaron en los proyectos de construcción más ambiciosos de la URSS. Era esencialmente trabajo esclavo.
Se abrieron nuevos puestos avanzados del Gulag por todo el país para los proyectos de Frenkel, a los que se enviaban cada vez más prisioneros. “Y no estaba nada claro si los presos los construían porque estaban en la cárcel o si estaban en la cárcel para poder construirlos”, afirma el destacado periodista Leonid Parfiónov en su documental Russian Jews.
Canal Mar Blanco-Báltico y Ferrocarril Baikal-Amur
Uno de los principales proyectos ejecutados por Frenkel fue el Canal mar Blanco-Báltico (Belomorkanal). Construido en un tiempo récord -menos de dos años (1931-33)-, tenía 141 millas de longitud. Hasta 108.000 prisioneros trabajaron en él a la vez y unos 12.000 de ellos perecieron.
Otro proyecto de construcción a gran escala, el ferrocarril principal Baikal-Amur (BAM), se prolongó hasta los años 80 y fue completado por jóvenes soviéticos que ahora elegían libremente trabajar allí. Pero fue iniciado por Frenkel. Ya había muchos campos diseminados por Extremo Oriente donde los prisioneros extraían minerales y metales raros, e incluso trabajaban en minas de uranio.
El ferrocarril debía unir muchos yacimientos y facilitar el proceso de explotación de los recursos naturales del país. Para el BAM se crearon seis nuevos campos en Extremo Oriente. Más de 150.000 prisioneros se embarcaron en su construcción en las condiciones más difíciles del norte en 1938. Construyeron los primeros tramos, pero el proyecto se detuvo a causa de la Segunda Guerra Mundial.
Aparte del uso de mano de obra esclava de los prisioneros, el genio maligno Frenkel ideó otra innovación: una dieta diferenciada para los prisioneros. En los años 20 la ración era la misma para todos los detenidos, pero con el “método Frenkel” las raciones se entregaban en función del grado en que los prisioneros cumplían sus objetivos de trabajo (que a menudo se fijaban a un nivel irrealmente alto).
El triunfo final de un genio del mal
Los contemporáneos recuerdan a Frenkel como un hombre amante del poder y exigente, pero al mismo tiempo como un hombre muy culto dotado de una memoria fenomenal. Incluso en las obras del Canal del Mar Blanco solía ir de un lado para otro con un bastón y lucía un "siniestro bigote hitleriano".
En 1947, Frenkel, ya general del NKVD, fue retirado por motivos de salud. El historiador Vadim Erlijmán cree que Frenkel dejó el servicio fingiendo una enfermedad grave, ya que sentía que las nubes se oscurecían sobre él en un momento en que el antisemitismo estaba en alza en la URSS.
Vivió sus últimos años modestamente e incluso un poco en secreto, evidentemente temeroso de que las autoridades de seguridad vinieran a buscarle. Erlijmán escribe que Frenkel guardaba debajo de la cama un “botiquín de prisión” con pan seco y una muda de ropa interior. No entraba en detalles sobre su anterior trabajo y se limitaba a decir que había construido carreteras. Tampoco dejó memorias. Frenkel tuvo suerte de no acabar dentro del sistema que él mismo había ideado con tanto detalle. Muchos de sus colegas del sistema represivo no tuvieron tanta suerte. Se sabe que murió de causas naturales en su piso de Moscú a los 76 años. “Su muerte pacífica en 1960 fue el triunfo final de Naftali Frenkel” escribió Erlijmán.
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