5 datos sobre Isabel I de Rusia, la última Romanov en línea femenina directa
El 6 de diciembre de 1741 Isabel, a la cabeza de los granaderos del regimiento Preobrazhenski, se dirigió al Palacio de Invierno. Cuando bajó del trineo en la plaza del Almirantazgo, caminó con dificultad por la profunda nieve. Entonces los guardias tomaron a la zarevna a hombros y la llevaron al palacio. Así comenzó su reinado.
1. Como Pedro, Isabel aspiraba a ser una persona europea
"La zarevna Isabel Petrovna habla más alemán que ruso", escribió en 1713 Natalia Alekséievna, hermana de Pedro el Grande y tía de Isabel. La pequeña Isabel, que aprendió el alfabeto alemán a los tres años, a los cuatro ya hablaba alemán con parientes, invitados y sirvientes. A los doce ya conocía bien el francés, y a los dieciséis lo hablaba como lengua materna; al igual que su padre, Isabel era muy receptiva a todo lo extranjero y quería comunicarse ella misma con embajadores y huéspedes extranjeros.
Al igual que su padre, Isabel prestó gran atención al desarrollo de la educación en Rusia. Bajo su mandato se renovaron los estatutos y el personal de la Academia de Ciencias, se abrió la Universidad de Moscú (1755) y la Academia Imperial de las Artes (1757). La reforma total del sistema educativo ruso, cuyo informe ya había sido preparado y debatido por los más altos dignatarios y la Emperatriz, sólo se vio interrumpida por la muerte de Isabel I en 1761.
A veces tenía modales “folclóricos”
En 1730 Isabel, que entonces tenía 21 años, debía, según el testamento de su madre, heredar el trono tras la muerte de Pedro II. Pero el trono fue ocupado por Anna Ioánnovna, su prima. A principios de la década de 1730, Isabel se trasladó a Moscú, donde vivió en la aldea real de Pokróvskoie-Rubtsovo, cerca de la actual estación de metro Elektrozavódskaia, a orillas del río Yauza. Allí se conserva un palacio de madera restaurado por su orden en 1733. Durante su estancia allí, Isabel se relacionó mucho con los campesinos del palacio, incluso les llevaba a bailar y a cantar canciones.
En Moscú también se hizo adicta a la vieja costumbre de las zarevnas moscovitas: rascarse los talones por la noche. Ya como emperatriz, le seguía gustando que las nobles damas de la élite de San Petersburgo le rascaran los talones por la noche.
Además, según los recuerdos de sus contemporáneos, Isabel era sentimental y piadosa, pero al mismo tiempo propensa a los arrebatos de ira. El historiador Kazimir Waliszewski cuenta una leyenda en esta línea: "Una vez Lopujiná (Natalia Fiódorovna Lopújiná (1699-1763), dama de estado de la zarina), famosa por su belleza y que por ello despertaba los celos de la emperatriz, decidió, por frivolidad o en forma de bravuconada, aparecer con una rosa en el pelo, mientras que la emperatriz llevaba la misma rosa en el pelo. En pleno baile, Isabel obligó a la culpable a arrodillarse, pidió unas tijeras, cortó la rosa infractora junto con un mechón de pelo al que estaba unida y, dándole dos buenas bofetadas, continuó bailando. Cuando le dijeron que la desafortunada Lopujiná había perdido el juicio, se encogió de hombros: "¡Nada, esa tonta!".
3. Puede que Isabel hiciera voto de que no habría ejecuciones delante de ella
Cuenta la leyenda que, antes de dirigirse al cuartel del Regimiento Preobrazhenski, Isabel rezó y juró que, si ascendía al trono, no se llevarían a cabo ejecuciones bajo su mando. Formalmente, así fue, pero esto no significa que los castigos fueran clementes. Pero la propia Lopujiná sufrió un duro castigo en 1743 por participar en una conspiración contra la emperatriz. La golpearon con un látigo, le arrancaron la lengua y fue exiliado a Siberia.
Además, fue bajo el reinado de Isabel cuando se restauró el campo de trabajo de Rogervick, donde se exiliaba a quienes por ley deberían haber sido condenados a muerte. Allí, trabajando en condiciones inhumanas, la mayoría de los convictos morían en pocos meses.
4. Le encantaba vestirse y desvestirse
Isabel I era, como su padre, una creadora de tendencias. Controlaba estrictamente que en los bailes oficiales de la corte las damas de la nobleza aparecieran cada vez con vestidos nuevos, lo que suponía enormes gastos para la corte. Pero la Emperatriz era inflexible. Ella misma guardaba en el vestidor, según diversas estimaciones, de 8 a 15.000 vestidos, y este vestidor ocupaba una enorme sala del Palacio de Invierno. Tras la muerte de la emperatriz, todos estos vestidos fueron donados a monasterios e iglesias.
Desde la llegada de Isabel hasta 1750, en la corte se adoptaron "metamorfosis": los caballeros vestían trajes femeninos y las damas, trajes masculinos. La propia zarina se disfrazaba de marinero holandés, mosquetero o cosaco. También inventó trajes para la compañía de su teatro doméstico, en el que se interesó en la década de 1750. En 1756, la compañía de Fiódor Volkov, que recibió formación teatral bajo la supervisión de Isabel, se convirtió en el primer teatro oficial de Rusia.
5. Era devota y peregrinaba a pie
Isabel Petrovna se caracterizaba por una profunda piedad y consideraba su deber peregrinar a los antiguos monasterios de los alrededores de la antigua capital: Savvino-Storozhevski, Novoyerusalimski, la lavra de la Trinidad de San Sergio. Kazimir Waliszewski escribió: "Viajando a pie, empleaba semanas, y a veces meses, en recorrer las sesenta millas que separan el famoso monasterio de Moscú. Sucedía que, cansada, no podía caminar tres o cuatro verstas hasta la parada donde mandaba construir casas y donde descansaba varios días. Entonces llegó a su casa en un carruaje, pero al día siguiente el carruaje la llevó al lugar donde interrumpió su marcha".
Isabel I se ocupaba mucho de los asuntos de la iglesia; bajo su dirección se completó la traducción de la Biblia al ruso, que había comenzado su padre. La "Biblia isabelina" de 1751 se sigue utilizando con pequeños cambios en el culto de la Iglesia Ortodoxa rusa.
Síguenos en nuestro canal de Telegram: https://t.me/russiabeyondes
LEE MÁS: Estas fueron las 5 mujeres más importantes que gobernaron Rusia