10 obras literarias occidentales que se convirtieron… en clásicos para los lectores rusos
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1. ‘Iliada’ de Homero en la traducción de Nikolái Gnedich
Antes de Gnedich, a Homero se lo traducía ya sea en verso alejandrino (que sonaba demasiado ligero) o en prosa. El poeta se fijó la meta de transmitir tanto la grandeza épica como el ritmo del hexámetro homérico en ruso. Para ello utilizó el dáctilo hexámetro. El resultado fue recibido como un acontecimiento cultural nacional (1829). Pushkin escribió los célebres versos:
Oigo el apagado sonido del divino lenguaje heleno;
La sombra del gran anciano percibo con mi alma turbada.
Aunque tampoco se privó de una epigrama:
Cojo era Gnedich, poeta y traductor del ciego Homero,
De lado se parecía a su modelo y también a su traducción.
2. ‘Odisea’ de Homero en la traducción de Vasili Zhukovski
El crítico Belinski no por casualidad llamaba a Zhukovski el “Colón literario de Rusia”, pues le abrió la literatura europea. El poeta insistía en que la traducción no era copiar el original, sino una cooperación creativa entre autor y traductor, la creación de una obra ideal en el propio idioma. En la traducción de la Odisea (1849) de Zhukovski ya no suena la arcaica fuerza de Gnedich, sino una epopeya poética que corresponde perfectamente al estilo del propio Zhukovski.
3. Baladas de los románticos alemanes en traducción de Vasili Zhukovski
A través de sus traducciones, el público ruso conoció las baladas de románticos alemanes e ingleses. La copa de Schiller y El rey de los elfos de Goethe se volvieron clásicos, aprendidos de memoria por generaciones de estudiantes. Sus versiones influyeron en el joven Pushkin, en Lérmontov y en otros poetas de la pléyade de Pushkin.
4. Shakespeare en la traducción de Borís Pasternak
Pasternak no tanto tradujo a Shakespeare como lo recreó para el lector ruso. Su Hamlet, Romeo y Julieta, Rey Lear son obras poéticas de pleno derecho. La frase “Ser o no ser, he ahí la cuestión” (To be, or not to be: that is the question), gracias a Pasternak, es conocida por todos los rusos. Al igual que “Pero nunca hubo historia más triste que la de Julieta y su Romeo” (For never was a story of more woe than this of Juliet and her Romeo).
5. Robert Burns en traducción de Samuil Marshak
Marshak hizo del poeta escocés casi un clásico popular ruso. Sus traducciones son tan melódicas, precisas y llenas de alma que los poemas y canciones de Burns (En los campos bajo nieve y lluvia...” (O, wert thou in the cauld blast), Amor y pobreza (O poortith cauld, and restless love) se leen como si fueran originalmente rusos.
6. ‘El guardián entre el centeno’ de Salinger en la traducción de Rita Rait-Kovaliova
La traducción apareció en 1955 y durante mucho tiempo fue la única en ruso: la gran mayoría de lectores conoció el libro gracias a ella. El título original, The Catcher in the Rye, fue traducido de forma metafórica como Sobre el precipicio en el centeno. También hay diferencias censuradas, ideológicas y algunas inexactitudes. Sin embargo, para varias generaciones de rusos, Holden Caulfield habla con las palabras de Rait-Kovaliova.
7. ‘La Divina Comedia’ de Dante en la traducción de Mijaíl Lozinski
Es la traducción más conocida, respetada y “académica”. Por ella, Lozinski recibió el Premio Stalin en 1946. Se propuso transmitir el texto de Dante con máxima precisión filológica, conservar todos los matices de sentido, la compleja estructura estrófica y el ritmo-sintaxis de las frases. El resultado fue un texto de increíble densidad y profundidad intelectual. La frase A mitad del camino de la vida terrenal, me encontré en una selva oscura también es conocida por todos los rusos.
8. ‘Cien años de soledad’ de García Márquez en la traducción de Valeri Stolbov y Nina Butírina
La primera traducción del famoso libro se realizó todavía en los años soviéticos (finales de los 60) y, como en el caso de El guardián entre el centeno, sigue siendo la más popular y querida. Butírina y Stolbov crearon ese lenguaje poético y denso con el que se asocia el realismo mágico de Márquez en Rusia.
9. ‘El Señor de los Anillos’ de Tolkien en la traducción de Vladímir Muraviov y Andréi Kistiakovski (primera versión completa)
A pesar de traducciones posteriores más precisas, esta versión se volvió de culto para una parte considerable de los fans soviéticos y rusos. Está llena de grandeza épica y arcaísmos que encajaron perfectamente en la percepción rusa de la obra.
10. ‘El Principito’ de Antoine de Saint-Exupéry en la traducción de Nora Gal (Eleonora Galperina)
La traducción de este cuento-fábula sobre un niño que viaja por el universo entró en la historia de la literatura rusa al mismo nivel que los textos originales. Gal creó un texto clásico, del que muchas frases se convirtieron en proverbiales (Somos responsables de aquellos a quienes hemos domesticado, Lo esencial es invisible a los ojos). Su lenguaje (sencillo, profundo y lírico) coincidió de manera perfecta con el espíritu de la obra.