¿Quiénes eran los guardaespaldas y escoltas que protegían a los zares rusos?
El 1 de marzo de 1881, día del asesinato de Alejandro II, fue aparentemente el peor día para los guardias de seguridad personal del emperador ruso. Pero podría empeorar, porque Rusia podría perder también al siguiente Emperador, Alejandro III. Sofía Perovskaia, miembro de la organización terrorista “Naródnaia Vólia”, empezó a planear el asesinato de Alejandro III inmediatamente después del asesinato de su padre. De hecho, fue detenida 10 días después de la muerte de Alejandro II cerca del palacio de Anichkov, donde Alejandro III vivía con su familia.
La guardia de Alejandro III, la mejor del Imperio
El reinado de Alejandro III, que llegó al trono justo después de del atentado con bomba que acabó con su padre, fue la época en la que se reforzó la seguridad del emperador. Alejandro III eligió el palacio de Gátchina, a las afueras de San Petersburgo, como residencia principal: en Gátchina era más fácil mantener las medidas de seguridad que en el mismo centro de San Petersburgo, donde se encuentra el Palacio de Invierno. Se formaron regimientos separados para vigilar las residencias imperiales y a la familia imperial en los viajes por ferrocarril. El 1er Batallón Ferroviario, que custodiaba al Emperador, contaba con más de 1.000 hombres, que actuaban tanto como tripulación del tren como de seguridad ferroviaria.
Antes de Alejandro III, los trenes del Emperador no estaban estrechamente vigilados, lo que hacía posible que los terroristas de Naródnaia Vólia intentaran volarlo. Bajo Alejandro III, cualquier viaje del Emperador en tren era una operación de seguridad estrechamente vigilada. Toda la información sobre los viajes del Emperador era secreta, y dos trenes completamente idénticos, que cambiaban periódicamente de lugar, viajaban simultáneamente a lo largo de la ruta prevista.
A partir de 1881, las unidades militares se organizaron de tal manera que, durante el paso de los trenes del Emperador, prácticamente cada metro estaba vigilado. Vasili Krivenko, secretario del ministro de la Corte Imperial, recordaba: “Con cada viaje en ferrocarril del zar, se ejercía una gran presión sobre distritos militares enteros para que cumplieran la tarea de protección... De hecho, un estrecho cordón militar se extendía desde San Petersburgo hasta Crimea, o incluso hasta el Cáucaso, si el Emperador necesitaba ir allí. Durante el paso del tren por una región, se interrumpían todo tipo de entrenamientos y clases de instrucción en las formaciones militares locales, toda la atención de las autoridades se centraba en la vía férrea y en el tren en el que viajaba el zar.”
Pero la seguridad de los soberanos rusos no siempre fue tan estricta.
El problema de Pedro con la seguridad
En febrero de 1697 se descubrió un complot contra la vida del zar Pedro. La conspiración estaba dirigida por un estadista de alto rango, Iván Tsikler. Él y sus cómplices se dieron cuenta de que Pedro solía pasearse solo por Moscú, sin guardias de seguridad, y planearon atraparlo y apuñalarlo. Por suerte, su plan fue desbaratado por Elizariev y Silin, dos streltsí corrientes, miembros de la guardia de palacio.
Los streltsí (hombres barbudos vestidos con abrigos rojos y sombreros de piel, que blandían hachas o lanzas) eran los guardaespaldas de los zares de Moscú. En la Rus de Kiev y más allá, la seguridad de los príncipes estaba garantizada por su druzhina, el círculo más cercano de nobles guerreros. Cuando se creó el zarato de Moscú en 1547, el zar empezó a contratar a militares para que le sirvieran de guardaespaldas personales y de seguridad en las residencias reales, incluido el Kremlin de Moscú.
Ahora bien, el problema de Pedro con su seguridad era que Iván Tsikler, el jefe de la conspiración, era un antiguo coronel de los streltsí, y los streltsí mataron al tío de Pedro y a otros parientes en el levantamiento de 1682 que puso a Pedro y a su hermano Iván en el trono. Pedro destituyó y destruyó a los streltsí en 1698, con la supresión de su levantamiento, una de las masacres más espantosas de la época.
A partir de entonces, la seguridad personal del zar quedó garantizada por sus nuevos regimientos de guardia: el Preobrazhenski y el Semionovski. Antiguas tropas de su "Ejército de Juguete", en 1700 los dos regimientos fueron ascendidos a Guardia Leib (“Guardaespaldas” en alemán) y se convirtieron en la seguridad personal del zar. Durante el reinado de Ana Ioánovna, los regimientos Izmailovsky y Konnyi (Caballería) se añadieron a lo que se convirtió en la Guardia Imperial.
De la Guardia Imperial a la Escolta Cosaca
En el siglo XVIII, en Rusia, la Guardia Imperial desempeñó un papel importante en las “Revoluciones de Palacio”: Catalina I, Pedro II, Ana Ioánovna, Isabel Petrovna y, la más famosa, Catalina la Grande, ascendieron al trono ruso con la ayuda de la Guardia Imperial. La Guardia se había convertido en un importante poder político que, a finales del siglo XVIII, estaba tan corrompido que fue posible conspirar en sus filas y asesinar al emperador Pablo I.
Alejandro I, hijo y heredero de Pablo, retiró a la Guardia Imperial la protección inmediata de la Familia Imperial. En 1811, los cosacos del sur de Rusia y del Cáucaso Norte fueron llamados a la Guardia Imperial para proteger al Emperador durante la Campaña Europea de 1813-1814 (la Guerra de la Sexta Coalición). Formaron un escuadrón dentro del regimiento cosaco de escoltas.
Durante la Batalla de las Naciones en Leipzig, Sajonia, del 16 al 19 de octubre de 1813, el escuadrón cosaco llegó a salvar la vida de Alejandro I. Durante la culminación de la batalla, los cosacos al mando del coronel Yefremov realizaron un ataque por el flanco a los coraceros franceses (caballería pesada) que asaltaron las posiciones del cuartel general de Alejandro. Incluso los oficiales cosacos iban armados con agujas para que el ataque fuera más cruento. Aplastaron a la caballería francesa.
En 1825 se produjo la Revuelta de los Decembristas, que suscitó nuevas preocupaciones sobre la seguridad de la Familia Imperial. Nicolás I la mejoró notablemente. En 1828, formó la Escolta Cosaca de Su Majestad, compuesta por más de 40 jóvenes nobles del Cáucaso Norte: cabardos, chechenos, cumucos, nogais y otras etnias caucásicas. ¿Por qué fueron elegidos en lugar de los guardias rusos?
Montañeses tras del Emperador
Es importante recordar que la Escolta se formó durante la anexión rusa del Cáucaso Septentrional, la Guerra del Cáucaso de 1817-1864. El historiador Dmitri Klochkov lo explica: “Al servir en la capital del Imperio, los jóvenes nobles caucásicos, que procedían de sociedades estrictamente tradicionales, se acostumbraron a las tradiciones y la moral europeas. Los rangos inferiores de la Escolta se renovaban cada cuatro años para garantizar la rotación del personal”. Según Nicolás I, confiar a los nobles caucásicos la protección del Emperador era un gesto destinado a ganarse su confianza y respeto. Pero al mismo tiempo, estos jóvenes vástagos de los príncipes caucásicos eran en cierto modo rehenes, retenidos en el corazón del Imperio, junto al propio soberano.
Los uniformes de los cosacos de la Escolta tenían diseño étnico: un abrigo tradicional de lana llamado cherkeska (choja), equipado con los famosos gazires. Iban armados con dagas y shashkas (sables cosacos), y a veces incluso lucían arcos y llevaban cotas de malla. Los cosacos de la Escolta eran guardias de “gala” del Emperador, que le seguían pintorescamente en toda su gloria durante los desfiles militares y las recepciones ceremoniales en la Corte Imperial.
Pero podían hacer mucho más que eso. Los cosacos caucásicos podían apuntar y disparar con precisión desde el caballo, coger un pañuelo del suelo con su shashka y conservarlo, cabalgar de pie sobre la silla de montar y arrastrarse bajo el vientre de un caballo, ¡y todo ello a todo galope! La escolta era objeto de admiración para la nobleza de la corte. Pero existían ciertas normas de trato a los nobles caucásicos, ideadas por Alexander Benkendorf, el jefe de la seguridad del Estado de Nicolás I. Prohibió estrictamente a los nobles rusos ridiculizar a los cosacos por su religión o su aspecto, prohibió a los rusos interferir en las necesidades religiosas de los caucásicos y, lo más importante, no se podía someterlos a castigos corporales.
En 1827, además de la Escolta Cosaca, se formó la Compañía de Granaderos de Palacio. Su función principal consistía en realizar guardias de honor en los palacios, cerca de los monumentos a los Emperadores, durante los banquetes y recepciones ceremoniales. La Compañía de Granaderos estaba compuesta por guerreros veteranos y curtidos que vestían uniformes brillantes de color dorado y rojo. Para el pueblo llano y los invitados extranjeros, aquellos granaderos eran la encarnación de la gloria militar del Imperio.
A los cosacos especiales se les confiaba la guardia de la emperatriz: de dos a cuatro cosacos de cámara. El historiador Ígor Zimin dice: “Para este puesto se seleccionaban cosacos altos y apuestos, con una barba indispensable. Vestían lujosos uniformes, y estaban encantados de mostrarlo durante los viajes al extranjero, ya que en Europa, los Cosacos de Cámara eran la personificación del terrible y amenazante cosaco ruso.”
La Escolta Cosaca de Su Majestad existió hasta 1917. Sin embargo, durante los tiempos revolucionarios en Rusia, ninguna seguridad podía garantizar la seguridad del Emperador en el vasto Palacio de Invierno, en el centro de San Petersburgo. Así que Nicolás II y su familia permanecieron en sus residencias suburbanas de Peterhof y Tsárskoye Seló; por ejemplo, en 1905-1909, Nicolás visitó San Petersburgo, la capital de su Imperio, ¡sólo cuatro veces! Las residencias estaban acordonadas y constantemente controladas por patrullas. Pero esto no salvó a Nicolás II de todos los acontecimientos posteriores, porque la verdadera seguridad del Emperador residía en la confianza de sus súbditos.
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