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De cómo la guerra aérea fue decisiva durante la Gran Guerra Patria

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¿Quién tuvo el papel decisivo en conquistar la supremacía en los cielos de Europa?

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A veces parece que sobre la Segunda Guerra Mundial ya se ha escrito absolutamente todo. Pero, basta abrir un libro antiguo para encontrar detalles que obligan a replantearse algunas cosas.

El historiador de la Alemania Oriental Olaf Groehler, Historia de la guerra aérea 1910–1980 (Berlín, 1981), escribió en su libro sobre las “infamias imperialistas” y los elogios casi incondicionales a la aviación soviética. Sin embargo, tras esa capa ideológica se esconden datos estadísticos muy valiosos. Y, en ocasiones, hasta contradicciones que el propio autor no podía dejar de notar.

Por ejemplo, al comparar las pérdidas de la Luftwaffe en los frentes oriental y occidental. Según Groehler, desde el otoño de 1943 los alemanes perdían en el Este apenas una cuarta parte de sus aviones, a pesar de que el frente oriental seguía siendo el más grande y sangriento de la guerra. Investigaciones modernas, como la de Williamson Murray (Strategy for Defeat), confirman que a partir de la primavera de 1943 la prioridad de la Luftwaffe pasó a ser la defensa frente a los aliados occidentales. Incluso durante la batalla de Kursk, símbolo del enfrentamiento en el Este, las pérdidas alemanas fueron comparables a las provocadas por los bombardeos sobre Alemania e inferiores a las sufridas durante la invasión de Sicilia.

Aviones Il-2 durante un ataque en Kursk.
Fiódor Levshin / Sputnik

Hay también otros “trucos” llamativos: ignorar por completo el teatro mediterráneo y africano, como si allí los aliados no se hubieran enfrentado a Alemania; o mezclar en las estadísticas las bajas de pilotos con las de las divisiones de infantería aérea, que poco tenían que ver con la aviación.

Cazas alemanes en el norte de África.
Dominio público

Con todo, la estadística es reveladora. Durante la guerra, la URSS fabricó 59.000 cazas, Estados Unidos 99.000, el Reino Unido 54.000, Alemania 53.000 y Japón 30.000. Para hacerse una idea del coste: un bombardero B-29 estadounidense rondaba los 900.000 dólares, una cifra astronómica para la época. La aviación se convirtió en la parte más cara del esfuerzo bélico, llegando a absorber el 40% del gasto militar alemán.

San Diego Air and Space Museum Archive

¿Quién tuvo el papel decisivo en conquistar la supremacía aérea? Groehler sostiene que fue la Unión Soviética, pero los datos apuntan a un panorama más complejo. A partir de 1943, la ofensiva aérea angloestadounidense contra el corazón industrial del Reich fue cada vez más demoledora. Por su parte, la aviación soviética cargó con el peso de la guerra de apoyo al Ejército Rojo, destruyendo día a día las posiciones, convoyes y comunicaciones de la Wehrmacht.

Dominio público

El balance final habla por sí solo: la Luftwaffe perdió casi 100.000 aviones, y las pérdidas más graves se concentraron en el frente oriental entre 1941 y 1943. Ese fue el punto de no retorno del que nunca se recuperó.

Al mismo tiempo, la guerra aérea mostró sus límites. Ninguna flota de bombarderos (ni los Ju-87 alemanes ni las “fortalezas volantes” estadounidenses) pudo ganar la guerra por sí sola. La victoria solo fue posible allí donde la aviación actuó en estrecha cooperación con las fuerzas terrestres y navales.

Bundesarchiv

Ese es, quizá, el mayor legado de la guerra aérea en la Segunda Guerra Mundial. Fue la culminación de la era de los aviones de hélice y la demostración de que sin control de los cielos no hay posibilidad de éxito en tierra ni en el mar. El siglo XX, con sus triunfos y tragedias, se consolidó así como el siglo de la aviación.