Esto es lo que la gente utilizaba como soborno en la Rusia zarista
La corrupción es tan antigua como el mundo y en la literatura rusa se describen muchos casos de ella, a menudo de forma irónica. En la comedia de 1789 Yabeda de Vasili Kapnist, por ejemplo, hay una canción sobre aceptar sobornos: Para qué están nuestras manos sino para aceptarlos.
Cachorros de galgo
“Le digo a todo el mundo que acepto sobornos, pero ¿qué tipo de sobornos? Pues cachorros de galgo. Eso es otra cosa”, dice el Juez, un personaje de la comedia de Nikolái Gógol El inspector.
La expresión “aceptar un pago con cachorros de galgo” se ha convertido en un modismo y significa aceptar un soborno con bienes materiales. Pero, por supuesto, es irónico, porque el juez corrupto justifica el soborno, creyendo que lo que importa es QUÉ se recibe.
En Rusia, el entretenimiento favorito de la nobleza entre los siglos XVII y XIX era la caza con galgos. Al ser muy rápidos por naturaleza, conducían con maestría hacia el animal cazado, de modo que el cazador apenas tenía que hacer nada más. Alexánder Pushkin también describe una cacería de liebres con galgos de dos vecinos terratenientes en el relato La hija del terrateniente. Rusia incluso desarrolló su propia raza: el Borzói ruso (lee más sobre él aquí). Y los cachorros de pura raza no eran baratos.
Comida
El inspector es una comedia magistral sobre sobornos y menciona varios casos más. Por ejemplo, el gobernador de la ciudad acepta de buen grado sobornos de comerciantes, dándoles a cambio el derecho a comerciar. Y lo justifica ante el inspector de la siguiente manera: “Juzgue usted mismo: el sueldo que recibo no me alcanza para té y azúcar. Y, si he aceptado algún soborno, ha sido muy poco: algo para servir en la mesa, o un abrigo o dos”.
Al final, los comerciantes acosados por el gobernador acuden al inspector, le piden protección... y le ofrecen: “¡No desprecie, padre nuestro, nuestro pan con sal; le presentamos nuestros respetos con este pan de azúcar y esta cesta de vino!”.
Él responde que no acepta sobornos, pero que no se negaría a pedir dinero prestado, que es otra cosa (Como resultado, este autoproclamado inspector toma una gran suma de los funcionarios y se marcha).
En general, los sobornos con productos comestibles estaban muy extendidos en Rusia. Hasta el siglo XV, los distritos de un gran país se gestionaban mediante la “alimentación”.
El Gran Duque enviaba a un funcionario como administrador a tal o cual región, pero no le daba un sueldo. En su lugar, el funcionario era “alimentado” a expensas de la población local. Esto no se consideraba un soborno, era una ley, una tradición.
A menudo, los rusos daban “forraje” con lo que tenían, es decir, pan, leche, mantequilla, queso, carne, etc. Los caballos de los funcionarios, por su parte, también se alimentaban con el heno que les daban los lugareños.
En un libro de finales del siglo XVI titulado Sobre el Estado ruso, el inglés Giles Fletcher describía cómo un funcionario (además de otros muchos sobornos y extorsiones) aceptaba un ganso asado relleno de dinero. Y cómo Iván el Terrible lo ejecutó desafiantemente, dándole instrucciones (supuestamente) al verdugo para que lo descuartizara como a un ganso asado.
Los alimentadores se excedían muy a menudo en su autoridad y obtenían cada vez más beneficios de los desafortunados pupilos, deseando enriquecerse en una posición nutricia. Debido a este abuso, en 1555 se abolió la “alimentación”. Pero, el hábito permaneció.
Y, hasta el día de hoy, en aras de una buena actitud, la gente, de vez en cuando, lleva una caja de caramelos o bombones a la clínica o a una institución estatal.
Pieles
En Rusia, a las pieles se las llamaba “oro blando”. Era una moneda de cambio, un importante artículo de exportación y un motivo para explorar y desarrollar Siberia con sus interminables bosques.
Los pueblos siberianos incluso pagaban un impuesto sobre las pieles al tesoro de Moscú. De todas las pieles, la de marta era la más valorada. Matvéi Gagarin, el gobernador siberiano de la primera mitad del siglo XVIII, tenía que asegurarse de que las pieles llegaran al tesoro del Estado, pero no dudaba en redirigir parte de los caudales a su propio bolsillo. También cobraba dinero adicional a los comerciantes que ya habían pagado fuertes impuestos para poder vender pieles.
Con el tiempo, Pedro el Grande se dio cuenta de que las pieles y el dinero escaseaban y el gobernador vivía cada vez más lujosamente. Tras una inspección y el descubrimiento del alcance del “libertinaje”, Gagarin fue ahorcado en el centro de San Petersburgo y Pedro no permitió que se retirara el cadáver durante mucho tiempo como aviso para otros funcionarios.
Siervos
“Las formas de soborno cambiaron: se llevaban comida, pieles, siervos, dinero, servicios, pero su esencia como forma de abuso de poder, como delito oficial, permaneció”, escribe el profesor Ígor Golosenko en un ensayo sobre el fenómeno del soborno ruso.
En Rusia se lleva intentando luchar contra la corrupción desde el siglo XVI, pero con escaso éxito. Pedro el Grande asumió la causa con fiereza. Sin embargo, resultó que su principal socio, Alexánder Ménshikov, era el mayor corrupto del imperio. Tras la muerte de Pedro, se supo que su amigo tenía en su poder unos 90.000 siervos. Semejante número de ellos significaba que eran aceptados como regalo por el “mecenazgo”. Además, numerosos prisioneros que el ejército ruso capturaba tras las victorias en las batallas también se convertían en siervos.
Era habitual pagar con siervos, sobre todo para aquellos nobles empobrecidos para los que era la única moneda. Y los que no los heredaban aceptaban con especial gusto a los siervos.
Los siervos como moneda de cambio son descritos por el mismo Gógol en Almas muertas. El protagonista compraba campesinos que nominalmente seguían perteneciendo a sus terratenientes, pero que ya habían muerto... No los necesitaba, pero su número añadía un peso significativo en la sociedad.
Los altos funcionarios recibieron siervos por millares. Y, la primera vez en la historia de la Rusia zarista en que no se vieron regalos tan lujosos fue bajo Nicolás I, porque controlaba los sueldos de sus funcionarios y juzgaba en masa a los malversadores y sobornadores. Pero entonces, los funcionarios encontraron una salida: no aceptaban sobornos ellos mismos, sino a través de sus amantes.
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