Cuando el hijo de un zar visitó Cuba
El 7 de febrero de 1872, la escuadra imperial rusa llegó a la bahía de la Habana comandada por el almirante Konstantín Nikoláevich Posiet, y estaba compuesta por las fragatas Bogalie, Svetlana, Vsádnik y Almirante General, la corbeta Ignátiev y la cañonera Abrek, con 200 oficiales y más de 3.000 marineros a bordo. Otro de los pasajeros, el más importante, era sin embargo el Gran Duque Alexéi Alexándrovich de Rusia.
Otros nobles que acompañaban a Alexéi eran los príncipes Jacob Schakolski y Serguéi Uktomski, los condes Shouwalf, Oloenlieff, M. Vesselag, Consejero de Estado, y el general M. Metchin. Una multitud de curiosos en el muelle de Caballería disfrutó del espectáculo.
El general Francisco de Ceballos y Vargas, segunda figura en la jerarquía política y militar del gobierno colonial de la isla, acudió a la fragata Svetlana para darles la bienvenida. El Duque llegó cansado y decidió pasar la noche en su barco. El desembarco tuvo lugar al día siguiente por la tarde.
Por la noche, Blas de Villate y de la Hera, conde de Valmaseda, capitán general de la isla, le ofreció un banquete al que asistieron varios generales, los condes Cañongo, O'Reilly y los marqueses de Aguas Claras y San Carlos, así como representantes del cuerpo diplomático.
Alexéi recorrió las calles de la Muralla y Mercaderes, engalanadas para la ocasión, camino del Teatro Tacón, donde la orquesta interpretó la Marcha Real y él disfrutó del primer acto de la ópera bufa Cisprino e la Comare.
En la mañana del día siguiente, el duque Alexéi, nombrado jefe de la Guardia Naval Imperial en 1873, tomó el tren desde la estación de Villanueva hasta el Canal de Vento. Allí almorzó con las autoridades del Ayuntamiento y súbditos rusos.
El sábado, a bordo de la fragata Svetlana, celebró la ascensión al trono de su padre, cuyo aniversario se celebraba ese día. Se dispararon salvas desde La Cabaña y los barcos anclados en la bahía. Se celebró una solemne ceremonia a bordo del barco. Una espléndida cena le esperaba en la Quinta de Santovenia, donde se alojó durante su visita.
Invitado a una pelea de gallos
Interesado en conocer las costumbres de los cubanos, aceptó la invitación para asistir a una pelea de gallos finos en Marianao, el domingo por la tarde. Como destaca una crónica de publicada en Cuba News por José Antonio Quintana García:
A la una y media de la tarde salía del paradero de Concha una máquina exploradora, vistosamente engalanada con banderas y gallardetes de todos colores entre los que figuraban el pabellón Nacional y el del Imperio ruso. Poco después seguía otra máquina que parecía en el brillo de los metales acabada de salir del taller de fabricación ostentando los pabellones español y ruso y una hermosa águila dorada al frente en posición de contemplar ambas banderas. Seguíala un coche conduciendo una banda de música de uno de los batallones de voluntarios, otro coche de primera con personas del séquito de su S. A. y por último el coche imperial donde iba su alteza con el señor Gobernador político y otras muchas personas distinguidas de la que empañaban al príncipe y de las de La Habana. Todos los coches muy limpios y pintados, el coche imperial estaba ricamente en tapizado y fileteado con molduras de oro (…).
Las banderas de Rusia y España sobresalían en el Teatro, convertido en valla de gallos. Con el hijo del Zar estaba el Conde de Valmaseda oficiales de la Marina de su país, Estados Unidos, Inglaterra y de otras naciones.
Julián de Zulueta y Amondo, famoso traficante de esclavos y político español, marqués de Álava, uno de los hombres más acaudalados de Cuba, recibió al heredero al trono ruso en en su palacete ubicado de la villa de Marianao, donde merendaron.
Aquella noche, Alexéi acudió un baile en los salones del Palacio de los Capitanes Generales. Según Excelenciascuba, disfrutó allí hasta las 4 de la madrugadas, del brazo de elegantes habaneras, a las que calificó como “las más bellas mujeres que había visto en sus visitas a las distintas capitales europeas y americanas”.
En Matanzas
Apenas León Crespo de Laserna, alcalde del Ayuntamiento de Matanzas, conoció la visita del Duque viajó a La Habana con otras personalidades para invitar al Gran Duque Alexéi a visitar el municipio.
El 4 de marzo se materializó la visita. En la fragata Svetlana viajó a Regla. Allí el Gobernador de Guanabacoa y los alcaldes de esa villa y de Regla le tributaron un breve homenaje Luego hizo escala en Jaruco donde también lo recibió la máxima autoridad.
En Matanzas, en el Castillo San Severino una salva de veintiún cañonazos dio la bienvenida y avisó a la población que, previamente, había decorado las fachadas de sus viviendas.
Para apreciar las vistas del Valle del Yumurí, la comitiva real se dirigió a la quinta de Según testigos Alexéi quedó embelesado y se le escuchó decir: “Para ser este valle el paraíso terrenal, solo faltan Adán y Eva”.
A las 7 de la noche, asistió en la Casa Consistorial a un banquete organizado por el Ayuntamiento, amenizado por una serenata de las bandas de música del Ejército. Por cierto, fue invitado a un baile de máscaras en el Casino Español.
Al día siguiente estuvo en las famosas Cuevas de Bellamar. El entonces propietario de las cavernas le regaló, a modo de suvenir, una caja con estalactitas y estalagmitas. Otro obsequio que recibió, antes de regresar a La Habana, fue un cuadro bordado, en cuyo fondo aparecían las armas de Rusia, elaborado por niñas de un orfanato local. Alexéi, agradecido, hizo un donativo al hospicio.
De vuelta de Matanzas todavía tuvo ganas de acudir a una corrida de toros y por la noche al teatro.
De cómo se hacen los habanos
El 7 de marzo el aristócrata se trasladó, en un tren especial, hasta Güines. Al llegar, la comitiva fue recibida por el Ayuntamiento en pleno, donde se les agasajó para luego visitar una fábrica de azúcar. Un banquete cerró la excursión.
Hubo, sin embargo, aquel día un pequeño incidente que provocó que este hijo del Zar llegase casi a medianoche a La Habana porque la locomotora que iba delante para evitar cualquier imprevisto, se descarriló en San Felipe e impedía el paso.
Al día siguiente, se celebró una regata internacional en la Bahía, a la que el noble ruso acudió. El Duque aceptó además conocer otro de los pilares de la economía cubana: la producción de tabaco. Recorrió en la mañana del sábado los talleres de la fábrica Cabañas y Carbajal. Mientras el dueño les iba lanzando explicaciones, un operario elaboró un puro imperial para regalar al ruso, quien agradecido le dio una onza de oro.
El Gran Duque fue nombrado Huésped de Honor por el Ayuntamiento y se despidió de los cubanos para seguir dirigirse a Brasil y luego al Lejano Oriente.
¿Qué paso con el generoso aristócrata ruso?
Tras el asesinato de su hermano el gran duque Serguéi Alexándrovich de Rusia, en febrero de 1905, pasó la mayor parte de su tiempo en París en una casa que había comprado en 1897.
Su casa en la Avenue Gabriel se mantuvo abierta para todos los escritores, pintores, actores y actrices última aparición pública, una semana antes de su muerte, fue en el estreno de un vodevil. Décadas de confort y buen vivir pasaron factura en la salud del gran duque. Murió de neumonía en París el 27 de noviembre de 1908. Se dice que su muerte dejó devastado al zar Nicolás II de Rusia, para el que era su tío favorito.
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