La pasión por Rusia de un intelectual peruano

La pasión por Rusia de un intelectual peruano Retrato de José Carlos Mariátegui realizado en 1929.
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La vida y la obra de José Carlos Mariátegui estuvieron marcadas por la Revolución de Octubre y el movimiento socialista en la Unión Soviética. El escritor peruano fue uno de los primeros embajadores de la cultura rusa en Latinoamérica.

Las relaciones diplomáticas entre Rusia y Perú se establecieron el 1 de febrero de 1969, durante el Gobierno militar de Juan Velasco Alvarado. Desde el principio se cuestionaron las verdaderas motivaciones políticas que llevaron a estos países a firmar alianzas, debido a que el Gobierno peruano se había declarado nacionalista de izquierdas con fuerte corte anticomunista.

Algunas hipótesis apuntaron que, por un lado, la retórica “antimperialista” del mandatario peruano pudo haber sido la razón del acercamiento hacia políticas de cooperación militar con las autoridades soviéticas.

Por otro lado, se sugiere que la conducta soviética respondía a una estrategia de reposicionamiento global, para lo cual utilizaron el “arma bélica” a fin de generar una relación de cercanía hacia Perú. Lo cierto es que las relaciones entre ambos países se caracterizaron por una política de asistencia militar (transferencia de armas) prioritariamente, y otra de carácter económico.

No obstante, no se puede decir que los vínculos entre ambos Estados se limitaran exclusivamente a estos dos aspectos, sino que surgieron también relaciones de índole académica e intelectual. Esto se vio reflejado en la proliferación de textos, dentro de la comunidad rusa, acerca de una emblemática figura intelectual peruana: José Carlos Mariátegui (1894-1930), admirador de Rusia, país que, a su pesar, no tuvo la oportunidad de visitar durante su estancia en Europa.

La pasión por Rusia de un intelectual peruano Retrato de José Carlos Mariátegui.
Dominio público

El Amauta, como era conocido, particularmente en tierras peruanas, fue un escritor, periodista, autodidacta y político marxista. Fue además fundador del Partido Socialista Peruano y de la Confederación General de Trabajadores del Perú.

Intelectual perseverante y perspicaz, destacó por su obra Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, que fue traducida, entre otros muchos idiomas, al ruso.

Encuentro con Maxim Gorki

La producción intelectual que dedicó Mariátegui a la cuestión rusa fue profusa: desde análisis sobre los personajes y hechos de la Revolución de Octubre, hasta comentarios sobre el arte y la cultura soviética.

El autor estaba completamente convencido de que las realidades sociales también pueden ser abordadas desde el punto de vista de la cultura, el mundo de la creación literaria y la ficción. Por eso mostró un gran interés por la difusión de los nuevos literatos rusos de ese tiempo (entre otros, Alexander Blok, Andréi Bieli o Valeri Briúsov- considerados como los grandes representantes del simbolismo ruso y pertenecen al ciclo de la literatura rusa de la revolución), tanto en Perú como en Latinoamérica. Y lo hizo preocupándose por la traducción a la lengua española y también por su crítica.

La pasión por Rusia de un intelectual peruano Maxim Gorki.
Dominio público

En su viaje por Europa de 1922 tuvo la oportunidad de reunirse con Maxim Gorki, escritor identificado con el movimiento revolucionario soviético, en el sanatorio de Saarow Ost, cerca de Berlín, donde el ideólogo estaba recluido. En esa entrevista, la literatura y la política fueron los asuntos centrales.

A su retorno, Mariátegui escribió: “Maxim Gorki convalecía en Saarow Ost de las jornadas de la Revolución Rusa. Yo me preguntaba, mientras caminaba de la estación al Nuevo Sanatorio, cómo podía trabajar en este pueblo de convalecencia infantil —albo y lacteado— un rudo vagabundo de la estepa. Saarow Ost no es un pueblo sino un sanatorio. Un sanatorio encantado, con bosques, jardines, lagunas, chalés, tiendas, un café, gente sana y un ambiente sedante, esterilizado, higiénico.

Las excitaciones están rigurosamente proscritas. El crepúsculo —espectáculo sentimental y voluptuoso—, severamente prohibido. La población parece administrada por una nurse, la naturaleza tiene un delantal blanco y allí no se ha proferido jamás una mala palabra. ¿Qué podía escribir Gorki en esta aldea industrial, bacteriológicamente pura, de cuento de Navidad? Fue la primera cosa que le pregunté, después de estrechar su mano huraña. Gorki había escrito en Saarow Ost el relato de su infancia. Estaba contando a los hombres su historia. Y con la suya, la de todos los hombres. Todos sus recuerdos eran matinales.

La serie de sus grandes novelas realistas estaba interrumpida. Ahora que acabo de leer Los Artamónov, siento que Gorki no podía volver a escribir así bajo los tilos y los pinos del Nuevo Sanatorio. Saarow Ost: en cada convalecencia me visitan tus imágenes” (Signos y obras e historia de la crisis mundial, volumen recopilatorio de apuntes, notas y conferencias dictadas en la Universidad Popular Manuel Gonzales Prada, publicado en 1959).

Intelectuales rusos como Miroshevski encontraron similitudes entre las ideas que marcaron la liberación rusa (1861-1865), como la expresión de los intereses de los campesinos y la abolición de la autocracia zarista mediante la revolución del campo, y las expuestas por Mariátegui en El problema de la razas de América Latina (presentado en 1929 en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, celebrada en Buenos Aires). En ambos casos existía una creciente preocupación por la situación injusta y sometida de la clase campesina a los sistemas feudales y un declarado rechazo al capitalismo.

Durante los años siguientes a su muerte, acaecida en 1930, la obra de Mariátegui cobró especial interés en los círculos intelectuales de la entonces Unión Soviética, haciéndose objeto de diversas interpretaciones.

La divulgación de los textos del peruano en Rusia, favorecida por las relaciones diplomáticas establecidas entre estas naciones en el año 1969, permitió que se reprodujeran textos de los intelectuales soviéticos, quienes buscaron rendir homenaje a Mariátegui con elogiosas referencias a su erudición y vastedad de temas, pero siempre dentro del marco de los esquemas políticos del régimen soviético.

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