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¿Cómo celebraban el Año Nuevo las emperatrices rusas?

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¿Qué es una fiesta sin disparos de cañón? ¿Y una mascarada sin música? Así se celebraban las fiestas en la Rusia zarista.

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Hasta 1817 no se colocaban árboles de Navidad ni en Nochebuena ni en Año Nuevo. Aunque Pedro I ya había intentado introducir la costumbre de decorar las casas con ramas de coníferas, esta no se popularizó hasta mucho más tarde. Fue la gran duquesa Alexandra Fiódorovna, esposa del futuro Nicolás I, quien trajo la tradición desde su Prusia natal. En cambio, el inicio del año se celebraba alrededor de la mesa: según el calendario juliano, vigente en Rusia hasta la revolución, la llegada de la Navidad el 24 de diciembre coincidía con el final del ayuno navideño y el comienzo de las fiestas de los días santos. Estas se prolongaban hasta la Epifanía y consistían en una sucesión de celebraciones con banquetes, visitas a familiares, bailes y adivinaciones. De este modo, el Año Nuevo secular era un acontecimiento agradable que encajaba perfectamente en el ambiente general de diversión y, desde luego, no tenía la enorme importancia que posee hoy. Por ejemplo, en Noticias de San Petersburgo se escribía sobre el comienzo del año de la siguiente manera: “San Petersburgo pasa el día de San Basilio (el 1 de enero se celebraba la festividad de san Basilio el Grande de Cesarea) exactamente igual que todas las demás veladas: del mismo modo juega a las cartas, del mismo modo baila, del mismo modo cena y bebe champán, con la única diferencia de que añade las felicitaciones por el Año Nuevo”.

Fuegos artificiales para Anna Ioánovna

Museo Histórico Estatal

El Año Nuevo debía ser brillante. Por eso, bajo el reinado de Anna Ioánovna, la fiesta se celebraba con fuegos artificiales. Los periódicos de la época informaban de que en la mañana del 1 de enero, en San Petersburgo, se organizaba una cañonada desde la fortaleza de San Pedro y San Pablo y desde el Almirantazgo, que se oía perfectamente en toda la ciudad. Por la noche se encendía una iluminación especial: en calles y plazas se colocaban pequeños recipientes con aceite ardiendo que las iluminaban.

Anna Ioánovna sabía crear acciones espectaculares. Así, en 1736, en la noche del 1 de enero, según los recuerdos de los contemporáneos, en San Petersburgo había tanta luz como de día y en el cielo se desplegaban enormes composiciones de fuegos artificiales. Representaban una figura femenina inclinándose ante la emperatriz: de este modo, simbólicamente, toda Rusia rendía homenaje a su gobernante.

Salvas de cañón y música italiana para Isabel Petrovna

Galería Tretiakov

Los habitantes de San Petersburgo en el siglo XVIII podían determinar sin error a qué se dedicaba la emperatriz el 1 de enero. Si se escuchaban salvas de cañón, significaba que había terminado la liturgia en la iglesia de la corte, a la que Isabel Petrovna asistía sin falta. Por la mañana recibía a los cortesanos y a los ministros extranjeros y luego, acompañada por su familia y sus allegados, se dirigía al templo. El cañón tronaba 51 veces y se realizaban otras 31 salvas en honor del heredero al trono, Pedro Fiódorovich, y de su esposa. Durante el almuerzo, a la emperatriz le interpretaban música italiana y cantaba un coro de cantores.

Por la noche tenía lugar el baile: “a las ocho comenzó la música con dos orquestas y continuó hasta las siete de la medianoche”. El código de vestimenta se establecía con antelación: estaba prohibido acudir con disfraces de sirvientes; solo se permitía ropa rica, “máscaras decorosas” y peinados fastuosos. Llevar armas estaba estrictamente prohibido. Para las damas era especialmente difícil: no se podía superar a Isabel Petrovna en lujo de vestuario o joyas, pues de lo contrario las esperaban serios problemas.

A menudo, durante los días de Año Nuevo se organizaban mascaradas con cambios de vestimenta: las mujeres debían presentarse con ropa masculina y los hombres con atuendos femeninos. Los invitados que cumplían el código de vestimenta no se sentían demasiado cómodos. En cambio, Isabel Petrovna estaba en su elemento: los trajes masculinos le sentaban muy bien. Tras el baile seguía un desayuno temprano o una cena tardía “con los mejores vinos de uva, así como café, chocolate, té, horchata y limonada”.

Juegos de los días santos y mascaradas con disfraces para Catalina II

Museo Ruso

Bajo el reinado de esta emperatriz, la celebración del Año Nuevo comenzaba con ceremonias oficiales. Primero se asistía al servicio religioso en el templo, al que podía acudir la nobleza, y se recibían felicitaciones del clero. Luego seguían las salvas de cañón y un desfile con música bajo las ventanas del palacio. La cena festiva se servía en un pabellón especial de cristal, instalado en la sala teatral del Palacio de Invierno.

Tras la llegada de la Navidad, la emperatriz organizaba juegos propios de los días santos: los inauguraba la propia Catalina, saliendo en el primer minueto junto al heredero al trono, Pablo. Luego pasaba a los juegos de cartas (mientras que el gran duque se dedicaba al popular juego de biriulki), y después llegaba el turno de los juegos y danzas populares. Uno de ellos se describía así: “se colocaban en círculo de tres en tres y perseguían al cuarto”, y así continuaban hasta una hora y media. Catalina participaba con gusto tanto en los juegos como en los bailes.

En ocasiones, a los cortesanos los dominaba una auténtica locura de Año Nuevo. Una vez, el favorito de la emperatriz, el conde Grigori Orlov, junto con el conde Alexánder Stróganov y otros nobles, se vistieron con trajes femeninos y así se presentaron ante Catalina. Conociendo la afición de la emperatriz por las mascaradas, decidieron hacerse pasar por un grupo de damas y su institutriz. “...todos llevaban blusas, faldas y cofias. Uno de ellos tenía un pañuelo en la cabeza…”, describían los cortesanos aquella escena. Los presentes comprendieron enseguida de qué se trataba y los invitaron a la mesa, agasajaron a las siete “bellezas” con ponche y luego todos juntos se pusieron a bailar.

Es interesante que precisamente bajo Catalina surgiera la tradición de intercambiar regalos en Año Nuevo: a la propia emperatriz le gustaba obsequiar a quienes le agradaban con lujosos presentes y esperaba lo mismo de sus súbditos.