Qué hacer para gozar de Magadán, la remota ciudad del Lejano Oriente ruso
“La vida aquí es diferente a la de los demás rusos que viven en el continente”, dicen a menudo los habitantes de Magadán. Si le sorprende esta afirmación, (porque Magadán se encuentra a 6.000 kilómetros al este de Moscú y definitivamente no es una isla) y pregunta a los lugareños por qué se refieren a otras partes de Rusia como el “continente”, se echarán a reír.
La región natal Kolimá, situada entre la cuenca de un río homónimo y la costa norte del frío mar de Ojotsk, se parece en realidad a una isla (o al menos está bastante aislada): no hay trenes que lleguen hasta allí, y la ciudad más cercana, Yakutsk, se encuentra a 2.000 kilómetros al oeste. La única manera fiable de llegar a este remoto lugar es en avión, sea desde Moscú o desde las ciudades de Siberia y el Lejano Oriente (Vladivostok, Jabárovsk, Irkutsk y otras).
“Vivimos en el planeta Kolimá y es muy especial”, proclaman con orgullo los ciudadanos de Magadán. Y tienen razón: aunque Magadán está a una gran distancia de todas las ciudades rusas, aquí se encuentran algunos tesoros que cualquier viajero que llegue al “planeta Kolimá” estará encantado de descubrir.
El San Petersburgo del Lejano Oriente
“Magadán es un pequeño Leningrado [actualmente San Petersburgo]”, solía decir Farley Mowat, el escritor canadiense que exploró el espacio soviético de Kolimá a finales de los años sesenta. Y estas dos ciudades tienen algo en común, aparte de estar situadas en la misma latitud.
Las autoridades que construyeron Magadán prestaron una gran atención a su arquitectura. Levantados en la década de 1930, los edificios del centro histórico de la ciudad fueron diseñados al estilo imperio Stalin y tienen también elementos del estilo barroco.
Caminando por el centro de Magadán, los visitantes pueden imaginar cómo era esta ciudad en el siglo XX, cuando tantos prisioneros de gulags y unos cuantos voluntarios lucharon contra el severo clima para construir esta hermosa ciudad en las gélidas tierras del permafrost.
Símbolos de represión
Durante la época estalinista, Kolimá era una tierra de represión. Cientos de miles de personas fueron enviadas allí para cumplir su condena en campos de trabajo donde extraían oro, estaño y uranio para el Estado, mientras morían por la acción del frío, el hambre y balas de los guardias. Entre 120.000 y 130.000 personas fallecieron allí.
Tal vez, no es de sorprender que el monumento a las víctimas de los gulags se construyó precisamente cerca de Magadán, en los años noventa. La “Máscara de la tristeza” de hormigón y de 15 metros de altura se alza sobre una colina situada cerca de la ciudad. El monumento representa una cara de la que caen lágrimas, pero en realidad son rostros humanos que se hacen cada vez más y más pequeños. La “Máscara” simboliza el dolor eterno y recuerda a los visitantes de este lugar la violencia intolerable que la región de Kolimá vivió durante la época soviética. La impresión que deja este monumento es difícil de olvidar.
La “Máscara de la tristeza” se encuentra bastante lejos del centro de la ciudad, pero es fácil llegar hasta allí en un autobús o en coche, que se puede alquilar en el museo local.
Los museos reviven el pasado
Hablando del museo local, definitivamente este lugar se merece una visita. El Museo Regional de la Historia de Magadán (Avenida Karl Marx, 55) exhibe colecciones dedicadas a la historia de los gulags, de la naturaleza de la región y, probablemente lo más interesante, de la vida y la historia de las poblaciones indígenas del Lejano Oriente: los evenis, chukchis, esquimales y otros. Aquí se puede observar cómo vivían estas tribus mucho antes de que los rusos llegaran a estas remotas tierras.
Hay otros museos interesantes en Magadán, por ejemplo, el Museo Memorial de Vadim Kozin (Callejón Shkolni, 1). Kozin era un famoso cantante soviético de los años treinta del siglo XX que cayó en desgracia y fue enviado a Kolimá como prisionero. Decidió quedarse allí incluso después de ser liberado, y vivió una larga vida, Murió a finales del siglo pasado. Su apartamento es probablemente uno de los lugares más “soviéticos” del mundo, cuenta con librerías gigantes y un sinnúmero de fotos de gatitos.
Los sueños de las colinas y la playa
Magadán tiene muchos lugares hermosos, pero para ver las vistas más espectaculares tendrás que salir de la ciudad. No te preocupes, no está demasiado lejos. Si deseas ver el mar, puedes seguir la calle Portóvaia o Nagáievskaia desde el centro de la ciudad, y después de caminar unos 5-10 minutos llegarás a la bahía de Nagáiev. El mar suele estar demasiado frío para nadar, incluso en verano, pero a los residentes locales les encanta pasar los días “calurosos” allí, disfrutando de la brisa y el sol.
Para aquellos que todavía quieren ver algo más, hay otra opción: pueden tomar un taxi desde la estación de autobuses (en la calle Proletárskaia) e ir al Cabo Niuklia. Allí encontrarás un paisaje increíblemente pintoresco: la tierra arenosa que se extiende hasta el mar de Ojotsk. Aquí puede tener la sensación de que realmente estás en una “isla”, lejos de todas las carreteras, con solo una interminable masa de agua ante ti.
La ciudad está rodeada de colinas verdes y merece la pena explorar algunas de ellas, sobre todo, una donde se encuentra la así llamada “Corona de Piedra”. Es una formación rocosa única, cuyo pico se parece a una corona y se puede ver desde la bahía de Nagáiev. La distancia entre el pico y la ciudad es de unos ocho kilómetros, por lo que es una buena excursión para los amantes del senderismo. Después de caminar durante un par de horas, los visitantes serán recompensados con una magnífica vista que se abre a la ciudad de Magadán y la bahía.
Por supuesto, la temporada en la que decidas visitar Magadan es muy importante. Si no te gustan las temperaturas extremadamente bajas (alrededor de -30ºC en invierno), la mejor época para visitar la ciudad es en verano o a principios de otoño. “Nuestro otoño es increíblemente hermoso”, dice Vera Smirnova, directora del Complejo del Museo de Magadán. “Las verdes colinas se vuelven amarillas y rojas, parece que están ardiendo. Se puede comparar con la belleza de las flores de cerezo en Japón”.
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