5 escritores extranjeros que son tan queridos en Rusia como algunos autores del país eslavo
Ya hemos hablado de los autores extranjeros contemporáneos más populares en Rusia. Entre ellos están J. K. Rowling, Stephen King, Elizabeth Gilbert, Yuval Noah Harari y muchos otros. Pero, ¿qué hay de los viejos escritores clásicos?
Los rusos conocen muy bien la literatura universal (sobre todo la occidental, pero no sólo esta). Existe un plan de estudios de lectura obligatoria que incluye a Charles Dickens, Oscar Wilde, Mark Twain, Edgar Alan Poe, Julio Verne, Gerbert Wales, O'Henry y muchos otros escritores. El amor de los geólogos soviéticos por Jack London hizo incluso que un lago descubierto en Siberia fuera bautizado en su honor.
A continuación se enumeran los autores de los que los rusos están enamorados desde hace más tiempo.
1. William Shakespeare
Shakespeare es percibido por muchos rusos como un autor muy cercano y querido. En la icónica comedia soviética Cuidado con el coche, el personaje del director de teatro aficionado dice una frase que se convirtió en icónica: “¿No deberíamos, amigos míos, aceptar el reto de poner en escena a William, nuestro, Shakespeare?”. ¡Nuestro William Shakespeare!
El gran amor por el bardo comenzó a principios del siglo XIX en Rusia con la anglomanía y muchas traducciones de las obras de Shakespeare directamente del inglés. Shakespeare puso literalmente patas arriba las mentes de los escritores rusos.
Iván Turguénev, que tradujo mucho a Shakespeare, escribió que “la sombra de Shakespeare pesa sobre los hombros de todos los escritores dramáticos; no pueden abstenerse de imitarlo”. Y Alexánder Pushkin admitió que su drama histórico Borís Godunov se inspiró en Shakespeare.
Las tramas y los personajes de Shakespeare son constantemente reinterpretados por los escritores rusos. Una de las más obras famosas fue Lady Macbeth de Mtsensk, de Nikolái Leskov, que trasladó la trágica trama a una provincia rusa.
A principios del siglo XX se produjo otro boom de la traducción de Shakespeare. Una de las traducciones más clásicas fue la realizada por Samuil Marshak y Borís Pasternak. Este último sintió una gran influencia del Bardo, y uno de los poemas de Doctor Zhivago se titula Hamlet.
En 2016, dentro del “Año de la Lengua y la Literatura Reino Unido-Rusia”, todo un tren del metro de Moscú se decoró con imágenes y citas de Shakespeare. En 2022, uno de los teatros más de moda de Moscú estrenó una representación llamada Hamlet en Moscú.
Más información: ¿Qué pensaban de Shakespeare los famosos escritores rusos?
2. Alejandro Dumas
Alejandro Dumas era tan popular en la Unión Soviética que todos los niños soviéticos lo leían hasta reventar imaginando ser D’Artagnan (¡o cualquiera de los otros tres mosqueteros!). A veces, los lectores más jóvenes ni siquiera sabían que Dumas era francés. Era Alejandro, ¡como Pushkin!
En realidad, el mito y la teoría de la conspiración más conocidos eran que Pushkin no murió tras recibir un disparo en un duelo, se trasladó a Francia y en realidad empezó a escribir con el nombre de Alejandro Dumas. Incluso hay algunos hechos comunes en sus biografías que hicieron creer a la gente que Dumas y Pushkin eran la misma persona. ¿Se lo imagina?
Lee más sobre esta teoría aquí.
En el siglo XIX, justo después de que sus novelas se publicaran en Francia, se hicieron algunas traducciones al ruso de las obras de Dumas. Pero parece que, por aquel entonces, era Dumas quien estaba más interesado en Rusia y en la literatura rusa que viceversa. En su novela titulada El maestro de esgrima, un personaje viaja a Rusia como profesor. El propio Dumas también viajó a Rusia y tradujo al francés obras de Alexander Pushkin y Mijaíl Lermontov.
En el siglo XX, el público ruso se abrió a Dumas gracias a tres mujeres: Vera Waldman, Ksenia Ksanina y Deborah Livshitz. Su traducción conjunta de Los tres mosqueteros, escrita en 1949, se reimprimió y reeditó 53 veces, con una tirada de millones de ejemplares. Y, por supuesto, ¡una adaptación cinematográfica soviética posterior con Mijaíl Boyarski como D’Artagnan se convirtió en un icono!
3. J. R. R. Tolkien
Tolkien ganó sus primeros admiradores en la URSS en la década de 1960. Al principio, sus libros eran distribuidos en inglés por voluntarios, que hacían copias samizdat autoeditadas de los libros que traían de vuelta los raros visitantes de Occidente. Enseguida se hicieron varias traducciones amateur, pero la censura soviética desconfiaba del autor “occidental” y, durante mucho tiempo, los libros de Tolkien no estuvieron disponibles oficialmente en la URSS. Durante la Guerra Fría, Mordor podía percibirse incluso como una metáfora de la URSS.
La primera traducción de El Hobbit vio la luz en 1976. La historia se percibió como un cuento de hadas, por lo que fue aprobada por la censura y, además, pronto se representó en teatros juveniles. Sin embargo, El Señor de los Anillos tuvo un destino menos afortunado. La primera vez que la censura soviética permitió su publicación fue en 1982, cuando se publicó el primer volumen en una traducción de Andréi Kistiakovski y Vladímir Muraviov. Los pobres aficionados tuvieron que esperar otros ocho años para la publicación del segundo y tercer volúmenes (debido a la desgracia y posterior muerte de uno de los traductores).
Hubo dos adaptaciones cinematográficas de Tolkien en la televisión soviética mucho antes que las películas de Peter Jackson: El fabuloso viaje del señor Bilbo Bolsón (1985), basada en El Hobbit, y Los guardianes, basada en El Señor de los Anillos.
Ya en la década de 1980, se había formado en la URSS toda una subcultura de tolkienistas tras las traducciones oficiales. Los fans de Tolkien y su Tierra Media incluso organizaron partidas de rol en vivo a gran escala.
El amor y el interés no han decaído hasta hoy. Tolkien se incluye en el plan de estudios de lectura facultativa en las escuelas. Hoy existen decenas de traducciones de El Señor de los Anillos, cuyas características lingüísticas y artísticas siguen siendo objeto de debate entre expertos y aficionados, que las comparan entre sí y con el original.
Puedes leer más sobre las raíces eslavas de El señor de los anillos aquí.
4. George Orwell
Desde 2010 (¡!) y hasta ahora, la novela distópica de George Orwell 1984 lidera las ventas de libros en Rusia, con cerca de dos millones de ejemplares vendidos en ese periodo. Y aunque el interés por este libro no hace más que crecer, el amor de los rusos por Orwell comenzó hace mucho tiempo.
Sus libros estuvieron prohibidos en la URSS durante muchos años y, como todo lo prohibido, causó un enorme interés. Y, en los años sesenta, 1984 y Rebelión en la granja (ambos con obvias alusiones a la Unión Soviética) se autoimprimieron y difundieron a través del samizdat.
1984 no se publicó en la URSS hasta 1988, irónicamente después del futuro que predecía. Incluso entonces, la novela alcanzó gran popularidad entre los lectores soviéticos.
Por cierto, antes de escribir 1984, Orwell leyó la novela distópica Nosotros (1920) del escritor ruso Evgueni Zamiátin y quedó profundamente impresionado por ella. Orwell reconoció su propia deuda literaria con Zamiátin y numerosos estudiosos han destacado desde entonces las similitudes entre ambos.
El género distópico gozaba del favor de los lectores soviéticos, que lo comparaban con la realidad en la que vivían.
5. Ray Bradbury
“En la URSS publicaron Crónicas marcianas, ¡pero no me pagaron ni un rublo! ¡Y a mí me gustan mucho los rublos!”. bromeó Bradbury, de 90 años, en 2010 en una entrevista con un periódico ruso.
De hecho, las historias de Bradbury se publicaron con tiradas de millones de ejemplares. Fue uno de los autores favoritos entre los jóvenes adultos y uno de los autores más populares de ciencia ficción, un género que vivió un gran auge en la URSS (cuando leer sobre la realidad estaba politizado).
Escrita en 1953, Fahrenheit 451 se publicó en la URSS en 1956, mientras que en Estados Unidos estuvo prohibida durante mucho tiempo. Probablemente, las autoridades soviéticas decidieron apoyar al autor que se pronunciaba contra el macartismo, la censura y los excesos de lo políticamente correcto.
En los años 60, todo el mundo en la URSS era un apasionado del espacio, así que millones de soviéticos leyeron Crónicas marcianas de Bradbury, publicada en ruso en 1965. Y la novela fue adaptada a la gran pantalla varias veces en la década de 1980.
Entonces salió a la venta un libro recopilatorio titulado Sobre el eterno vagabundeo y sobre la Tierra, que incluía tanto Fahrenheit 451 como Crónicas marcianas y otros relatos. Así, en las estanterías de muchos hogares soviéticos se podía encontrar (¡y todavía se puede en algunos lugares!) la icónica cubierta de color rojo, marrón o verde con su reconocible diseño lacónico.
A la mayoría de los lectores soviéticos no les importaban los mensajes políticos y críticos de Bradbury en los libros. Simplemente disfrutaban de la ciencia ficción distópica y de su mundo imaginario.
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