Cabras, pájaros y un oso vomitando: legendaria fiesta celebrada en la embajada de EE UU en 1935
En la primavera de 1935, el recién nombrado embajador estadounidense en Rusia celebró una fiesta que superaría todo lo que Moscú había visto antes o después de la Revolución. El empleado de la embajada Charles Thayer siguió la orden al pie de la letra.
La creación de Bullitt
Una mansión cerca de la calle Arbat, en el centro de Moscú, había sido el hogar del embajador estadounidense en la Unión Soviética desde 1933.
Cariñosamente llamada la Casa Spaso, la mansión albergó muchos eventos de alto nivel organizados por la misión diplomática estadounidense en Moscú. El más famoso de todos, el Festival de Primavera, fue tan ridículamente fastuoso y extravagante que apareció en esta novela clásica como “El gran baile de Satanás”.
El embajador de Estados Unidos en la URSS, William Bullitt, ordenó que se celebrara una gran recepción inmediatamente después de su regreso a Moscú. Encargó al empleado de la embajada Charles Thayer la organización del evento, dándole instrucciones de que esta recepción debía “superar todo lo que Moscú había visto antes y después de la Revolución”.
Según el relato que posteriormente hizo Thayer en su libro Osos en el caviar, el embajador le dijo que se esforzara al máximo y no reparara en gastos.
Thayer debió de entender la orden al pie de la letra.
¿Un corral en la Casa Spaso?
Thayer confesó que el alocado diseño de la futura fiesta estuvo muy influenciado por las ideas de la esposa del consejero de la embajada estadounidense, Irena Wiley.
"Traigamos algunos animales de granja y creemos un corral en miniatura en la esquina del salón de baile. Lo llamaremos el Festival de Primavera’, sabía que no debía discutir con ella", escribió Thayer en sus memorias.
Thayer afirma que cedió a la idea con los animales porque la actuación de un cantante solía considerarse el colmo de la diversión en las recepciones organizadas por otras misiones extranjeras en Moscú (o en cualquier otra ciudad, para el caso). Bullitt, Wiley y, tal vez, Thayer coincidieron en que la próxima recepción en la embajada estadounidense debía ser una “bestia” diferente en este sentido.
La idea parecía sencilla a primera vista. Thayer debía conseguir unos cuantos corderos y decorar el salón con algunas flores y unos cuantos abedules en macetas. Sin embargo, los problemas empezaron a surgir desde el principio.
La primavera de 1935 llegó tardía y hacía demasiado frío para que florecieran las flores y los abedules. Además, los corderos prestados por una de las granjas de Moscú apestaban escandalosamente. Thayer acudió al director del zoológico de Moscú, que se ofreció a cambiar los corderos por unas cuantas cabras montesas que, en teoría, deberían oler menos. Thayer pidió prestadas seis cabras al zoo, pero eso no fue suficiente para Wiley, que empezaba a cogerle el gusto a organizar la locura: Thayer recordaba cómo proclamaba que añadir un osezno no haría daño a nadie.
Poco a poco, los animales y aves reservados para la fiesta fueron aumentando en número. Además de las cabras y un osezno, el personal de la embajada añadió gallos, faisanes dorados, loros de cola larga y una bandada de pequeños pájaros tejedores. Además, Thayer consiguió 1.000 tulipanes de Helsinki para añadirlos a los abedules que se veían obligados a florecer al haber sido colocados intencionadamente en una habitación húmeda y cálida.
La embajada estaba lista para la recepción de su vida.
Un oso vomitando sobre un general
El 24 de abril de 1933, los invitados de alto nivel acudieron en masa a Spaso House. El embajador Bullitt deseaba reunir una fiesta de las de toda la vida e invitó prácticamente a todas las figuras importantes de Moscú, excepto, únicamente, a Iósif Stalin.
El Comisario de Asuntos Exteriores Litvinov y su esposa, los políticos Voroshilov, Kaganovich y Bujarin, el Jefe del Estado Mayor Tujachevski y otros generales clave del Ejército Rojo (así como famosos bailarines de ballet y el escritor Mijaíl Bulgákov) se encontraban entre los invitados. La fiesta atrajo a la élite diplomática, política, militar y cultural de la URSS.
Las cosas empezaron con mal pie casi de inmediato, según Thayer. Uno de los gallos consiguió romper el fondo de su jaula y voló hacia un plato de foie gras, que había sido enviado desde Estrasburgo especialmente para la ocasión. Más avanzada la fiesta, uno de los invitados sustituyó la botella de leche de la que había estado bebiendo el osezno por una botella de champán. El invitado quitó la leche al osezno, puso el chupete sobre la botella del néctar francés y se la dio al osezno, que bebió dos o tres sorbos antes de darse cuenta de que le habían engañado y tirar la botella al suelo. El general soviético Alexánder Yegorov se dio cuenta de que el osezno estaba enfadado e intentó calmarlo cogiéndolo en brazos, lo que resultó ser un grave error, ya que el osezno vomitó sobre el uniforme del general.
Un enfurecido Yegorov procedió a gritar al desconcertado Thayer, comparando la recepción de la embajada con un circo, y afirmando que los animales en la embajada de EE UU parecían ser tratados con el mismo grado de respeto que los generales. El empleado de la embajada fue inmediatamente reprendido por el embajador por su error, pero el general acabó volviendo con un uniforme nuevo y una sonrisa en la cara:
“Después de todo eso, decidí que no era culpa suya. Los niños son niños, aunque sean osos”, se parafrasea al general Yegorov, antes de volver a la fiesta.
Las celebraciones terminaron a las 10:30 de la mañana del día siguiente. La Casa Spaso era un desastre y su personal estaba agotado.
Incapaz de idear un método eficaz para atrapar a todos los pájaros que seguían volando por el amplio salón, Thayer acabó simplemente espantándolos a través de las ventanas abiertas.
Finalmente, los excesos de la fiesta se mitigaron (aunque sólo parcialmente). Más tarde, Thayer bromeó diciendo que nunca más le pidieron que organizara otra fiesta en la embajada, aunque sólo fuera porque era un empleado demasiado valioso para desperdiciarlo en asuntos tan poco serios.
El escritor Mijaíl Bulgákov quedó tan impresionado por la diversión descontrolada, que describió la recepción en la Casa Spaso como “El gran baile en casa de Satán” en su novela El maestro y Margarita.
Síguenos en nuestro canal de Telegram: https://t.me/russiabeyondes
LEE MÁS: ¿Hacía Iván el Terrible 10 brindis por los que se iban de una fiesta?