La tradicional ciudadela fortificada rusa

La tradicional ciudadela fortificada rusa Kremlin de Pskov
A.Savin (WikiCommons)
En la Edad Media, el único modo de mantener la seguridad en las llanuras rusas era construir ciudadelas amuralladas y plazas fuertes en lugares estratégicos. Estas fortalezas se convirtieron también en centros comerciales y religiosos.

Desde la Antigüedad, los rusos han sido famosos por sus habilidades como constructores de fortalezas. Como no había barreras montañosas naturales alrededor de las llanuras rusas, sus habitantes tuvieron que buscar protección de un mundo hostil detrás de altas murallas.

Una ciudad rusa no era una simple concentración de casas como en algunos países europeos. Siempre se trataba también de una fortaleza, que recibía el nombre de “górod”, ciudad, palabra que originalmente significaba “terreno vallado”.

Los viajeros escandinavos medievales se quedaron tan impresionados con la abundancia de ciudadelas fortificadas en Rusia que la denominaron Gardariki, “el país de los castillos”.

Antes de la invasión mongola del siglo XIII, se construyeron en Rusia más de 400 fortalezas o “kremlins”. La palabra deriva de “krepki”, que significa “fuerte”.

La mayor parte eran terraplenes de tierra coronados por muros de madera de hasta 6 metros de grosor, desde donde decenas de arqueros podían disparar a los atacantes. En las torres de troncos se alojaban catapultas y, para más seguridad, se podían construir fosos circulares con picas de madera clavadas en el fondo para impedir que el enemigo cruzase. También había una valla o empalizada entre el foso y la muralla.

Las ciudades más grandes, como Kiev o Vladímir, también disponían de puertas de guardia, normalmente coronadas por una pequeña capilla que, además de tener una función simbólica, servía como torre de vigilancia.

Las fortalezas principales ostentaban murallas de piedra. En el siglo IX, fortificaciones de piedra rodeaban Izborsk y Staraya Ladoga, ciudades de la frontera noroeste expuestas constantemente a los ataques.

El más poderoso de todos era el kremlin de Pskov (Krom) que, tras un ataque de los Caballeros Teutónicos, fue la primera fortaleza en Rusia en tener muros de piedra, cuyo perímetro se asentaba sobre unas enormes rocas que les servían como cimiento.

Sin embargo, la mayor parte de las fortalezas estaban construidas de madera y fueron incendiadas por los mongoles a mediados del XIII. La siguiente generación de plazas fuertes, construida en el XIV, era de piedra; la primera fue el kremlin de Moscú, construido en piedra blanca en 1360.

La tradicional ciudadela fortificada rusa El Kremlin de Moscú poco antes de la revolución de 1917.
Lori / Legion Media

Fue una construcción a nivel nacional, en el sentido más amplio de la palabra. Picapedreros de toda Rusia acudieron a cortar bloques de las canteras de piedra blanca que se abrieron cerca de Moscú especialmente para ese cometido.

Unas murallas que se elevaban hasta una altura de 6 metros rodeaban un área de 10 hectáreas que contenía la ciudad completa, desde sus regias torres e iglesias a los talleres, almacenes y hogares de la gente del pueblo. La fortaleza tenía 6 puertas y 10 torres vigías controlaban una amplia franja del territorio circundante. Se cavó un pozo en el sótano de una de las torres para asegurar el suministro de agua en caso de asedio prolongado.

La fuerza de los nuevos muros fue puesta a prueba por los invasores solo un año después de su construcción. En 1370, el ejército del Gran Duque lituano Algirdas intentó atacar la ciudad durante 8 días, pero se retiró tras sufrir enormes pérdidas.

En 1382 también los tártaros asaltaron el blanco Kremlin, utilizando la última innovación armamentísitca: el cañón. Pero los nómadas no pudieron tomar la fortaleza y estaban a punto de retirarse cuando unos traidores persuadió a los moscovitas de que abriesen la puerta. El Kremlin cayó y fue quemado por completo. Sin embargo, lo restauraron al cabo de pocos años. En el siglo XV soportó dos largos asedios, pero se empezó a deteriorar a finales de ese siglo.

En 1485, por orden del Gran Príncipe de Moscú, Iván III, empezaron las obras para construir un sistema de nuevos muros de ladrillo rojo en lugar de los antiguos muros de piedra blanca. La construcción fue supervisada por los mejores arquitectos militares de Europa: los italianos. Su creación incorporó técnicas arquitectónicas ampliamente utilizadas por los especialistas europeos.

Las almenas de cola de golondrina que coronan las murallas del Kremlin son las mismas que las del palacio del Doge en Venecia, y los contornos dentados de las torres y muros recuerdan a los del castillo Scaligero en el lago de Garda o los del castillo de los Sforza, en Milán.

El Kremlin también incrementó su territorio significativamente, y el número de torres aumentó hasta 20; la fortaleza de los príncipes rusos se convirtió así en la más grande de la Europa de la época.

Mientras tanto se construían fortalezas de piedra en las fronteras sureste y noroeste, donde las amenazas eran constantes. Los kremlins de Tula, Kolomna y Nizhni Novgorod protegían el centro del país de las incursiones tártaras, mientras que las fortalezas de Oreshek e Ivángorod, cerca del Báltico, colocaban un formidable obstáculo en el camino de suecos, daneses y germanos.

La tradicional ciudadela fortificada rusa Fortaleza de Oreshek.
Lori / Legion Media

Alrededor del Kremlin de Moscú se construyeron más defensas hasta el siglo XVI, incluyendo dos cinturones de piedra y un muro de tierra circular.

En 1595 se levantó la fortaleza de Smolensk a orillas del río Dniéper. Pronto recibió el sobrenombre de “la gargantilla de las tierras rusas”. Sus muros se extendían 7,5 kilómetros, tres veces más que los de Moscú, y su perímetro estaba vigilado por 39 torres.

Este fuerte era único también porque presentaba tres niveles defensivos en lugar de dos, de modo que cada torre y cada sección de la muralla se convertía en otra fortaleza en miniatura. Las murallas eran tan anchas que tres caballos podían trotar con comodidad por la parte superior, pero en conjunto la construcción era tan artística como funcional.

Todas las aspilleras estaban revestidas con arquitrabes, como si fuesen ventanas domésticas decorativas. En 1609-1611, Smolensk soportó un largo asedio de las fuerzas polacas, pero los invasores no pudieron capturar la ciudad en una lucha igualada. Al final del segundo año de cerco, sin embargo, casi todos los defensores habían muerto y los polacos se colaron por un sector desprotegido de la muralla.

La tradicional ciudadela fortificada rusa Fortaleza de Ivángorod.
Lori / Legion Media

El siglo XVI fue la Edad de Oro de la arquitectura rusa militar de carácter monumental, que, sin embargo, se quedó obsoleta en los cien años siguientes con la llegada de la artillería. En lugar de grandes kremlins de piedra, los arquitectos ideaban líneas defensivas compuestas por cadenas de pequeñas fortalezas.

En el siglo XVIII, los gruesos muros finalmente evolucionaron hacia bastiones conectados con revellines, esto es, fortificaciones con forma triangular situadas a cierta distancia de los edificios de la fortaleza, diseñadas para dividir a las fuerzas atacantes y dejarlas expuestas a fuego cruzado desde la parte superior.

Sin embargo, algunas de las temibles fortificaciones de los antiguos arquitectos rusos todavía dan testimonio de las grandes guerras del pasado. A uno de ellos, el kremlin de Kolomna, le fue otorgado el pasado año el estatus de símbolo de Rusia.

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