Cómo la economía mejoró las relaciones entre Alemania Occidental y la Unión Soviética. Parte 2
Los primeros pasos
En la década de 1950, la Unión Soviética y la RFA establecieron relaciones comerciales, firmando un acuerdo sobre volumen de negocios y pagos. La iniciativa tropezó con numerosos obstáculos: Desde el punto de vista político, su durabilidad fue puesta a prueba por las crisis en las relaciones Este-Oeste, incluida la política exterior de línea dura de la Unión Soviética, así como la hostilidad de los dirigentes de Alemania Occidental hacia Moscú. Desde un punto de vista práctico, las empresas alemanas occidentales tuvieron que enfrentarse a la burocracia y la falta de flexibilidad inherentes a la economía planificada soviética. En general, sin embargo, Moscú trató muy favorablemente a los empresarios alemanes occidentales, apreciando su “prontitud y meticulosidad”, como observó el antiguo director del Instituto Federal de Estudios Orientales e Internacionales de Colonia, Heinrich Vogel, en su artículo Acercamiento a través del comercio. Empresas alemanas en Rusia 1950-1990.
La Unión Soviética suministraba principalmente materias primas a Alemania Occidental: carbón, madera, algodón y petróleo. En este sentido, la crisis de Suez de 1956, que obligó a las potencias occidentales a buscar fuentes alternativas en sustitución de las de Oriente Medio, jugó a favor de Moscú. A su vez, la RFA vendió a la URSS máquinas-herramienta, hierro fundido y productos siderúrgicos, incluidos tubos para los oleoductos que Moscú estaba tendiendo para abastecer a los países socialistas. Los contratos de tuberías firmados con Mannesmann, Phoenix-Rheinrohr, Krupp, Siemens, Thyssen y otras grandes empresas de Alemania Occidental (eran estas empresas las que constituían el grueso del comercio bilateral) ascendían a muchos millones.
En 1963, esta cooperación se suspendió como consecuencia de la intervención de Washington: La Guerra Fría cobraba impulso y poco antes se había producido la Crisis de los misiles de Cuba. Esta decisión política del Canciller de la RFA, Konrad Adenauer, supuso grandes pérdidas para las empresas alemanas, por lo que se produjo un enfriamiento de las relaciones entre los empresarios y la alianza de partidos gobernante CDU/CSU.
‘El trato del siglo’
Ese mismo año, el Canciller dimitió, para ser sustituido poco después por Willy Brandt con su “Nueva Política Oriental” (Neue Ostpolitik), mucho más propicia al diálogo con los países socialistas. “Nuestros intereses nacionales no nos permiten situarnos entre Occidente y Oriente, nuestro país necesita cooperación y coordinación con Occidente, y entendimiento con Oriente”, decía el Canciller.
El comercio con el Este ya no estaba tan vinculado a la política como antes. Si en 1968 el volumen de negocios total de la RFA con la URSS fue de 567 millones de dólares, en 1969 alcanzó los 740 millones, señala Heinrich Vogel en el artículo.
El 1 de febrero de 1970 se firmó en Essen (Alemania) un acuerdo histórico, considerado el negocio del siglo y bautizado como “gas por tuberías”. La RFA debía suministrar a la URSS equipos para la construcción de un gasoducto hasta Europa Occidental a cambio de gas procedente de yacimientos recién descubiertos en Siberia Occidental. Las partes del contrato por parte alemana eran las empresas Mannesmann y Ruhrgas (la primera fabricaba tuberías y la segunda vendía gas soviético en la RFA)- así como el Deutsche Bank, que financiaba el acuerdo con un crédito de 1.200 millones de marcos. El suministro de gas comenzó tres años más tarde.
Esto marcó el inicio de la cooperación energética entre Bonn y Moscú, que adquirió aún mayor importancia tras el estallido de la guerra del Yom Kippur entre una coalición de estados árabes e Israel en octubre de 1973. El conflicto tuvo graves consecuencias para Occidente, ya que la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo adoptó un embargo sobre las exportaciones a los países que apoyaban a Israel. El conflicto de Oriente Medio provocó cambios radicales en las políticas energéticas no sólo de la propia RFA, sino también de otros países de Europa Occidental. Una de las formas que se encontraron para reducir la dependencia del petróleo de Oriente Medio fue aumentar las compras de petróleo y gas a la URSS.
La voluntad de los dos Estados de optar por la cooperación política se manifestó en la firma de otro tratado de importancia histórica, el Tratado de Moscú del 12 de agosto de 1970, primer resultado de la Neue Ostpolitik del canciller alemana. Willy Brandt y Leonid Brezhnev expresaron su compromiso con los objetivos de la distensión y el mantenimiento de la paz internacional. El documento fue el trampolín para el establecimiento de relaciones de vecindad y cooperación entre la RFA y la Unión Soviética, y también sentó las bases para posteriores acuerdos y convenios que, en última instancia, conducirían a la unificación de Alemania.
Conversaciones secretas
En 1979, poco antes de Navidad, se celebró una reunión secreta en el monumental edificio Gosplan, junto a la Plaza Roja. A un lado se sentaban tres banqueros alemanes y al otro Nikolái Baibakov, presidente de Gosplan, organismo gubernamental encargado de planificar y supervisar el desarrollo de la economía nacional de la URSS. “Confío en que nunca descubran que les estoy mostrando esto”, dijo, dirigiendo su puntero hacia un mapa de Europa y Asia, en cuya parte inferior podía ver claramente un sello con las palabras: “Secreto. Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de la URSS. En el mapa había un diagrama detallado de la futura expansión del gas en interés de un programa pacífico de cooperación. Lo que se nos quedó grabado en la memoria fueron los gasoductos que iban desde la península de Yamal, en Siberia oriental, hasta Uzhgorod, en Ucrania occidental, y pudimos ver su futura importancia política”. Así recordaba la reunión uno de los participantes alemanes.
Lo que se propuso fue un segundo proyecto de construcción de un gasoducto. Se invitó a participar en la iniciativa de alto riesgo a los mismos participantes que antes: Mannesmann, Ruhrgas y Deutsche Bank. Se habló de un crédito de 10.000 millones de DM, una cantidad sin precedentes en las relaciones internacionales. No se permitió la presencia de ningún intérprete en las conversaciones preliminares en el consejo central del Deutsche Bank en Düsseldorf debido al extremo nivel de secretismo.
Al principio las conversaciones avanzaron rápidamente, pero la situación internacional volvió a inhibir las perspectivas de cooperación. A finales de la década de 1970/1980, el enfrentamiento entre los bloques occidental y oriental volvió a agudizarse: La URSS envió tropas a Afganistán, y Estados Unidos, bajo el mandato del recién elegido presidente Ronald Reagan, mantenía una línea más dura hacia la Unión Soviética.
La postura de Washington y sus intentos de imponer un embargo a la entrega de equipos para la construcción del gasoducto se convirtieron en el principal escollo para la realización del proyecto. Sin embargo, los países europeos, proveedores de la URSS en el proyecto, no respaldaron las medidas adoptadas por Estados Unidos y se negaron a adoptar estas restricciones. A pesar de las críticas, las conversaciones (inicialmente secretas y luego oficiales) avanzaron, y ello en gran medida gracias a la apertura de una oficina del Deutsche Bank en Moscú ya en marzo de 1973.
Tras un largo pulso entre el canciller Helmut Schmidt [Nota del traductor: corregido de "Отто Шмидт" en el original ruso] y su sucesor Helmut Kohl, por un lado, y Reagan, por otro, el proyecto se redujo, pero se llevó a cabo. En 1989 se puso en servicio el gasoducto de Yamburgo.
Hasta 1990, la RFA ocupó el primer puesto en el comercio de la URSS con los países capitalistas. Para entonces, la era de la perestroika (reformas políticas y económicas a gran escala) llevaba ya varios años en marcha. Simultáneamente, la economía soviética había entrado en recesión. En 1991, la URSS se derrumbó, abriendo nuevas oportunidades para las empresas alemanas en el espacio postsoviético.
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