¿Cómo encontrar Belovodie, la tierra prometida de los viejos creyentes rusos?
Lejos hacia el Este, en el territorio del reino “oponiano” (que significa “japonés”), existe un país en el que la gente vive en setenta islas grandes e innumerables islas pequeñas. Están gobernados por un patriarca y cuatro sacerdotes metropolitanos. “No tienen corte secular; las autoridades espirituales gobiernan a los pueblos y a todas las personas”. Así escribió a principios del siglo XIX el monje Mark del monasterio Topozerski (en la provincia de Arcángel), quien supuestamente había estado él mismo en Belovodie (“La tierra de las aguas blancas”), que es como se llamaba esta maravillosa tierra. Su texto en cuestión se titulaba El viajero.
El monje describió este lugar como un verdadero paraíso terrenal. “En ese lugar no hay delitos ni otras cosas contrarias a la ley”. Y aunque “durante el invierno, hay heladas extraordinarias con terremotos y tormentas eléctricas”, el país de Belovodie era rico y fértil: “Allí crecen toda clase de frutos terrenales; nacen uvas y arroz; tiene innumerables yacimientos de oro y plata, y abundan las piedras preciosas y los abalorios caros.” Belovodie se describía como un país cerrado, que no se peleaba con nadie: “No dejan entrar a nadie en su tierra y no tienen guerra con nadie”.
Belovodie estaba habitada por exiliados de la fe: según el monje Mark, fue fundada por cristianos asirios, que huyeron allí "de la persecución de los herejes romanos". "Muchas personas fueron enviadas en barcos a través del mar Ártico y por tierra" y luego "fundaron 170 iglesias de lengua asiria" en Belovodie. Para permanecer en Belovodie, los que llegaban allí necesitaban bautizarse por segunda vez pero, después de eso, tenían prohibido salir. Según Marcos, él no lo hizo, pero “dos monjes que estaban conmigo aceptaron quedarse para siempre: recibieron el santo bautismo”.
Un lugar real es el motivo de la leyenda
La leyenda sobre Belovodie apareció, muy probablemente, en la segunda mitad del siglo XVIII entre los viejos creyentes rusos y se transmitió oralmente. En El Viajero sólo se recoge una de las variantes de la leyenda. Y Belovodie tiene una referencia geográfica.
En la segunda mitad del siglo XVII, tras el cisma de la Iglesia rusa (“Raskol”), los viejos creyentes que no querían tratar con los “nikonianos” huyeron a diferentes partes de Rusia. Los más desesperados huyeron más allá de la línea fortificada de Siberia, construida para proteger a Rusia de los nómadas, mucho más allá de las actuales Novokuznetsk y Semipalatinsk y más allá de las montañas Altái.
Los rusos que se asentaron en lugares inaccesibles a lo largo del río Bujtarma y en la estepa de Uimon, en Altái, empezaron a ser conocidos como “gente de piedra”, es decir, montañeros, porque “piedra” en la lengua de la época significaba “montaña”. Los Viejos Creyentes de Nizhni Nóvgorod formaban la base de la “gente de piedra”, pero a su comunidad se unieron nativos de varias regiones, que llegaron hasta el valle del río Bujtarma.
La región comenzó a poblarse en la década de 1720. En realidad, no había ninguna autoridad gubernamental: la zona se encontraba entre las fronteras de Rusia y China. La población cazaba, se dedicaba a la agricultura, pescaba, extraía miel y realizaba intercambios comerciales con sus vecinos: kazajos, altaianos y chinos. En la década de 1790, cuando la región de Bujtarma empezó a ser anexionada a Rusia y a pagar impuestos, había allí unos 17 asentamientos.
A principios del siglo XIX, la vida libre de los habitantes de las riberas de Bujtarma llegó a su fin. Desde 1796, todos los habitantes de Bujtarma empezaron a pagar un impuesto monetario. Muchos de ellos se trasladaron más al este y al norte, a los ríos Argut y Katún.
¿Por qué siguió viviendo la leyenda de Belovodie?
Así pues, Belovodie existió realmente: ¡la leyenda resultó ser cierta! Al fin y al cabo, era posible llegar hasta el río Bujtarma y, de hecho, algunas personas lo consiguieron en el siglo XVIII.
Cuando, a finales del siglo XVIII, las autoridades zaristas llegaron a las tierras de la “gente de piedra”, los más devotos se trasladaron más al este y volvieron a perderse en las montañas. Al parecer, este “éxodo” dio nueva vida a la leyenda. Además, si alguien llegaba a las orillas del río Bujtarma, estos lugares no solían ser aceptados como la “verdadera” Belovodie; al fin y al cabo, allí ya había impuestos y poder secular. Por lo tanto, era natural buscar más allá.
Por eso, en el siglo XIX, con la ayuda de El Viajero, que se distribuía en copias manuscritas entre los Viejos Creyentes, la leyenda de Belovodie se hizo aún más popular.
En 1807, en Tomsk, un campesino llamado Dementi Bobilev se presentó ante la policía y dijo que conocía un gran secreto, que sólo revelaría en Moscú. Cuando lo llevaron a Moscú, Bobilev dijo que había estado en Belovodie y que podía mostrar dónde se encontraba, que allí vivían varios cientos de miles de personas y que debían ser convertidos en ciudadanos del imperio. Bobilev recibió 150 rublos en oro por la información de las autoridades y prometió participar en la expedición a Belovodie, pero, en lugar de eso, desapareció con el dinero.
Ésta es sólo una historia más. Durante el siglo XIX, en busca de Belovodie, grupos de campesinos de las provincias de Perm, Orenburgo y Nizhni Nóvgorod huyeron a Siberia y más allá. A menudo buscaban a Belovodie en los bosques al norte de Tomsk, todo lo contrario de donde estaba realmente, al sur de Tomsk. En la década de 1840, algunos albañiles de Altái fueron a China en busca de Belovodie. También la buscaron en la actual República de Tuvá.
En los años 1870-1890, un estafador llamado Antón Pikulski, pero que se hacía llamar arzobispo Arkadi Belovodski, engañó a los viejos creyentes del Lejano Oriente, convenciéndoles de que era un verdadero sacerdote ortodoxo antiguo, ordenado en la propia Belovodie.
La leyenda sigue siendo conocida hasta nuestros días. Sin embargo, los investigadores modernos se llevaron dos sorpresas cuando entrevistaron a antiguos creyentes de Primorie, descendientes de los bujtarmas. En primer lugar, les sorprendió que la leyenda siguiera viva. Pero los investigadores se sorprendieron aún más por el hecho de que los descendientes de la “gente de piedra” hablaran de Belovodie como “una tierra justa y piadosa”, pero lo hicieran con evidente escepticismo.
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