Alexander Suvórov, el líder militar ruso que luchó en 60 batallas y no perdió ni una
El Generalísimo vivía según el principio de las “tres artes de la guerra”: brújula en el ojo, celeridad y empuje. Con la primera se refería a la capacidad de encontrar un punto débil en las defensas del enemigo, un punto crucial para llevar a cabo un ataque principal. La celeridad era la capacidad de tomar y ejecutar decisiones, y el empuje era la acción lógica y coordinada de unidades bien entrenadas.
Esta táctica la empleó con éxito en batallas contra los turcos, los insurgentes polacos y los franceses. Aunque el enemigo les superaba en número, los militares rusos lograron la victoria en repetidas ocasiones gracias a su decisión y coraje.
El 22 de septiembre de 1789, cerca de Râmnicu (Valaquia), Suvórov, con 7.000 soldados rusos y 18.000 aliados austriacos, aplastó a tropas turcas que sumaban 100.000 hombres. Y el 22 de diciembre de 1790, tomó una fortaleza turca supuestamente inexpugnable, Izmail, a orillas del Mar Negro.
Durante la guerra de la Segunda Coalición (1789-1802), el jefe militar se distinguió especialmente durante las campañas de Italia y Suiza. Su nombre resonó en todo el Viejo Continente.
Los dos más grandes caudillos de la época, Napoleón Bonaparte y Alexander Suvórov, sin duda se conocían. “Es un héroe, un monstruo y un hechicero”, escribió Suvórov a su sobrino. “Es a la vez el amo de la naturaleza y el amo del hombre... Ha cortado el nudo gordiano de la táctica. Sin preocuparse por el número, ataca al enemigo desde todos los flancos y lo destruye. Conocía la fuerza incontenible de sus asaltos”. Bonaparte, por su parte, fue más reservado en sus elogios, afirmando simplemente que Suvórov tenía el corazón, pero no el espíritu, de un gran comandante.
Es imposible decir cuál de los dos era mejor en la guerra: nunca se enfrentaron en el campo de batalla.
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