Mansiones del viejo Moscú que parecen sacadas de un cuento de hadas (Fotos)
A finales del siglo pasado, Rusia se vio inmersa en una tendencia a revivir el arte y el patrimonio medievales rusos. Artistas y arquitectos descubrieron un nuevo aprecio por la singularidad y el valor artístico de los antiguos iconos y la arquitectura rusos. Empezaron a incorporar imágenes y elementos de la antigua Rus en sus obras, al tiempo que las reimaginaban. El arte ruso medieval fue la influencia más fuerte en la vanguardia rusa. En arquitectura, la aparición de este estilo ruso (también denominado neorruso o pseudorruso) se vio reforzada por el levantamiento de las estrictas normativas que regulaban el diseño de edificios, así como por varias exposiciones industriales celebradas en Moscú, San Petersburgo y París en las que se presentaron casas e interiores inspirados en la arquitectura rusa medieval. Posteriormente, empezaron a aparecer edificios y barrios enteros construidos según estos diseños en muchas ciudades de Rusia y de otros países.
El estilo ruso consiste en modelar edificios modernos a partir de la arquitectura en madera de los maestros eslavos, a veces exagerando deliberadamente sus rasgos más pronunciados. Los edificios de estilo ruso más famosos de Moscú son los grandes almacenes GUM de la Plaza Roja, las estaciones de ferrocarril de Yaroslavski y Kazanski, y el Museo Histórico de la plaza Manézhnaia. Además, Moscú conserva varias mansiones singulares que parecen salidas directamente de las páginas de un libro de cuentos populares rusos.
1. La mansión Lopátina, 1876
Esta casa decorada con coloridos mosaicos se encuentra en pleno centro de Moscú, en la calle Bolshaya Nikítskaia. Antes de la Revolución bolchevique, pertenecía a Anna Lopátina, que regentaba un negocio de suministro de marisco a Moscú. Además de la vivienda de la propietaria, el edificio contenía apartamentos que se alquilaban, así como almacenes y oficinas administrativas en la planta baja.
El edificio fue diseñado por el arquitecto Alexánder Kaminski, yerno de Pável Tretiakov, fundador de la Galería Tretiakov, también de estilo ruso. Kaminski decoró su fachada con una ornamentación hecha de pequeños ladrillos multicolores y cerámica que recuerda el punto de cruz, mientras que el diseño de sus ventanas arqueadas se tomó prestado de las cámaras de los boyardos.
La tercera planta se añadió en la década de 1920, cuando la mansión pasó a manos de las autoridades soviéticas y se convirtió en residencia. Actualmente alberga la Embajada de Brasil.
2. La Casa Tsvetkov, 1899-1901
Esta pequeña casa del terraplén Prechístenskaia fue encargada por el coleccionista de arte Iván Tsvetkov. Era un ferviente admirador del arte ruso y proyectó esta mansión como galería de arte, para lo que contrató al artista Viktor Vasnetsov (autor de Los bogatirs y Alionushka) para que creara su diseño arquitectónico. El resultado fue una casa canónicamente “rusa” tanto por fuera como por dentro.
Presenta un tejado abovedado sobre balcones de piedra tallada, azulejos brillantes en los dinteles, habitaciones con enormes candelabros a modo de incensarios y bancos arcón de madera. La vista desde la casa se abría a la fábrica de confitería Krasni Oktiabr (que entonces se llamaba Einem).
En 1909, Tsvetkov donó la casa y su extensa colección de pinturas (que incluía más de 1.800 lienzos y esculturas) a la ciudad, conservando el derecho a vivir en la casa y reconstruir la galería. Tras su muerte en agosto de 1917, el edificio se convirtió en un museo de arte e incluso sirvió como sucursal de la Galería Tretiakov durante algún tiempo.
En la década de 1930, sin embargo, la colección se distribuyó entre los museos regionales, mientras que la propia casa se convirtió en una residencia. Durante la guerra, el edificio albergó el cuartel general del Regimiento de Caza Normandie-Niemen. Actualmente se utiliza como residencia diplomática extranjera.
3. La Casa Pertsova, 1905-1907
Esta casa de cuento de hadas en el terraplén Prechístenskaia es uno de los edificios más llamativos de Moscú. Fue encargada por un ingeniero ferroviario llamado Piotr Pertsov, que registró la casa a nombre de su esposa Zinaida. Pertsov se obsesionó con la idea de construir una mansión al estilo ruso tras visitar a su amigo Iván Tsvetkov.
Había un terreno disponible en las cercanías, y allí construyó Pertsov su edificio de apartamentos. Gran aficionado al arte ruso, planeaba alquilar apartamentos en el edificio a artistas, escritores y otros miembros de la clase creativa a un precio muy modesto. La casa fue diseñada por el arquitecto Serguéi Maliutin (diseñador de la famosa muñeca rusa), que incluyó deliberadamente ventanas de distintos tamaños y fachadas asimétricas. Los áticos albergaban talleres, y en el interior había ascensores e incluso un teléfono.
El apartamento de los propietarios ocupaba cuatro plantas en un ala separada y estaba estilizado como una cabaña rusa, con estufas de azulejos, muebles de roble tallado y vidrieras. La casa se convirtió en un popular punto de encuentro de la escena artística moscovita. En el sótano había un cabaret, y los transeúntes solían detenerse ante esta mansión para admirar los intrincados detalles de su fachada.
Tras la Revolución Bolchevique, la casa fue nacionalizada y se instalaron en ella representantes del nuevo gobierno, entre ellos Lev Trotski. La mayor parte de la decoración interior original se ha perdido con el paso de los años, pero por fuera el edificio ha cambiado muy poco. Desde la década de 1970, la mansión es utilizada por el Ministerio de Asuntos Exteriores.
4. La casa Igumnov, 1888-1895
El propietario de esta mansión de la calle Bolshaya Yakímanka, Nikolái Igumnov, la construyó inspirándose en antiguos aposentos rusos. Igumnov poseía una mina de oro y se gastó un millón de rublos en la construcción del edificio, una cantidad increíble en aquella época (el terreno en el centro de Moscú sobre el que se levanta la casa costó sólo unos 17.000 rublos).
Los ladrillos rojos del edificio se encargaron a Holanda, y cada elemento de la fachada -ventanas, puertas, balcones- tiene su propia decoración única. El mosaico que adorna la mansión representa pájaros, flores y plantas de cuentos de hadas. El tejado del edificio se hizo con diferentes formas.
En 1901, Igumnov se marchó a Abjasia y nunca regresó a Moscú. Tras la revolución, entregó voluntariamente la propiedad al gobierno soviético. En la actualidad, el edificio alberga la residencia del embajador francés.
5. La mansión Shchukin, 1893-1898
Esta enorme casa de la calle Malaya Gruzínskaia perteneció al comerciante y filántropo Piotr Shchukin, que era un ávido coleccionista de arte ruso antiguo. A medida que su colección crecía, decidió construir para ella un edificio independiente de estilo ruso, de moda en la época.
El edificio principal tenía un amplio porche decorado con un balcón (una copia más pequeña del balcón de los aposentos de los Romanov en la calle Variarka) y tejados puntiagudos de varios niveles. En el interior, los visitantes se encontraban en salas abovedadas pintadas con diseños florales. Varios años después, se construyó otro edificio junto al primero, también de estilo pseudorruso pero más espacioso. Más tarde, las dos casas se conectaron mediante un pasadizo subterráneo.
En 1905, Shchukin donó su casa al Museo Histórico, pero siguió siendo el conservador de la colección hasta su muerte e incluso él mismo realizaba visitas guiadas a la casa. Durante los años de la Unión Soviética, el edificio siguió utilizándose como estaba previsto originalmente, exhibiendo objetos de varios museos. Hoy alberga el Museo de Biología Timirazev.
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