¿Qué son los ‘iconos infernales’ rusos y quién los creó?
Iconos condenados al fuego
La hagiografía apócrifa de San Basilio describe un episodio en el que el santo rompió, de repente, con una piedra el icono milagroso de la Madre de Dios situado en la Puerta de Santa Bárbara de la ciudad amurallada de Kitái-gorod, en Moscú. Los ciudadanos, indignados le propinaron una paliza. Sin embargo, no dijo nada en su defensa, limitándose a ordenar que rasparan la pintura de la obra religiosa. Cuando los feligreses lo hicieron, vieron por fin que debajo de la imagen sagrada estaba dibujado el diablo. Y los supuestos milagros de los que habían sido testigos hasta el momento no eran en realidad más que una ilusión, para seducir a los fieles. Como resultado, el pintor de iconos fue ejecutado y el santo recibió una disculpa.
Se cree que ésta es una de las primeras referencias a los llamados “iconos infernales”: bajo los rostros de los santos, detrás de los marcos, se escondían imágenes de demonios, y a veces se añadían cuernos a las representaciones. Se creía que rezar ante un icono de este tipo con doble imagen, sin saberlo, equivalía a dirigirse a las fuerzas del infierno.
En el siglo XIX, una oleada de información sobre iconos del Infierno recorrió Rusia: supuestamente se descubrieron en varias regiones. Por ejemplo, el periódico Moskovskie Védomosti informó de que “en la aldea de Stetsovka, en la provincia de Jersón, el clero local exigió que se comprobaran todos los iconos presentes y cubiertos con láminas metálicas levantando el cartón. Los aldeanos aseguraron haber encontrado unas cinco imágenes del diablo”.
En efecto, cualquier grieta o irregularidad en la capa coloreada del icono se percibía como la maquinación de una fuerza maligna; al fin y al cabo, allí podían esconderse imágenes del diablo. Por eso los campesinos enviaban decididamente estas obras al fuego.
Un asunto sencillo
En su ensayo De los iconos del Infierno, el escritor Nikolái Leskov explica cómo aparecieron estas imágenes y cómo distinguirlas de las reales.
Se hacían con materiales baratos (por eso la capa de pintura se agrietaba tan rápidamente) y casi siempre en el llamado estilo “friazhski”, que surgió en el siglo XVII bajo la influencia de la pintura europea occidental y se distinguía por el realismo de las imágenes. ¿Quién estaba detrás de todo esto? Una de las versiones más extendidas asocia estas imágenes con los Viejos Creyentes, los ortodoxos que rechazaban las reformas religiosas del siglo XVII y vivían según el rito antiguo, por lo que sólo reconocían el friazhski. Sin embargo, no hay pruebas de ello. Tampoco hay pruebas de que los iconos del Infierno aparecieran como resultado del enfrentamiento entre los herejes y la Iglesia oficial.
Sin embargo, Leskov describe vívidamente el sistema comercial que permitía la existencia de tales iconos. Un comerciante vendía “antigüedades falsas” con demonios ocultos bajo la imprimación, dibujados especialmente para él. Y un segundo, siguiéndole, ”desenmascaraba” a su homólogo. Fingiendo estar molesto porque la gente ya había comprado estas imágenes no auténticas, pedía verlas, raspando con confianza la pintura donde se representaba la fuerza impura. E inmediatamente declaraba que esos iconos no eran cristianos, sino infernales. ‘Los campesinos se horrorizaban entonces y entregaban a este embaucador sus iconos 'infernales' en los que se revelaban los demonios, para que se los llevara lejos, y le compraran o intercambiaran otros iconos en los que estaban seguros de no encontrar tales sorpresas’, explica Leskov.
Una broma diabólica
Sin embargo, la aparición de estos iconos puede haber sido el resultado de una broma pesada. Por ejemplo, el escritor Maxim Gorki confesó que, durante su breve empleo en un taller de pintura de iconos, solía animar a los maestros a dibujar cuernos. Por eso le apodaron “el diablillo”. Cuando le despidieron, uno de los pintores de iconos le regaló como despedida un icono con la imagen del diablo, hecho especialmente para él. Confesó al escritor Iliá Sorguchev: “Nunca he podido desprenderme de él. Incluso en la Fortaleza de Pedro y Pablo, estaba conmigo. Se llevaron todas las cosas, pero el icono se quedó”.
Hay otra explicación más prosaica. Los campesinos pueden haber confundido iconos perfectamente corrientes con obras “del infierno”, por ejemplo, obras que representan el Juicio Final o la tentación de un santo por fuerzas malignas. También pueden haber considerado “diabólica” la imagen de San Cristóbal, pintado con cabeza de perro.
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