Un escaparate de la vida en la URSS: qué guardaban los famosos armarios soviéticos
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Porcelana
Toda ama de casa soviética tenía un juego de té de porcelana. Sin embargo, solo se utilizaba en ocasiones especiales: cuando se invitaba a casa a familiares o con motivo de grandes celebraciones. Se consideraba un lujo tener un juego de la Fábrica de Porcelana Lomonósov (LFZ) decorado con la “rejilla cobalto”. Este diseño, que se convirtió en uno de los emblemas de San Petersburgo, fue creado en 1944 a partir de un boceto de la artista Anna Yatskévich para el 200.º aniversario de la fábrica y entró en producción en serie en 1950.
Existen dos versiones sobre el origen de su diseño. Según la versión oficial, la rejilla recuerda al juego de té “Personal” de la emperatriz Elizaveta Petróvna, bajo cuyo reinado se fundó la manufactura (predecesora de la fábrica). Según la segunda, “extraoficial”, el dibujo sería una metáfora de las ventanas de las casas cruzadas con cintas durante el asedio de Leningrado. Yatskévich sobrevivió al asedio y perdió a su madre y a su hermana en aquellos años; así habría querido perpetuar su memoria. La artista recibió una medalla de oro en la Exposición Universal de Bruselas de 1958 por su creación de la rejilla cobalto.
Junto con la “rejilla cobalto”, otro objeto muy codiciado era el escaso juego de té “Madonna” de la RDA. El aspecto “burgués” de aquella porcelana, con nácar, dorados y dibujos de muchachas semidesnudas, no encajaba con el interior soviético, pero a los entendidos eso no les importaba.
“Recuerdo que mi abuela tenía esos platos en el lugar más visible del aparador y me fascinaban. Los sacaba una vez al año, cuando la familia se reunía por su cumpleaños y preparaba la mesa para el té. Ahora pienso que esa vajilla pomposa, en el salón de un piso-jrushchovka, muy acogedor pero con techos bajos y muebles de los años 80, se veía un poco extraña. Pero para mi madre, los restos de la ‘Madonna’ son un recuerdo de su madre, y para mí son la memoria de mi infancia y de las reuniones familiares, muchos de cuyos integrantes ya no están”, recuerda María Afanásieva, propietaria de varios juegos de té del periodo soviético.
Por lo general, el juego de té “de fiesta” se regalaba en las bodas, de modo que no solo decoraba el interior, sino que también recordaba fechas familiares importantes.
Las tazas, teteras y azucareras solían colocarse en el estante inferior del aparador. Podían ir acompañadas de unas tazas achatadas y con boquillas curvadas: buretas, o vasos para beber agua mineral. Los ciudadanos soviéticos las traían de balnearios.
En los años cincuenta, el turismo médico se convirtió en un fenómeno de masas en la URSS. Casi no había familias que no pasaran unas vacaciones “en las aguas”. Los sanatorios del Cáucaso Norte eran el principal destino de salud. La fábrica de porcelana de Kislovodsk producía tazas especiales para que los vacacionistas bebieran el agua mineral sin inhalar el olor a sulfuro de hidrógeno y sin exponer los dientes a minerales que dañan el esmalte. A menudo, el año de fabricación se inscribía en las buretas y la taza servía también como recuerdo de las vacaciones en el sur.
Cristal
Tanto las ensaladas de fiesta por capas, como “arenque bajo abrigo de piel” o “mimosa”, y las más sencillas, como la “Olivier” o la (ensalada) de vinagreta, al igual que los encurtidos caseros, requerían una presentación especial. Debían servirse en pesadas ensaladeras de cristal, que las amas de casa guardaban también en el aparador. Solían ir en el segundo estante. La fábrica de vidrio de Gus-Jrustalni, en la ciudad de Gúsev, era el fabricante más popular. Los pesados jarrones de cristal se regalaban a menudo en ocasiones señaladas (aniversarios, jubilaciones y el 8 de marzo); por eso, casi cada hogar soviético tenía toda una colección.
“El arenque bajo abrigo de piel queda estupendo servido en un jarrón de cristal. Mi padre era camionero y teníamos mucho cristal, sobre todo de Gus-Jrustalni. Es más agradable beber en vaso de cristal. Y me encantan los jarrones: he conservado prácticamente todos”, escribe un participante en un foro sobre nostalgia soviética.
Mientras que el “cristal pesado” solía ser de fabricación soviética, era prestigioso poseer copas, cálices y vasitos extranjeros. Tener cristal de Bohemia checoslovaco en casa se consideraba signo de buen gusto y de prosperidad familiar. Era más caro que sus equivalentes soviéticos.
La limpieza del cristal era todo un ritual. Varias veces al año, o incluso con más frecuencia, la ama de casa sacaba sus tesoros del aparador para lavarlos con una solución de vinagre. Gracias a ese procedimiento y a su uso poco frecuente, el cristal siempre lucía como nuevo.
“Desde niño me decían que no podía usar la vajilla de cristal porque era ‘para un día especial’. Sin embargo, se sacaba, se lavaba y se volvía a guardar dos o tres veces al año. Entonces, ¿se puede o no se puede sacar el cristal del aparador?”, bromeaba un usuario en Internet publicando la foto del aparador de su abuela lleno de cristal.
“Sacábamos el cristal en cada fiesta. Abríamos las puertas del aparador y sacábamos el juego de té de cristal de la RDA y enseguida nos invadía el ambiente festivo, como con el árbol de Año Nuevo”, responde otro comentarista.
Otros objetos
Además de la vajilla, en los aparadores se guardaban a la vista diversos recuerdos: podían ser figuritas de porcelana o de vidrio de colores y matrioshkas. A menudo se veían fotos de parientes en el fondo espejado: fotografías de los padres de tiempos de guerra; retratos de niños y nietos con uniforme escolar (niñas con lazos y delantal blanco, niños con el pañuelo rojo de pionero). A veces, junto a ellas se colocaban recortes de periódico con artículos sobre las hazañas laborales de miembros de la familia o sobre sus lugares de trabajo.
Tras la desintegración de la URSS, la generación entonces joven y “progresista” quiso deshacerse de los aparadores soviéticos y de su contenido, considerados trastos obsoletos. Treinta años después, el interés por el legado soviético regresa y, hoy, los jóvenes buscan juegos de té “de la abuela” y cristal en mercadillos. Los diseñadores reproducen el estilo retro en interiores, copiando y restaurando esos mismos aparadores. Por un lado, es un homenaje al diseño soviético, que a menudo supera en características estéticas y funcionales a muebles y enseres modernos. Por otro (y quizá en mayor medida), es una manifestación de nostalgia.