El KAI-20 ‘Angara’: el hidroavión soviético que pudo revolucionar la vida en el Ártico

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Este avión fue concebido como un anfibio multipropósito, capaz de volar con comodidad tanto en climas templados como en los inviernos más feroces del círculo polar.

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En los vastos y helados territorios del Norte, Siberia y el Lejano Oriente soviético, durante décadas un pequeño avión anfibio llamado Sh-2 (apodado cariñosamente “Shavrushka”) fue el mejor aliado de exploradores, médicos, geólogos y pobladores. Podía aterrizar en ríos estrechísimos, en lagos, en pistas improvisadas en medio de la taiga. Un avión duro, incansable, perfecto para un territorio sin carreteras.

Pero llegó el día en que la vieja “Shavrushka” fue retirada, y con ella el Norte quedó sin alas propias. Fue entonces cuando un joven ingeniero, Valentín Korchaguin, egresado del Instituto de Aviación de Kazán, se obsesionó con devolverle al Ártico un avión creado especialmente para él. Así nació el ambicioso proyecto del KAI-20 “Angara”.

airwar.ru Sh-2 ambulancia.
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Una visión adelantada a su tiempo

El “Angara” fue concebido como una anfibia multipropósito, capaz de volar con comodidad tanto en climas templados como en los inviernos más feroces del círculo polar. Su diseño rompía esquemas: motores ocultos en el fuselaje, hélice propulsora en la cola, alas limpias de góndolas que mejoraban la aerodinámica y redujeron vibraciones y ruidos en cabina.

Korchaguin defendía que este esquema garantizaba:

Mayor seguridad: motores y sistemas accesibles incluso en vuelo, mejor protegidos de incendios y del agua.

Facilidad de mantenimiento: revisiones posibles en cualquier condición, incluso “a flote”.

Confort superior: menos ruido, menos vibraciones, cabina cálida y con buena visibilidad.

Versatilidad: el KAI-20 podía transformarse en versión de pasajeros, carga, sanitaria, patrullera o militar.

Los cálculos de Korchaguin eran ambiciosos: una velocidad de crucero hasta 200 km/h mayor que la de anfibios extranjeros comparables, y un costo por tonelada-kilómetro reducido en un 40%.

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Obstáculos políticos y técnicos

El proyecto fue presentado en distintas ocasiones desde finales de los años 50. Hubo apoyos puntuales (incluso elogios de expertos como el mítico diseñador Robert Bartini),  pero también trabas burocráticas. En varias ocasiones fue rechazado con frases desalentadoras como “no está en el plan estatal”.

Incluso tras llegar a instancias del mismísimo Comité Central, el KAI-20 acabó encajonado. Para algunos, era demasiado innovador; para otros, competía con programas ya en marcha. Con el tiempo, quedó como un brillante “proyecto de papel”.

airwar.ru El KAI-20 con el esquema de colores de AEROFLOT
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Un legado en el aire

Aunque el “Angara” nunca voló, su concepto inspiró desarrollos posteriores como el avión “Yamal”, concebido a finales de los 80. La idea de un anfibio moderno para el Ártico sigue viva: un avión que combine robustez, facilidad de mantenimiento y versatilidad, capaz de operar en lugares donde ninguna carretera llega.

Hoy, al mirar los planos y maquetas del KAI-20, no cuesta imaginarlo aterrizando en un río helado de Chukotka o llevando médicos a una aldea del Yamal. Fue el sueño de un ingeniero testarudo que quiso darle al Norte soviético lo que más necesitaba: alas propias para enfrentar el hielo eterno.

airwar.ru El KAI-20 con el esquema de colores de aviones rescatadores.
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