5 cosas que deberías saber sobre el ‘Slavianski Bazar’, el primer restaurante de Moscú
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1. Deslumbraba por su lujo
“En el centro de la ciudad solo había un ‘restaurante’: el ‘Slavianski Bazar’”, escribió el historiador Vladímir Guiliarovski. Fue inaugurado en 1873, en la calle Nikólskaya, en pleno corazón de Moscú, junto al hotel del mismo nombre, por el empresario Alexánder Porojovshchikov. Según los testimonios de la época, bajo su cúpula de cristal se escondía un magnífico interior con una galería de bustos de escritores rusos, una fuente murmurante y sofás de terciopelo color granate oscuro.
El gran salón, decorado al estilo ruso, estaba adornado con el cuadro de Iliá Repin “Compositores eslavos”. Aunque el escritor Iván Turguénev lo calificó como “una ensalada fría de vivos y muertos”, en honor a la obra se celebró una lujosa recepción a la que asistió toda la alta sociedad moscovita.
El menú (en ruso y en francés) ofrecía pescado y carne fresquísimos, frutas exóticas cultivadas especialmente en un invernadero, y una enorme variedad de aperitivos y encurtidos preparados allí mismo. El chef, Vladímir Ivanov, era ruso, y los camareros servían a los comensales vestidos de frac.
2. Entre sus clientes había artistas y escritores
El establecimiento se convirtió de inmediato en un “lugar de poder”. Por supuesto, también acudían los huéspedes del hotel, entre los cuales, según Guiliarovski, había “ministros de San Petersburgo, buscadores de oro de Siberia, terratenientes de las estepas con cientos de miles de hectáreas... y también estafadores y jugadores de cartas de la capital”. Pero sus verdaderos habituales eran artistas y escritores famosos. Allí, por ejemplo, se organizaron recepciones en honor a los compositores Piotr Chaikovski y Antonín Dvořák.
Y en junio de 1897, en un salón privado, se encontraron Konstantín Stanislavski y Vladímir Nemiróvich-Dánchenko. Su reunión duró 18 horas. Durante el desayuno, el almuerzo y la cena debatieron sobre el arte escénico, el programa y los principios de un nuevo teatro. Un año después “nació” el Teatro de Arte de Moscú.
3. Aquí se comía “hasta las grullas”
“El aparador negro con adornos bajo el reloj, que ocupaba toda la pared trasera y estaba cubierto de aperitivos, parecía la mesa de un laboratorio rico lleno de coloridas preparaciones”, así describían los visitantes el restaurante.
Uno podía comer por 30 kopeks: el precio incluía varias copas de vodka y una abundante cantidad de entremeses. En las mesas del “Slavianski Bazar” los comerciantes cerraban y celebraban sus tratos. A veces, estas reuniones se prolongaban hasta las tres de la tarde: el champán, los licores y otras bebidas corrían a raudales. Hasta que llegaba el turno de las “grullas”.
El cliente que pedía un coñac servido en una botella de cristal tallado decorada con grullas y pagaba 50 rublos por él (el equivalente al salario de varios meses de un maestro de escuela), podía llevarse la botella a casa. Algunos incluso competían por ver quién acumulaba más “grullas”: uno de los parroquianos llegó a reunir siete.
4. También podían acudir mujeres
El restaurante permitía la entrada de mujeres casadas sin acompañante masculino, sin provocar el reproche de la sociedad. No es casual que en el relato de Chéjov La dama del perrito, la protagonista se alojara precisamente en el “Slavianski Bazar”. También allí, en La gaviota, el escritor Borís Trigorin cita a Nina Zarechnaya antes de que ella parta a Moscú para convertirse en actriz.
5. De restaurante a teatro
Tras la Revolución, el lujoso restaurante fue convertido primero en cuartel militar y luego en comedor para los trabajadores del Comité Central y del Consejo de Ministros. Durante algún tiempo, el edificio albergó teatros. El “Slavianski Bazar” reabrió sus puertas en 1966, ofreciendo a sus visitantes platos tradicionales de la cocina rusa. En 1993 el restaurante se incendió, pero recientemente se ha anunciado que el edificio será restaurado para albergar un nuevo teatro.