Cómo la burocracia mantuvo a los ciudadanos soviéticos atrapados en un mismo lugar durante años
En la época soviética, una persona sin propiska era considerada un vagabundo, con todas las consecuencias que ello conllevaba", explica Serguéi Mironov, un político ruso, al periódico Kommersant. “Cuando tenía 17 años, estaba empadronado en el suburbio de Pushkin, en Leningrado, con mi madre, mi padre y mi hermana. Como había decidido empezar una vida adulta e irme a Siberia a hacer expediciones geológicas, le dije a mi madre que quería firmar mi salida del piso. Y ella, sabia, me contestó: ‘Cuando te instales allí, te daré de baja’. Tres semanas después, hambriento y sin dinero, volví, y aún le agradezco que no me dejara hacerlo”.
En la época soviética, no se podía obtener una residencia sin una propiska, un permiso de residencia permanente que se estampaba en el pasaporte. Actualmente, en la Federación Rusa no existen los permisos de residencia como tales, sino sólo el registro de residente (aunque, con frecuencia, se sigue llamando propiska). Sigue pareciendo un sello en el pasaporte con tu dirección actual. Al trasladarse de un lugar de residencia a otro, los ciudadanos rusos están obligados a registrar su nueva residencia en un plazo de tres meses. Sin embargo, no todo el mundo cumple la norma, y es una pregunta habitual en las instituciones gubernamentales o incluso al comprar por internet: “¿Es ésta su dirección propiska o la real?".
Pero en la época soviética, uno tenía que informar a las autoridades de sus traslados en tres días, no más. Y eso valía incluso para ir al mar de vacaciones. ¿Por qué era tan importante para los soviéticos el registro en el lugar de residencia?
¿Continuó la servidumbre hasta los años ochenta?
A partir de 1960, vivir sin propiska en la Unión Soviética durante más de tres días era un delito penal, castigado con 1 año de arresto o 100 rublos de multa (el equivalente al salario mensual de un ingeniero experimentado de la época). Sin embargo, incluso en 1967, las cifras oficiales muestran que el 37% de todos los ciudadanos soviéticos no tenían pasaporte. ¿Por qué? Porque, según las leyes soviéticas de la época, los pasaportes sólo se entregaban a los habitantes de ciudades, pueblos y asentamientos urbanos.
Los ciudadanos rurales se quedaban sin pasaporte para “contener el crecimiento de la población urbana”. La situación causó múltiples dificultades a la población rural. Tenían problemas para trabajar, casarse, matricularse en universidades y escuelas técnicas, ¡incluso para recibir y enviar cartas y paquetes por correo! Y, en primer lugar, no podían viajar con normalidad: como ya hemos dicho, vivir en la URSS sin propiska era un delito. Como resultado, la mayoría de los ciudadanos rurales se quedaban donde estaban, trabajando en sus koljoses y sin moverse - ¿no recuerda a la forma en que eran tratados los aldeanos durante la servidumbre?
En 1974, el gobierno soviético decidió finalmente expedir pasaportes a todas las categorías de sus ciudadanos; este proceso, sin embargo, comenzó en 1976 y no se completó hasta principios de la década de 1980. Pero incluso con pasaporte, los soviéticos estaban restringidos a su lugar de residencia. Veamos cómo funcionaba la propiska.
Prohibir los pasaportes para implantarlos de nuevo
En el Imperio ruso, los pasaportes se implantaron en el siglo XVIII. A partir de 1724, se entregaban documentos llamados pasaportes a los campesinos que poseían conocimientos de construcción y eran llamados a San Petersburgo u otras ciudades para participar en obras de construcción. Además, los campesinos que abandonaban su lugar de residencia para trabajar en otras partes del país, debían tener pasaportes con su descripción visual. En 1803, los pasaportes para campesinos fueron sustituidos por “boletos de dirección”, administrados por la policía. Con estos documentos, el Ministerio del Interior controlaba los movimientos de los campesinos por todo el país - y supervisaba su eventual regreso a sus respectivos terratenientes.
En 1903, Lenin escribió:”Los socialdemócratas exigen la completa libertad de movimiento y comercio para el pueblo: destruir los pasaportes... El muzhik ruso sigue estando tan esclavizado por los funcionarios que no puede desplazarse libremente a la ciudad, ni puede ir libremente a nuevas tierras. ¿No es esto una servidumbre? ¿No es esto una opresión del pueblo?”.
Naturalmente, inmediatamente después de que los bolcheviques tomaran el poder, prohibieron el sistema zarista de pasaportes (pero introdujeron los “libros de registro de empleo”) para controlar a la población y buscar a los que no trabajaban. En 1925, se introdujo por primera vez en la realidad soviética la noción de propiska: en los documentos de identidad de los ciudadanos soviéticos se estampaba su lugar de residencia permanente. En 1932, se reintrodujo por completo el sistema de pasaportes, siendo la propiska una característica importante que permitía a un ciudadano acceder a los servicios gubernamentales, incluida la ayuda médica, en su lugar de residencia. Como hemos mencionado antes, casi todos los campesinos soviéticos carecían de pasaporte en la década de 1930. Hasta los años ochenta, los aldeanos tenían que pedir un permiso especial para salir de su aldea e ir a estudiar o trabajar a la ciudad.
Divorciarse por un piso
Como formalmente no existía la propiedad privada en la URSS, los pisos donde vivían los ciudadanos pertenecían en realidad al Estado, que los “distribuía” entre la población (en eso consistía la propiska, argumentaban las autoridades) para controlar la densidad de población y las normas sanitarias. En realidad, la propiska era el único documento (un sello en el pasaporte) que validaba que uno vivía en un apartamento. Si se perdía la propiska, se perdía el techo.
Alla Dovlátova, actriz rusa, contó a Kommersant una historia semejante: “Después de casarme, mi madre se fue a vivir con mi padre, habiéndose empadronado en su habitación de un piso comunitario. Dos años después, los padres de mi madre pudieron mudarse a su propio apartamento, e intentaron dejar su habitación comunal a mi madre, pero recibieron una negativa de las autoridades: ‘¡La hija ya se había ido a vivir con su marido! El Estado adquirirá la habitación’. Así que, para evitarlo, mis padres tuvieron que divorciarse, tras lo cual mi madre se empadronó en la habitación del piso comunal. Y seis meses después, volvieron a casarse”.
Obviamente, la propiska en las grandes ciudades era más difícil de conseguir, sobre todo en Moscú. Muchas personas hacían todo lo posible por conseguirla y, obviamente, había “matrimonios de conveniencia” que a menudo provocaban grandes inconvenientes cuando estos matrimonios acababan rompiéndose. Pero incluso en los matrimonios “decentes”, un hombre o una mujer de ciudades como San Petersburgo o Moscú registraban a sus cónyuges de fuera en sus apartamentos, y al final no tenían problemas para permanecer en Moscú, incluso cuando los matrimonios acababan en divorcio.
En 1990, el Comité de Supervisión Constitucional de la URSS admitió que “la ley sobre la propiska, que obliga a los ciudadanos a obtener permiso para residir en localidades del territorio de la URSS, restringe el derecho de los ciudadanos a la libertad de circulación y a la libertad de elegir su lugar de residencia. Estas restricciones [...] deben eliminarse de la legislación”. Sin embargo, durante la mayor parte de los años 1990 y 2000, la propiska siguió siendo un tema importante. En Moscú y San Petersburgo había incluso agencias matrimoniales semilegales que podían encontrar un marido o una mujer ficticios nacidos en Moscú y con propiska moscovita, para registrar a los clientes en la capital. En la actualidad, vivir sin empadronarse sólo puede acarrear una multa administrativa (2-3.000 rublos -30-40 dólares-) y, además, el proceso de empadronamiento se ha vuelto mucho más sencillo que en la época soviética.
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