La historia del dron soviético Tu-123 ‘Halcón’

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Mucho antes de que los drones se volvieran parte de la vida cotidiana, la Unión Soviética ya exploraba el cielo con tecnología pionera. Uno de sus proyectos más ambiciosos fue el Tu-123 ‘Yastreb’ (en español, ’Halcón’), un dron supersónico desarrollado en plena Guerra Fría con un objetivo claro: vigilar al enemigo desde las alturas sin arriesgar vidas humanas.

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Un dron nacido del miedo nuclear

A finales de los años 50, el temor a un ataque nuclear estadounidense empujó al gobierno soviético a buscar soluciones innovadoras para la vigilancia estratégica. Fue entonces cuando la Oficina de Diseño Túpolev recibió la tarea de desarrollar un dron de reconocimiento de largo alcance. Así nació el Tu-123.

Este coloso volador no tripulado estaba diseñado para realizar misiones de inteligencia fotográfica y de radio a más de 3.000 kilómetros de distancia. En otras palabras, podía sobrevolar prácticamente toda Europa Occidental sin necesidad de salir del espacio aéreo soviético.

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¿Qué podía hacer el Tu-123?

El “Halcón” era un auténtico espía volador. Estaba equipado con cámaras de reconocimiento de alta precisión que permitían capturar franjas de terreno de hasta 80 km de ancho. También grababa señales de radio del enemigo, lo que ayudaba a identificar y ubicar sistemas de comunicación, radares o instalaciones estratégicas.

Y lo más impresionante: todo eso lo hacía de forma completamente autónoma, siguiendo un programa de vuelo preestablecido.

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Tecnología de otro nivel… para su época

El diseño del Tu-123 era parecido al del Tu-121, pero con una gran diferencia: llevaba todo su equipo de reconocimiento en la parte delantera del fuselaje, que se desprendía al final de la misión y aterrizaba con paracaídas para ser recuperada. El resto del dron, en cambio, se destruía tras la misión.

El lanzamiento también era espectacular. El dron despegaba, impulsado por dos potentes aceleradores, desde una rampa inclinada, y luego volaba a velocidades supersónicas propulsado por un motor KR-15-300.

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Un proyecto ambicioso con final predecible

Entre 1964 y 1972 se produjeron 52 unidades del Tu-123 en la ciudad de Vorónezh. Sin embargo, nunca llegó a volar sobre territorio enemigo real. Las misiones eran siempre simuladas, dentro de los enormes campos de pruebas soviéticos. En caso de que el dron se desviara de la ruta preestablecida, se le ordenaba desde tierra que se precipitara en picado para evitar que cayera en manos equivocadas.

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Su retiro comenzó en 1972, con la llegada del MiG-25R, un avión de reconocimiento supersónico tripulado mucho más flexible. Algunos Tu-123 fueron reciclados como blancos de entrenamiento para misiles.

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Aunque hoy es una pieza de museo (puede verse en el Aeropuerto Central M.V. Frunze de Moscú), el Tu-123 fue clave para el desarrollo de la aviación no tripulada soviética. Su diseño y tecnología sentaron las bases de muchos sistemas que vendrían después.

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