7 curiosidades sobre la mansión que le regaló el zar Nicolás I a su esposa
Nicolás I (1796-1855) se casó con la princesa alemana Friederike Louise Charlotte Wilhelmina, hija del rey prusiano, y pasó a llamarse Alexandra Fiódorovna tras convertirse a la ortodoxia. Su relación tenía ventajas políticas, pero se basaba en el amor. Cuando Napoleón tomó Berlín, la familia de Federico Guillermo III pidió protección al emperador ruso Alejandro I, lo que acabó desembocando en un romance entre la princesa y el hermano del emperador, Nicolás I. La princesa no esperaba convertirse en emperatriz, ya que era Konstantín, el hermano mayor de Alejandro, quien estaba listo para heredar el trono. Sin embargo, cuando Konstantín renunció en 1825, Nicolás I ocupó su lugar.
Uno de los frutos de su gran amor fue esta mansión, que sigue existiendo en su forma original. He aquí algunos datos interesantes sobre el lugar al que acudía la familia real cuando necesitaba alejarse del bullicio.
1. Era la residencia privada del zar
A diferencia de los palacios imperiales de Peterhof, Tsárskoye Seló y Pavlovsk, este palacete nunca se consideró una residencia oficial del Estado. La casa de campo no se diseñó para impresionar a los embajadores extranjeros con su arquitectura y suntuosos interiores, ni para entretener a los miembros de la corte e inspirar temor en los súbditos. Se diseñó y construyó como morada familiar aislada, aunque esa familia fuera de la realeza. Esto era lo que la pareja más valoraba de la residencia.
2. Fue un regalo para la zarina
Este palacio fue construido como un regalo. Nicolás I construyó esta residencia para su esposa Alexandra Fiódorovna, a quien no le gustaba el dorado perenne de los palacios oficiales. Por eso el palacio se encuentra en las afueras de la finca, lejos del Gran Palacio de Peterhof, y es un lugar que no muchos visitantes pueden recorrer hoy en día.
3. El diseño se basó en el estilo inglés
El palacio se construyó a lo largo de tres años, entre 1826 y 1829. En aquella época, el estilo oficial de principios del siglo XIX, el estilo Imperio, ya estaba siendo sustituido por el Revivalismo. El arquitecto de la corte, el escocés Adam Menelaws, construyó el palacio en estilo neogótico. Los tejados empinados, los arcos y ventanas ojivales y los balcones abalaustrados del exterior se complementaron con techos de estuco en abanico y molduras de corona con tréboles y crucíferas en el interior. Este estilo puede observarse incluso en los detalles más pequeños, como la escalera de caracol de hierro fundido, los muebles, los relojes y los candelabros.
4. Lleva el nombre de la zarina
En el siglo XIX, el nombre oficial del palacio era Alejandría, en honor de Alexandra Fiódorovna. A petición de Nicolás I, el famoso poeta ruso Vasili Zhukovski creó un escudo de armas para la residencia con un escudo heráldico azul con una espada de caballero y una guirnalda de rosas blancas, que eran las flores favoritas de la emperatriz. Zhukovski también acuñó el lema: “Por la fe, la patria y el zar”. Este escudo se encuentra no sólo en las fachadas, sino también en muchos objetos del interior del palacio.
5. El palacio abría sus puertas al público una vez al año
Una vez al año, a mediados de julio, con motivo del cumpleaños de la emperatriz, se abría a todos el jardín que rodeaba el palacio. El resto del año, este territorio estaba estrictamente prohibido a los forasteros. Entre los escasos invitados al palacio se encontraba el turista francés Marqués de Custine, que describió su viaje a Rusia en un libro publicado en 1839. Según su descripción, el palacio parecía la casa de “un inglés rico y elegante”.
6. Estaba equipado con fontanería y ventilación
La mansión, de tres pisos y 27 habitaciones, estaba equipada con la tecnología más avanzada de la época, lo que reducía considerablemente el número de sirvientes y garantizaba a la pareja su deseada intimidad. Había bombas que llevaban el agua a los baños y sistemas de ventilación y calefacción radiante que ayudaban a mantener la temperatura en las habitaciones. La cocina estaba situada en un edificio separado y la comida se traía y servía a horas convenidas.
7. La mansión ha permanecido intacta
El palacio sigue intacto, habiendo sobrevivido a la Revolución y a la Segunda Guerra Mundial. Durante la época soviética, las autoridades quisieron transformar el edificio en un salón de recepciones, pero los directores del museo se resistieron. Como resultado, lo que tenemos hoy es un auténtico monumento a la vida privada de la realeza rusa del siglo XIX
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