Don Quijote en la estepa: las versiones soviéticas del caballero de la triste figura
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Un Quijote soviético (y universal)
En pleno “deshielo” jruschoviano, la película de Kózintsev cobró una fuerza inesperada. En palabras del propio director, había dos formas de representar España en pantalla: una era la del folclore superficial y los estereotipos; la otra, más profunda, consistía en buscar lo español en lo universal, en lo humano. Kózintsev optó por esta segunda vía. Para él, La Mancha no era muy distinta de los parajes descritos por Gógol en Mírgorod,y Don Quijote se parecía más a un héroe ruso (como el Caballero Pobre de Pushkin) que a una figura exótica.
La película fue rodada en Crimea, cuyos paisajes áridos y austeros se convirtieron en una convincente España cinematográfica. Con ayuda de detalles históricos y vestuarios fieles, los creadores lograron respetar la esencia hispánica sin sacrificar su lectura universal ni su sensibilidad rusa.
Дон Кихот (“Don Quijote”) sería estrenada en España en junio de 1966 en los cines Palafox de Madrid, siendo la primera película soviética estrenada en España desde el final de la Guerra civil española.
Otra versión más tardía fue la película corta de animación Don Quijote libertado / Osbozhdionniy Don Kijot (Vadim Kurchevski, 1987), basada en la obra teatral del mismo título de Lunacharski de 1922.
El Quijote, ¿ruso?
Desde el siglo XIX, Rusia adoptó la figura del Caballero de la Triste Figura como símbolo de su propia alma colectiva: soñadora, inconformista, utópica. Durante el siglo XX, los intelectuales soviéticos moldearon un nuevo Quijote, disidente y resistente, que luchaba no contra molinos, sino contra las estructuras represoras del sistema. En este sentido, el quijotismo dejó de ser un mero fenómeno literario importado y se convirtió en parte esencial de la cultura rusa contemporánea.
Más allá del exotismo o del decorado, los cineastas rusos encontraron en España una tierra hermana, llena de heridas, sueños y batallas morales que resonaban profundamente en su propio pueblo.
Porque Don Quijote, al fin y al cabo, no es de La Mancha. Es de donde se sueña.