Ruinas de civilizaciones perdidas en lugares remotos de Rusia
1. La nariz del diablo, Carelia
A primera vista este pintoresco cabo en la costa oriental del lago Onega (el segundo más grande de Europa y situado 700 km al noroeste de Moscú) parece otro bello lugar en el que poder cazar y pescar. No hay nada diabólico, aunque sea solo a primera vista.
Cuando los monjes ortodoxos llegaron aquí en el siglo XVI descubrieron que estaba profusamente decorado con petroglifos realizados antiguamente. Hay uno - concretamente el segundo más grande, que tiene una longitud de 2,46 metros- que muestra “al demonio” como un gigante antropomorfo de cabeza cuadrada. Los monjes temían tanto aquella imagen que tallaron una cruz con la esperanza de que Jesús doblegara al hechicero pagano.
Los arqueólogos han examinado durante años los petroglifos de la Nariz del Diablo y creen que estos dibujos tienen unos 5.000 años de antigüedad. Los autores quizá fueran los ancestros de los actuales carelios o de los fineses y resulta difícil afirmar si los petroglifos tenían algún tipo de oscuro poder místico. Nadie ha vivido en la Nariz del Diablo desde hace décadas y el último pueblo en la zona desapareció en la década de 1970.
2. Arkaim, región de Cheliábinsk
Este asentamiento descubierto a finales de la década de 1980 se encuentra, literalmente, en mitad de la nada. Lo único que hay alrededor es estepa y más estepa. Los arqueólogos comenzaron a excavar en los años 90 y todavía continúan.
En algún momento del tercer o segundo milenio a.C. Arkaim fue un lugar vibrante, una ciudad grande con una plaza central y protegida por murallas y un foso. Según los historiadores, los habitantes de Arkaim eran sedentarios y criaban ganado, algo poco habitual para los habitantes de la estepa en aquella época.
Esta antigua ciudad es un tesoro para los científicos pero a quienes verdaderamente gusta es a los pseudocientíficos. Según varias leyendas Arkaim era “la ciudad del Sol”, la cuna de todas las civilizaciones y sus habitantes eran los “auténticos rusos”. Así que los rusos serían los ancestros de toda la humanidad. Los historiadores más rigurosos se muestran muy escépticos con estas “teorías”.
3. Meseta de Ukok, Altái
Los pueblos de Altái creen que la meseta de Ukok, situada en el sur de esta república a 3.000 km al este de Moscú, es sagrada. Es el lugar en el que habitan las almas de los ancestros y por eso es un lugar muy respetado. Aquí está prohibido hablar alto para no molestar a los muertos. Aunque eso es lo que no hicieron los arqueólogos, que en 1993 encontraron una momia de unos 2.500 años de antigüedad en un sorprendente estado de conservación. Los periodistas la llamaron “la princesa de Altái”, aunque quizá sea una exageración parece claro que perteneció a algún tipo de nobleza local.
Los científicos llevaron la princesa a Novosibirsk, una ciudad que cuenta con la infraestructura necesaria como para poder estudiar la momia, pero esto provocó la indignación de los habitantes de Altái. Según sus creencias la mujer contaba con poderes místicos y protege la región. Su retirada augura, según ellos, una serie de catástrofes.
La discusión entre los nativos del lugar y los arqueólogos se prolongó durante más de dos décadas. En 2012 la momia volvió a la república de Altái. Según creen los locales, la mujer, a la que llaman Ak-Kadyn, sigue enfadada con ellos. Esa fue la causa de las inundaciones que en 2014 acabaron con la vida de varias personas.
4. Callejón de huesos de ballena, Chukotka
Es difícil encontrar un lugar más remoto en Rusia que la isla de Ittygran, cerca de la costa de Chukotka, unos 6.500 km al este de Moscú. La isla está desierta pero cuenta con unos inquietantes signos de presencia humana. La playa está decorada con una serie de maxilares y costillas de ballenas boreales en un orden estrictamente geométrico. Cada hueso mide más de 5 metros.
Los esquimales erigieron esta extraña construcción arquitectónica, que también incluye pirámides construidas a base de cráneos de ballena, en la Edad Media. No vivían en la isla y el lugar era un santuario.
Algo ocurrió que hizo que los esquimales abandonasen el lugar para siempre. Actualmente nadie reza allí pero el callejón de los huesos de ballena sigue allí, silencioso y misterioso.
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