Conozca a 6 famosos no rusos que aprendieron ruso
1. Herbert G. Wells
El escritor visitó Rusia tres veces, la primera en 1914. Antes de que el autor de La guerra de los mundos y El hombre invisible emprendiera su viaje, estudió la lengua rusa con mucha diligencia. Al menos, lo había intentado. Más tarde admitió que sólo recordaba las palabras que había aprendido utilizando el alfabeto latino. Así fue como aprendió a contar hasta cien en ruso.
Tras su viaje de dos semanas a Rusia, Wells escribió el ensayo ¿Qué viene? Un pronóstico del estado de las cosas tras la guerra, en el que sugería introducir el ruso como tercera lengua extranjera en las escuelas, además del francés y el alemán. El gran escritor pensaba que el mayor reto para aprender ruso consistía en su escritura cirílica, a la que Wells se refería como la "ortografía irracional de las palabras". Sugirió utilizar transcripciones en latín e incluso publicar libros en ruso en escritura latina.
Más interesante aún, en su novela Juana y Pedro, los protagonistas viajan de San Petersburgo a Moscú, como el propio escritor. En el libro abundan las descripciones de la capital con sus brillantes escaparates, las murallas del Kremlin, los paseos en trineo por el río helado, así como las representaciones en el legendario Teatro de Arte de Moscú.
2. Giacomo Casanova
El afamado veneciano visitó muchos países, entre ellos Rusia. Viajó a la corte de Catalina la Grande para ofrecer a la emperatriz la celebración de una lotería de Estado. En Francia, Casanova fue el pionero del juego y había conseguido hacer una fortuna con él. Para parecer más persuasivo, decidió aprender algunas frases en el nuevo idioma. Sin embargo, pronto comprendió que no conseguía gran cosa. A Casanova se le fue la mano y comenzó a hacer comparaciones de lo más descaradas. En sus memorias, comparaba el ruso con un dialecto casi prehistórico y se quejaba de haber sido incapaz de pronunciar una sola palabra en esta "lengua bulliciosa".
3. Alejandro Dumas
El autor de Los tres mosqueteros recorrió Rusia por sugerencia del conde Grigori Kushelev-Bezborodko. Su ruta no se limitó sólo a Moscú y San Petersburgo, sino que también navegó por el río Volga hasta Astracán y visitó el Cáucaso. Escribió varios libros sobre Rusia, además de publicar un periódico con sus notas de viaje.
En total, el escritor pasó un año en Rusia y llegó a dominar el idioma. En sus ensayos de viaje señaló que "el ruso no tiene expresiones neutras", siendo su "selección de insultos tan amplia como la de expresiones que denotan afecto y amor".
Además de sus notas de viaje, Dumas consiguió traducir al francés algunas poesías de Nikolái Nekrásov, a quien había conocido en San Petersburgo, así como obras de Piotr Viazemski y Alexánder Pushkin. Para ello, se sirvió de las traducciones literales del escritor y traductor Dmitri Grigorovich.
4. Otto von Bismarck
Bismarck pasó tres años en Rusia como enviado de Prusia. Se tomó en serio su cargo diplomático y aprendió el idioma ruso por su cuenta. A su llegada a San Petersburgo, continuó sus estudios, pero con un profesor particular. Una vez a la semana, posponía todas sus obligaciones para dedicar al menos dos horas al estudio de la gramática y la sintaxis rusas. Al principio, se quejaba de que lidiar con las partes de la oración rusas era más difícil que batallar con el ejército francés. Sin embargo, en poco tiempo fue capaz de leer la novela de Iván Turguéniev, El hogar de la nobleza, en lengua original.
En aquel momento, apenas dijo a nadie que había dominado el idioma. Sólo se supo cuando Alejandro II tomó nota de que Bismarck seguía de cerca su conversación con Alexánder Gorchakov, el ministro de Asuntos Exteriores de la época. Bismarck se vio obligado a admitir sus conocimientos lingüísticos. Sin embargo, el emperador no se enfadó por la reticencia del diplomático, sino que felicitó al enviado por la rapidez con la que había aprendido ruso. Curiosamente, Bismarck solía hacer anotaciones en los documentos en ruso: normalmente escribía "Alles nichego" (nada), o declinaba algo diciendo "nevozmozhno" (es imposible).
5. Prosper Mérimée
El escritor comenzó a aprender ruso después de leer la Historia del Estado ruso de Nikolái Karamzin. Mérimée era conocido por ser un políglota, que dominaba el griego, el latín, el inglés, el italiano, el alemán y el español. En cuanto a la lengua rusa, le resultaba realmente sorprendente. El bibliógrafo Serguéi Sobolevski presentó al escritor francés a Varvara, la antigua dama de honor de la Gran Duquesa María Nikoláievna. Varvara le enseñó ruso, y sus estudios tuvieron tanto éxito que Mérimée no tardó en empezar a traducir del nuevo idioma. Así, el público francés conoció las traducciones de La reina de picas de Pushkin y su poesía, así como la comedia de Nikolái Gogol El inspector del gobierno. Mérimée se refirió al ruso como "la más sorprendente de todas las lenguas europeas, como si estuviera especialmente pensada para expresar los más mínimos matices".
6. Lewis Carroll
El conocido matemático y escritor viajó a Rusia en compañía de su amigo, el teólogo Henry Liddon. Su objetivo era establecer contactos con la Iglesia Ortodoxa rusa, y entregar una carta del obispo de Oxford Samuel Wilberforce a Filaret, Metropolitano de Moscú y Kolomna. Para Carroll, su viaje a Rusia se presentaba como un verdadero reto, que afrontó y resolvió con éxito. En repetidas ocasiones se sintió intimidado por los comentarios de que el ruso era demasiado difícil y contenía múltiples palabras largas e impronunciables. En su diario anotó una de ellas: "zashchishchayushchijsia" (protegerse). Sin embargo, empezó a dominar el idioma, paso a paso, con la ayuda de un diccionario y un libro de frases. Primero anotó las palabras desconocidas y luego trató de aprender frases completas. Aunque al final hablaba en ruso con el diccionario a mano, lo hacía con bastante habilidad: incluso podía regatear en los mercados locales.
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