Moscú en un futuro imaginado por los soñadores del siglo pasado
“La Plaza Roja. El ruido de unas alas, el repique de los tranvías, los timbres de las bicicletas y las bocinas de los coches, el rugido de los motores y el clamor de una multitud. El monumento a Minin y Pozharski (quien dirigió al ejército ruso contra los invasores polacos en 1611-1612) aún se erige en la Plaza Roja. Un agente de policía espera con un sable en el centro de la plaza. Así será la realidad en 200 años”.
Hace ciento un años (1914), en vísperas de la Primera Guerra Mundial, la empresa confitera Tovarishestvo Einem expidió una serie de postales bajo el título 'Moscú en el futuro'. Más tarde, en 1922, la compañía pasó a llamarse Krasni Oktiabr (Octubre rojo) y se convirtió en la fábrica de chocolates más famosa de Rusia. “La Plaza Roja. El ruido de unas alas, el repique de los tranvías, los timbres de las bicicletas y las bocinas de los coches, el rugido de los motores y el clamor de una multitud. El monumento a Minin y Pozharski (quien dirigió al ejército ruso contra los invasores polacos en 1611-1612) aún se erige en la Plaza Roja. Un agente de policía espera con un sable en el centro de la plaza. Así será la realidad en 200 años”.
Un artista anónimo imaginó el aspecto que tendría Moscú en los siglos XXII y XXIII. Cada una de sus fotografías contenía una descripción en el reverso, de las que hemos traducido algunas partes. “Un invierno hermoso y agradable en 2259. Una divertida esquina de la 'vieja' Moscú. Para hacer del viaje una experiencia más placentera, la carretera de San Petersburgo se ha convertido en un espejo de hielo sobre el que se desplazan los aerodeslizadores”.
“Nos desplazamos mentalmente al parque Petrovski (construido en el siglo XIX). Sus alamedas se extienden más allá de donde alcanza la mirada. Copiosos manantiales brotan por todas partes, brindando reflejos al sol. Dirigibles y aviones entrecortan un aire completamente puro, libre de gérmenes y de polvo. Una multitud, ataviada con la viva indumentaria del siglo XXIII, admira la naturaleza por la que nosotros, sus retatarabuelos, solíamos pasear”.
“Las bulliciosas orillas del gran río Moscova. Enormes cruceros de transporte y barcos de vapor de varias plantas traspasan las intensas olas de un gran puerto comercial. Toda la flota mundial es estrictamente comercial. Las armadas fueron abolidas con el Tratado de paz de La Haya”.
“Una bonita tarde. La plaza Lubianka en el centro de Moscú tiene más o menos el aspecto que me había imaginado. Los largos trenes del metro de Moscú parten veloces desde la plaza. En 1914, apenas habíamos oído hablar del metro. Vemos a los valientes soldados rusos, que conservan los uniformes de nuestro tiempo, desfilar acompasados por un puente situado sobre el metro”.
“El Kremlin y sus cúpulas doradas adornan la vieja Moscú de paredes blancas (como se llamaba a la capital rusa ya en 1914, cuando sus muros eran blancos) y ofrecen una fantástica vista. Desde aquí, en el puente Moskvoretski, se ven inmensos edificios ocupados por empresas comerciales, trust, asociaciones, sindicatos, etc. Algunos trenes del aire planean suavemente con el cielo de fondo…”
“La plaza Teatrálnaya frente al Teatro Bolshói. El ritmo de vida se ha acelerado sobremanera. A lo lejos, un incendio hace estragos. Vemos un camión de bomberos que lo extinguirá en un instante. Biplanos, monoplanos y taxis aéreos se apresuran hacia el foco del incendio”.
“El invierno sigue siendo el mismo que en nuestros días, hace 200 años. La nieve sigue igual, blanca y fría. En la foto, la estación central de transporte terrestre y aéreo. Decenas de miles de personas vienen y van, todo se mueve a una velocidad de vértigo, de manera sistemática y fluida. Los pasajeros que lo desean pueden viajar tan rápido como un telegrama”.
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